Luis Cubilla

De dilatada trayectoria como entrenador de Olimpia, Nacional de Uruguay, Defensor Sporting, Newell´s Old Boys, Peñarol, Danubio, Guaraní, Cerro Porteño, Libertad, Sol de América, River Plate, Talleres de Córdoba, Racing Club, Nacional de Medellín, la selección uruguaya de fútbol entre otros y Comunicaciones de Guatemala, escribió una de las historias de pillaje más recordadas en Colombia. (su peregrinar demuestra que es bastante hábil a la hora de engañar dirigentes)

El recién ascendido Centauros de Villavicencio decidió echar la casa por la ventana y su lema era llegar a las posiciones más altas del fútbol suramericano, incluso, hasta a jugar en Tokio la Copa Intercontinental de Clubes. Los dirigentes llamaron al múltiple campeón de Copa Libertadores con Olimpia para que dirigiera los destinos de los llaneros y el viejo Cubilla se unió a la disciplina de los celestes durante poco menos de un mes, cuando, fugazmente, despareció con 30.000 dólares que había cobrado por anticipado. Al final Centauros regresó a segunda división.

Una anécdota que lo pinta de cuerpo entero la contó el “Piojo” López, dirigido suyo en Racing: “Cuando entré al vestuario Cubilla me puteó diciéndome “López, ¡qué carajo hace usted jugando de 3!”. Yo le respondí: “Pero si usted me dijo que jugara allí”.

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Adolfo Barán

Tomador de mate en sus ratos libres, que eran bastantes, Barán llegó a Colombia en tiempos de mercancía de contrabando que pasaba a Cúcuta por la frontera de San Antonio del Táchira. Aunque nacido en Uruguay y con alguna trayectoria en selecciones juveniles de su país, se instaló en la capital de Norte de Santander tan fácil como los chocolates Boston de Savoy, las waffer Amor o el queso Frico.

Para los motilones anotó pocos tantos y fue uno de los refuerzos más criticados en su tiempo, por su escasa efectividad y confesa inoperancia dentro de un equipo de fútbol. Se regresó a su país después de ese 1986, pero quiso tomar revancha en 1991, cuando inexplicablemente Independiente Santa Fe lo llevó a sus filas.

Como era de esperarse el destino de Barán fue la banca de suplentes de ese equipo que estaba dirigido por Jorge Luis Pinto. Pero tuvo un flash que lo convirtió por héroe en una noche. Los santafereños precisaban vencer

al Bucaramanga en El Campín para conseguir su cupo dentro de los ocho mejores. El juego iba 0-0 y faltaban 60 segundos para que la eliminación cardenal fuera una realidad.

Y en el Minuto de Dios, un centro rastrero de Adolfo Valencia fue conectado por el uruguayo, que salió en andas del estadio, luego de haber sido puteado en todos los idiomas durante el año. La dicha no duró mucho y volvió a su abulia goleadora. En el último juego de ese cuadrangular final le quitó el chance al Junior de ir a Copa Libertadores con dos goles, llenos de torpeza, pero suficientes para que los barranquilleros se devolvieran a su ciudad pensando que Barán, el que no habían visto los dirigentes santafereños, también los había engañado (de otra manera, claro está) a ellos.

Su carrera se resume en dos pasos por Peñarol y tres por Rentistas además de una dilatada trayectoria en Bella Vista, Defensor, Progreso, Toshiba (Japón), Racing de Montevideo, Basáñez, Everton (Chile) y Real España (Honduras)

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Anderson Arend y José "CeClei" Santos

Estas exóticas piezas pertenecen a esa categoría de troncos que, sin razón o motivo aparente, quedaron grabados con hierro caliente en la memoria del hincha.

Llegaron a Millonarios para el segundo semestre de 1995. Pero ojo, no llegaron recomendados por un empresario, o como fruto de la gestión de algún dirigente que había viajado a tierras cariocas en busca de refuerzos. Nada de eso. Una buena mañana de julio llegaron por sus propios medios a probar suerte a la sede deportiva del equipo azul. Al respecto, la leyenda dice que ambos estaban recorriendo América desde la Patagonia hasta Alaska y cuando a mitad de camino se vieron cortos de fondos recordaron que en el colegio habían conformado alguna preselección de fútbol. Estos apuros los motivaron a buscar en las descuadernadas páginas amarillas del hostal en que se hospedaban la dirección de algún club de fútbol de quinta división. No contaban los compadres con que en Colombia no había quinta división, con que en Bogotá a duras penas había dos equipos para ir a probarse y, menos aun, con que en estos dos equipos basta con tener pasaporte de otro color para ganarse por derecho propio un lugar en la titular. Abrieron el directorio y como en orden alfabético Millonarios está primero que Santa Fe, el equipo albiazul salió favorecido. Llamaron, confirmaron la dirección exacta de la sede deportiva y, previa compra de los utensilios necesarios en el Spring Step más cercano al hostal, tomaron el bus que decía “UDCA, Cementerios” que los llevaría a la sede azul. Una vez llegaron, el cuerpo técnico de la época apenas vio los pasaportes de ambos decidió que una prueba futbolística sería una afrenta y acto seguido fueron admitidos en el plantel profesional. El tema económico no representó mayores complicaciones. Cuando el presidente les preguntó a qué aspiraban, ambos coincidieron en que dos meses de hostal, sendos pares de tenis, dos tarjetas telefónicas y una dotación de latas de atún para tres meses sería más que suficiente. Un poco extrañado pero sin sospechar nada, el presidente ordenó tramitar el contrato.

Fue así como de mochileros zarrapastrosos, Arend y CeClein pasaron a ser refuerzos de Millonarios para la temporada 1995. Cuando la revista Millos hizo la acostumb

rada reseña de las caras nuevas para el torneo que comenzaba, ambos aseguraron haber comenzado e las inferiores del Gremio de Porto Alegre. Pudieron haber dicho que en las del Manchester United, igual les hubieran creído.

Sin que ni siquiera ellos mismos se lo pudieran creer, saltaron a la cancha con la azul en un partido contra el Bucaramanga en el Campín que, dato curioso, fue el encargado de inaugurar las transmisiones regulares del fútbol profesional colombiano*. La conjunción de los dos astros que tan buena fortuna les había traído a estos dos aventureros se prolongó unos días más permitiéndole a CeClein (luciendo la no. 15 que sólo semanas antes había lucido el gran Arnoldo Iguarán en su último partido con Millonarios) reportarse en el marcador en ese partido que finalmente terminaría con un insípido 1-1. Pero la suerte no sería sólo para el pelinegro, el “monito” también se haría presente en el marcador con un potente remate fuera del área pocas semanas después en un partido contra el Tolima en Bogotá. Pasó el tiempo y el lugar de los brasileros en la titular fue ocupado por cañoneros de la talla de Héctor Baloyes, Alex Daza y Víctor Medina. Más que satisfechos y agradecidos con la vida , Anderson y CeClein se hicieron a los videos de sus goles y recortaron cuanto registro quedó de su aparición en canchas colombianas para poder documentar a su regreso a casa la que sin duda era la anécdota del paseo. Una vez recolectaron suficiente evidencia, tomaron un Berlinas con destino a Cartagena en donde se embarcarían hacia Panamá. “Pasense por El Salvador, allá fijo también les creen”, fue lo último que les dijo un oscuro empresario, que ya los había incluido en su cuerda, al despedirse de ellos en el tercer puente.

*Este partido fue transmitido a todo el país por ambos canales (UNO y A) cuando estos eran los únicos canales de televisión abierta en el país con cobertura nacional. La transmisión simultánea se debió a que RCN y Caracol, que estrenaban en ese partido los derechos, no habían logrado ponerse de acuerdo sobre cómo se iban a alternar las transmisiones. Esto puede ser la explicación de porque recientes encuestas le dan a Arend y a CeClein un grado de recordación entre la gente superior al de personajes legendarios como el “Tuto” Barrios o el Guri-Guri.
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Germán Ricardo Martelotto

Todo un verdadero símbolo de los dineros que se despilfarraban en la década de los ochenta. Martelotto fue anunciado con bombos y platillos como el reemplazo de Carlos Valderrama en el Deportivo Cali.

Y no era mal jugador el hombre que venía procedente del humildísimo Deportivo Español. Tenía pinta de cuajar en el club verde, pero su propia desidia, su físico y su supuesta buena relación con la noche caleña, llevaron a que este fuera uno de los fiascos más grandes de la historia del Deportivo Cali, club experto en equivocarse a la hora de comprar o recibir futbolistas.

No por nada Martelotto había llegado también con otro argentino: Carlos Gerardo Russo, defensa central procedente de Gimnasia de La Plata y que fracasó rotundamente en el Pascual Guerrero.

Martelotto luego se fue a México donde jugó para Monterrey, América y Cobras, lugar en el que también se puso el buzo de director técnico. En Argentina, además de Deportivo Español, defendió los colores de Belgrano.

Lo único destacable que dejó el gaucho en Cali fue un partido contra el Caldas que fue victoria 5-2 para el local, con dos goles de Martelotto, uno de ellos descontando a cuatro rivales y englobándola sobre la salida del arquero Mario Jiménez.

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Marcos Vinicius

Hace unos años existió en Colombia una singular figura que le permitía a los jugadores extranjeros que había logrado algún suceso en sus equipos mandar traer de su país de origen a un compadre como refuerzo. Esta figura permitió, por ejemplo, la llegada a Millonarios de Pablo Abdala, viejo amigo de Ricardo Lunari. Otro foráneo que militaba por ese entonces en Millonarios, Marcio Cruz, decidió no quedarse atrás y para el segundo semestre de 1996 mandó traer a su paisano y amigo de infancia, Marcos Vinicius.
No le tomó mucho tiempo a Vinicius demostrar que su único mérito y la razón por la que la fortuna le había permitido cambiar la calle de su barrio en Brasil por un estadio con pasto, pista atlética y 30,000 espectadores era su vieja amistad con Marcio. Jugó algunos partidos que fueron suficientes para que quedara claro que quizás le hubiera ido mejor emulando a su homónimo (Marcos Vinicius de Moraes) en la canción. .

Oscar Francisco Quagliatta


El suicidio o la burla son los dos únicos caminos que puede tener un jugador (ni siquiera un futbolista) cuando su apodo es EL CUCHO. Esa es la vida del uruguayo Óscar Francisco Quagliata, un pelado jugador, que al mejor estilo de Jorge Amado Nunes, llegó al Deportivo Cali para romper las redes. Llegó para la temporada de 1996 al equipo Azucarero, proveniente de Central Español, equipo de la primera división charrúa. Entre su hoja de vida se destacaba un hecho sin precedentes: había sido goleador del campeonato nacional en 1989 con la gran suma de siete (si, 7, como las vidas del gato) goles en 20 partidos, participando en la gran nómina de Huracán Buceo. Tuvo la honra de compartir el trofeo con artilleros de la talla de Johny Miqueiro de Progreso (si alguien lo conoce, favor hacer el aporte) y Diego Aguirre de Peñarol.

En el Deportivo Cali tuvo una efímera gloria, saliendo campeón en el equipo del Pecoso Castro, con jugadores como Edison Mafla, Óscar Pareja, Víctor Bonilla, Hamilton Ricard y un par de pelados que despuntaban bien… Mario Yepes y Mayer Candelo.Quagliata no cuajó y su fútbol fue carente, así como su cabello. Se fue por la puerta lateral, como lo ha hecho el Pecoso en varios clubes y como lo seguirá haciendo Mayer. Lo último que se supo de él era su estadía en Montevideo Wanderers hasta el 2000. En el nuevo milenio, su fútbol pasó a ser de veteranos..

Luis Alberto Piazzalonga

Cara de breva, actitud mesurada, entusiasmo venido a menos, entradas a destiempo y goles en su propio arco marcaron la tendencia de este ignoto argentino, del que pocos recuerdan mucho ya que su paso por canchas colombianas fue olvidable.

Aplicado aprendiz de defensa central en Ferrocarril Oeste no tuvo muchas oportunidades de pararse en la zaga del verde del oeste bonaerense por sus propias limitaciones técnicas y recaló en Colombia para ver si podía descollar en un fútbol de menor nivel. Aterrizó en Bucaramanga, en 1988 (había tenido un paso por Almirante Brown) cuando a este equipo lo patrocinaba en la camiseta la Lotería de Santander. Habría que decir que los búcaros no se ganaron la lotería, pero sí la indeseable cabeza de la lechona que rifan en sorteos de oficinas de poca monta con el pobre Piazzalonga.

Aparte de que el Bucaramanga era un equipo muy malo en aquellos tiempos (siempre quedaba de antepenúltimo en la tabla) Piazzalonga colaboró en el desbarranque canario, pues fue autor de tres autogoles sobre el arco del ya homenajeado John Freddy Van Stralhen. Su última incursión conocida fue en Unión de Santa Fe, donde jugó un solo partido en la temporada 90/91 y justo frente a Boca. Entre Batistuta y Latorrre lo bailaron y los santafecinos terminaron perdiendo 4-0 de locales.

Hace pocos años fue entrenador de Aldosivi de Mar del Plata.

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Peter Ramiro Méndez

Llegó a Millonarios a comienzos de 1992 cuando en la memoria del hincha todavía estaba fresco el recuerdo del gol que le había marcado a Higuita en la Copa América de Chile 1991. De entrada tuvo que cargar con el karma de haber debutado (junto a Cuffaro Russo) en el fatídico 7-3 contra Santa Fe, partido en el que marcó uno de los tres goles azules. Después de este encuentro sufrió una lesión que lo obligó a residenciarse en el departamento médico del equipo capitalino buena parte de la temporada y regresó en el segundo semestre marcando algunos goles. Esta intermitencia goleadora se ratificó en 1993, temporada en la que ocasionalmente apareció en el marcador. Peter quiso deslumbrar a Colombia, pero ocurrió todo lo contrario: Colombia lo deslumbró a él. Fue presa fácil de la pernicie bogotana y esta no tardó en pasarle factura.

En 1994 al no ser tenido en cuenta por el nuevo timonel azul, Karol Wojtila, Peter decidió «pegarse la rodadita» a Neiva para disfrutar del encanto de la tierra del sanjuanero y de paso engrosar las filas del Atlético Huila. En este equipo, quizás sobre decirlo, tampoco logró reeditar el cuarto de hora vivido en el invierno chileno de 1991. Su hoja de vida dice que pese a haber sido el primero en la fila del primer día de entrenamientos de Millonarios en 1995 una vez más fue marginado. Ante este panorama decidió incursionar en tierras peruanas en donde es gratamente recordado: «de Uruguay destaca Techera, el ratón Silva, Asteggiano y otros innombrables como Peter Méndez y el defensa Castro». Regresó a Colombia y recaló en el Unión Magdalena -puerta trasera por excelencia del fútbol colombiano- equipo de la cálida y turística Santa Marta. Sobra decir que una vez más el fútbol quizas no estuvo entre las prioridades de Peter.

Juventud de las Piedras y Porongos de Flores fueron las últimas escalas del franco y lamentable declive de Peter Ramiro. Unos dicen que era un buen elemento que en Colombia encontró la perdición. Otros aseguran que fue otro más que nunca superó el 7-3 (como Fernando «Bombillito» Castro) . Perdición, maldición o falta de fundamentación de todas formas Peter ingresó con creces a a lista de Uruguayos deslumbrados y frustrados por culpa del «sueño colombiano».

Con la valiosa colaboración de Seducidos y Abandonados..

Fernando Alvez

La leyenda lo condena: Cuando llegó por primera vez a Colombia para jugar con Santa Fe, dicen que en pleno entrenamiento con Jorge Luis Pinto sintió irresistibles ganas de orinar y el tipo, que atajaba en el equipo titular, dejó el arco vacío para mear. Pinto, furioso, lo recluyó en el ocaso futbolístico y no contó más con él, pero Alvez, siguió robando impunemente en cuanto club tuvo la oportunidad de jugar.

Referente (que no se confunda referente con figura) de Peñarol en los ochenta, fue protagonista de una de las más vergonzosas caídas de la selección de Uruguay en todos los tiempos. Él fue el arquero del 6-1 que le clavó Dinamarca en el mundial de México 1986.

Pero su representante parecía tenerla clarísima en esto de meter embuchados a dirigentes inocentes y Alvez tuvo la oportunidad de estar en Argentina defendiendo los colores de Mandiyú de Corrientes y San Lorenzo de Almagro. A Colombia volvió y estuvo en el Independiente Medellín en 1992, donde fue un completo fracaso y en 1994 en el Junior de Barranquilla, con resultados y actuaciones fatales. Pregunta: ¿Por qué si el tipo era un malazo de aquí a Pekín, lo seguían contratando en Colombia?

Pero todo pícaro tiene suerte: Gordo, fofo y ya retirado, fue convocado para jugar con Uruguay la Copa América de 1995 y fue campeón y figura de la final al atajarle un penal en la definición al brasileño Savio..

Cristian Reinieri Santamaría

Siguiendo con la serie «flor de un día» nuestro invitado es este volante Hondureño. Llegó a Millonarios a comienzos de 1997 y fue sensación. Figura en varios partidos, entre sus goles se destaca el que le hizo al Cali en el Pascual Guerrero en el primer partido de la Libertadores de 1997. Al cabo de unos meses, el nivel de Santamaria decayó notablemente. Al parecer, cayó en las tentaciones de la noche bogotana y poco a poco se fue apagando. Para mediados de 1997 ya era suplente y fue finalmente licenciado en el segundo semestre de ese mismo año. Su salida de Millonarios marcó el comienzo de su trasegar por el fútbol centroamericano: Sapprisa y Cartaginés de Costa Rica, Olimpia de Honduras y más recientemente Municipal Limeño de El Salvador han sido sus escalas.

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