Michael Jackson está vivo

Fotos e idea cortesía Curramba

El mundo sigue llorando la pérdida del rey del pop, que dejó un vacío profundo entre los fanáticos que jamás podrán volver a oír su voz ni ver sus famosas coreografías. Pero para la Unidad Investigativa del Bestiario del Balón, este caso se reabrió en el momento que se determinó que no había cadáver dentro del ataúd del cantante. ¿Estaría muerto o se trataría de una simple patraña?

Gracias a nuestros contactos en las terminales terrestres del país, empezamos a atar cabos. Un informante de Rápido Ochoa presto a colaborar avisó de un amable pasajero que pidió una bolsa durante el viaje, no para vomitar, sino para ponerse como tapabocas, lo que desató las sospechas.  Un ayudante de conductor vio en el parador rojo de Melgar a un muchacho que tomaba changua con un guante blanco, hecho que avivó los rumores.

La prueba reina apareció en Cali: en las duchas del terminal, una asustadiza tumaqueña gritaba incoherencias que no lo eran tanto: comentaba que un negrito vestido con corbatín y chaqueta de cuero negro se había convertido en un tigre de un momento a otro. La policía dijo que acordonaría el sector pero uno de nuestros avezados reporteros se dio cuenta que las huellas que estaban en el piso –aún mojado- eran las de un felino.

Pero pronto las huellas se borraron, así como el rastro de Michael. En la Dimayor, tras horas de registros visuales en cada una de las nóminas de los 36 equipos del profesionalismo, no había pistas válidas. Un guiño de la suerte resultó fundamental en la pesquisa porque la redacción, en vez de tomar un bus hacia Bogotá, se montó en uno que terminó varado en Valledupar. Al llegar allí, el ambiente de fútbol se respiraba en todos los lugares del sector, así que, al no haber dinero para el hotel, bueno era llegar temprano al estadio para encontrar un lugar en las graderías lo suficientemente cómodo para pasar la noche allí.

En el marco del encuentro entre Valledupar y Depor se descubrió el misterio. Un atacante, que decía llamarse Hugo Arrieta, mostró dos evidencias extrañas: su cara, aunque no era la pálida imagen del ex integrante de los Jackson Five; estaba más moreno. Al pararse en la barrera, se tomaba sus partes pudendas, pero lanzaba un grito extraño y movía la pelvis hacia adelante.

La libreta de notas ya no tenía más hojas, pero no eran necesarias para escribir. Tras un corner a favor de Valledupar que quedó en manos del portero del Depor, el DT del local gritó: “A ver, Hugo maricón, regresa rápido a marcar”.

El público se sorprendió cuando Arrieta (o Michael) se devolvió desde el área rival a la propia en cuestión de segundos, haciendo el paso “Moonwalk”.

Todo esto fue suficiente para inspeccionar el camerino y ver que no jugaba con guayos, sino con mocasines de charol. Allí, en medio de la pecueca y las toallas sucias nos reveló la verdad. Él no era Hugo Arrieta, sino Michael Jackson. Vive en Colombia desde que terminó el boom de “Dangerous” y jugó para Tolima, Pasto y otros más. Prometimos guardar el secreto pero quedaba un interrogante: ¿Por qué no ayudaba al médico que fue acusado de su homicidio y que hasta hace poco pagaba escondederos de a peso para no ser capturado?

Michael, con su voz de flautilla desafinada, respondió:

-¡Ese no es médico! Era un kinesiólogo que me infiltró mal y me jodió seis meses una rodilla. Por eso en venganza lo acusé de mala praxis…

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Las dos pasiones de Hendrix en la pista del Campín

Hendrix simula prestar atención a oficial mientras se deleita con riff.
Hendrix simula prestar atención mientras se deleita con un riff.

Tiempo después de su periplo cucuteño y con el paso de los años reflejado en un afro más lacio y discreto, Hendrix encontró la estabilidad que tanto añoró a 2.6000 metros y a miles de kilómetros de su Washington natal.

Enterrado el acoso de la gran prensa -convencida hasta hoy que era él el quien yacía bajo tierra en una tumba del Greenwood Memorial Park de Renton- y hace rato enganchado en el siempre cautivante pero nunca bien valorado rentado colombiano, Hendrix, con el tema de los papeles resuelto y con la promesa de silencio eterno de la enfermera que lo descubrió durante su convalecencia en el Erasmo Meoz, pudo concentrarse en su segunda gran pasión: el fútbol. Como es bien sabido, enfundado en la azul de Millonarios y también en la tricolor reeditó en los estadios los momentos de euforia, de masas a sus pies que años antes había vivido trepado en el escenario.

Una sola cosa conservó Hendrix de su faceta anterior y fue, como lo demuestra la foto, su gusto por la música. En el tiempo que permaneció como futbolista activo siempre se las arregló para que al terminar los partidos (que ganaba su equipo, por supuesto) en la pista atlética lo estuvieran esperando unos audífonos de alta definición. Lo de menos era que tuviera que cumplir luego con breves ceremonias como la de recibir un trofeo, tal vez patrocinado por Asadero Llano Mío y elaborado por A. Rodríguez B., al mejor jugador de la cancha. No importaba. Para Hendrix estaba claro que la cereza en el pastel de sus triunfos tenía que ir por cuenta de una fender estratocaster.

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Exclusivo: Barack Obama clasificó a Honduras

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Barack aconseja, Reynaldo toma nota.

Cuando se supo que Barack Obama había sido el ganador del premio Nobel de la Paz la pregunta generalizada fue ¿y este acaso qué hizo? ¿A quién le ha ganado? Pues bien, gracias, de nuevo, a la ardua labor de nuestra unidad investigativa, el Bestiario del balón le trae a sus lectores una exclusiva mundial:  si Barack Obama se ganó el Nobel fue por su silenciosa, pero efectiva labor en la resolución de la grave crisis hondureña, tal y como lo demuestra la imagen.

El cuento  es que  Obama, a quien hasta ahora no se le conocía su faceta de estratega, prefirió no tomar parte activa en las gestiones de varios presidentes  para restituir a Manuel Zelaya optando más bien por una brillante jugada a tres bandas. Pese a las múltiples invitaciones, Obama no se le pegó al parche de Evo, Hugo y Cristina para practicar el peligroso deporte extremo bolivariano del aterrizaje en pistas llenas de tanques.  En una movida menos riesgosa y más efectiva, decidió que lo ha había que hacer era aesorar al D.T. de la selección catracha, Reynaldo Rueda, y con sabios y certeros consejos garantizar su clasificación al mundial.

De esta forma, Obama  lograba -como todos los invitados a esta sección- darle rienda suelta a su oculta pasión por el fútbol al tiempo que conseguía que el país centroamericano superara su crisis pues, ya con cupo en Suráfrica,  que vuelva Zelaya o que siga Micheletti dejó de importarle incluso a Zelaya y a Micheletti.

Asesoría e imagen: Link.

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Jimi Hendrix de incógnito en Palacio

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Hendrix, desubicado pero satisfecho, en el Palacio de Nariño. Lo acompañan Américo Quiñónez, Víctor Luna, Gonzalo Soto y Manuel Acisclo Córdoba,

Una vez recuperado de sus dolencias, a Hendrix, que también cultivaba un secreto interés por los asuntos de estado,  se le metió en la cabeza que no podía irse de Colombia sin antes conocer  el corazón del poder político de la nación: el Palacio de Nariño.

Amigos intimos en Cúcuta, conocedores de su verdadera identidad, le sugirieron que en cualquier ida a Bogotá se volara de la concentración, tomara un taxi y le pidiera que lo llevara a Palacio. Allí podría pedirle el favor a cualquier transeúnte que le tomara una foto frente a la casa presidencial, eso sí teniendo cuidado de a quién le pedía el favor, «porque uno nunca sabe», «you never know, Jim».

Pero no. A Hendrix se le metió en la cabeza (o en el afro, como quieran) que tenía que conocer Palacio, pero por dentro, Nada que por fuera, nada que asomándose, no.  Al fin y al cabo, y sin importar que no lo pudiera hacer público, él seguía siendo una personalidad mundial y no estaba acorde con su trayectoria asumir el comportamiento de un turista raso.

Así, la

única alternativa que le quedaba a Jimi era empezar de cero y volver a ser una celebridad, pero ahora como futbolista. Era la única forma de lograr su objetivo. Trabajó duro, entrenó fuerte, sobresalió en el Cúcuta, después fue a dar al Tolima donde también se destacó. De ahí al Santa Fe y luego a Millonarios en donde recibió el llamado a la selección Colombia que disputaría la eliminatoria a México'86. Solucionados, no queremos saber cómo, los problemas de pasaporte, Hendrix se integró al seleccionado del médico Ochoa. Conocedor ya de los rituales político-deportivos criollos, Hendrix sabía visita a Palacio era ya cuestión de tiempo, de saber esperar y no desesperar.

Y tenía razón. Al poco tiempo de estar concentrado llegó la invitación de rigor a Palacio para recibir el tricolor nacional de manos del entonces presidente Belisario Betancur. Pletórico, Hendrix al entrar sintió que ya podía abandonar esta segunda identidad, que podía irse en cualquier momento del país con la satisfacción del reto que se cumple. Entró al salón donde los esperaba Belisario, cantó el himno, se aguantó el discurso sin dormirse, esculcó con su mirada cada rincón, cada cuadro, cada objeto.  Cuando se acercó Belisario a darle la mano escuchó la pregunta a la que ya estaba acostumbrado.  Esta vez el presidente se la susurró al oido al edecán: «¿y a este de dónde más lo conocemos?».

Por fortuna, los gustos musicales del edecán estaban más cerca de  Silva y Villalba que de Jimi Hendrix y no supo dar razón.

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Anton Szandor LaVey

Encomendaros a Jehová vuestro señor, pues de las obras y vicios del Maligno estaremos hablando. Mientras leéis estas líneas invocad la protección de los santos arcángeles: que Miguel proteja vuestra diestra, Rafael vuestra siniestra; Uriel vuestro frente y Gabriel vuestra retaguardia. Sí hermano lector, la gran bestia se hizo carne y mora entre nosotros… orad para que no more en vuestros corazones.

Tinieblas, llanto, crujir de dientes y un olor a azufre permanente rodean la atmosfera del estadio Centenario de Armenia, las bellas tierras del Valle del Cauca y las oficinas de la Federación Colombiana de Fútbol desde que él, representante en la tierra del mismísimo Señor de las Tinieblas hiciera su coloquio por tierras colombianas, y no necesariamente en los alegres carnavales del diablo que se celebran en el municipio de Riosucio, Caldas.

Algunos afirman que nació en 1930, fundó la Iglesia de Satán en 1966 y bajó a los infiernos en 1997, pero se le sigue viendo cual siniestra aparición espectral por el ámbito futbolístico nacional, camuflado bajo la fachada de un prospero comerciante de vehículos, administrador de empresas, fundador y propietario de escuelas de fútbol y sobre todo, promotor de jóvenes valores (?) como Edixon Perea, Hugo Rodallega, Iván Vélez, Jorge Perlaza (tristemente candidato a ser “Promesa, solo promesa”), entre otros. Por si fuera poco, el Papa Negro se enseñorea como presidente de la Liga Vallecaucana de Fútbol, asistente de la Presidencia de la Federación Colombiana de Fútbol, miembro de la Comisión Técnica Nacional y miembro del Comité de Difútbol.

Como accionista mayoritario del Deportes Quindío es acusado por parte de la afición Milagrosa de todo tipo de hechizos diabólicos con los términos del contrato de comodato que suscribe con la administración municipal de Armenia, verdadera dueña de la ficha del equipo. Se especula en los bajos fondos que ha hecho un pacto, no con el Diablo sino con su vecino de patio (del cual se rumora, es propietario del 40% de las acciones) para que el equipo cafetero ceda en el resultado cuando ambas escuadras se enfrentan. Esta acusación causó en 2006 un infarto leve a su esbirro, Diego Edison Umaña tras una esperada derrota del Quindío que le dio paso a la clasificación a cuadrangulares finales al equipo azucarero. De este encuentro se rumora también que Marcio Cruz vendió su alma a cambio de un Mazda 3, aunque Umaña salió a decir que Cruz entró a los camerinos llorando arrepentido por haber jugado a la altura de, digamos un Pichú o un Maxi Flotta.

En el Bestiario del Balón oramos para que vosotros, fieles seguidores de este espacio os mantengáis puros de espíritu y rechacéis caer en la tentación… Amén..

La mañana después de Jimi Hendrix en el Erasmo Meoz

A la mañana siguiente de haber sido internado por la afección intestinal que le produjo la desmedida ingestión de hormigas culonas, Jimmy Hendrix bajó a desayunar a la cafetería del Erasmo Meoz. Minutos antes de bajar, Rubiela Beltrán, enfermera jefe pero sobre todo pletórica groupie, le advirtió: «negrito divino, tenga cuidado, nada de tamalito ni calentao, solo caldito con tostaditas y mantequillita…». Hendrix, convaleciente y ante todo obediente se curó en salud y le hizo caso a su secreta admiradora. .

Exclusivo: Jimi Hendrix en el Erasmo Meoz

Feliz por estar de incógnito [a Jimi Hendrix] se le dificultaron las cosas cuando tuvo que hablar para firmar su primer contrato con los motilones. Pensó en contar sus peripecias, su fama mundial y revelar la verdad en un balbuceante inglés. Pero se aterró cuando vio una bolsa de hormigas culonas (traídas por un bumangués amigo de la mesa directiva). Cuando el presidente del equipo se echó una bocanada de insectos dorados y los saboreaba como si fuera maná caído del cielo gritó como poseído “I want ants”.

Amante de los excesos como era, Jimi no se midió. Sin recato se entregó a las hormigas culonas, exceso que no tardó en pasarle factura: a las dos horas un mal de estómago tropical se había apoderado de su frágil aparato intestinal prendiendo las alarmas entre la directiva motilona. «¿Qué hacemoshermano, decime qué hacemos?», le preguntó, angustiado, el presidente a su tesorero al encontrar a Jimmi inconsciente en el water. «No sé hermano, el niche como que no estaba acostumbrado a tanta hormiga, quién le manda a ponerse de garoso, dejalo que evacúe y mañana le damos harta agua de orégano, y si no se mejora, coca cola con limón», respondió. «No hermanolo, yo a este lo veo grave, llamate al Erasmo Meoz, que ya vamos para allá».

En el Erasmo Meoz, atendieron al recién llegado refuerzo motilón sin que nadie notara en realidad de quién se trataba. Nadie salvo Rubiela Beltrán, enfermera jefe del piso en el que estaba ubicada la habitación en la que el ídolo norteamericano se reponía a punta de jugo de guayaba y, sobre todo, mucho pedyalite. Nadie lo sabía, pero Rubiela cultivaba en secreto su pasión por el rock y al ver al recién ingresado paciente muy en el fondo de su corazón supo que se trataba del supuestamente fallecido guitarrista.

Fue así como esa misma noche, una vez confirmó que no quedaba nadie más del personal se arrimó a la camilla de Hendrix para decirle en un rústico inglés: «ai nou ju yu ar…» Nervioso, Hendrix no tuvo más remedio que revelarle, en precario español, la verdad de por qué había ido a dar a esa fría camilla tercemundista, no sin antes implorarle que no se lo dijera a nadie». «Ok, mai darlin, but plis uan foto». Y hela aquí.
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Agüero y Ronaldinho jugaron juntos


Ficha del partido: Orlando.

Aunque la imagen es la de un amistoso disputado en el Metropolitano de Barranquilla entre Junior y la Selección Argentina, lo más histórico de la foto no es precisamente ver a Diego Maradona cargando un niño en brazos, ni observar al lateral Óscar Garré (arriba, cuarto). No. Tampoco vale la pena contar que ese fue el último partido de los argentinos antes de viajar a disputar el Mundial de México y que debido a su mal juego esa noche, varios integrantes de ese equipo se agarraron a trompadas en los muy relucientes vestidores del coloso que reemplazaba al vetusto Romelio Martínez. Aún menos interesante resulta ver que el uniforme gaucho es una pijama BVD (TSB, según una fuente de entera confianza).

Lo verdaderamente valioso de esta imagen inédita y jamás vista en algún otro medio es encontrar a Sergio Agüero, vistiendo un hermoso peto DIDA con el número 8. Y mejor todavía observar al simpático Ronaldinho oyéndole sabios consejos a Sergio Batista y enfundado en un peto DIDA con su número preferido: el 10.

Daniel Passarella y Óscar Ruggeri empezaron a discutir sobre cuál de los dos muchachos iban a comprar, pero los viáticos otorgados a la delegación argentina no alcanzaban para comprarle un par de tenis Jogger a los habilidosos cracks que hicieron las delicias del público en la arenosa, cuando jugaron un «picadito» en el intermedio del bodrio que resultó ser el 0-0 con el que igualaron Junior y Argentina.

Formación de Argentina: arriba, de izquierda a derecha: Passarella, Ruggeri, Pumpido, Garré, Batista, Maradona, Ronaldinho; abajo, de izquierda a derecha: Agüero, Olarticoechea, Giusti, Burruchaga, Alfaro, Valdano.

Ficha del juego

JUNIOR 0
ARGENTINA 0

Junior: Carlos Goyén; Tony Salja, Luis Grau, Francisco Castell, Pedro Blanco; Mario Coll, Ronald Valderrama, Julio César Uribe, Héctor Cortina (Abello 73’); William Rico (Araujo 57’), Angulo (Campbell 73’).
Argentina: Nery Pumpido; Julio Olarticoechea, Daniel Passarella, Oscar Ruggeri, Oscar Garré, Ricardo Giusti, Sergio Batista (Héctor Enrique 64’), Diego Maradona, Jorge Burruchaga (Pedro Pasculli 57’), Jorge Valdano(José Luis Brown 80’), Sergio Almirón (Claudio Borghi 50’).
Árbitro: Fernando Palacios.
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Gustavo Gómez


En el álbum del fútbol profesional colombiano, Gustavo Gómez apareció con el nombre de «David Montoya» en las páginas del club Independiente Santa Fe

La historia comienza por el final. La dirigencia del Deportivo Pasto se enfureció cuando se dio cuenta que había sido víctima de un engaño en el momento que ratificaron que el tal David Montoya, volante de creación con el habían firmado un gran contrato, no era más que el exitoso periodista, conductor del programa “Hoy por hoy” de Caracol Radio. Por eso lo mandaron a entrenar a la C con los juveniles pastusos y al lado de ya homenajeados como el buen Manolito Galarcio. Todo fue un ejercicio del denominado “periodismo de inmersión”, llevado a cabo durante casi una década.

Alguna vez, cuando Gustavo Gómez trabajaba en Radionet, (1999) casi fue descubierto por la malicia indígena del siempre avezado Gabriel Chemas Escandón, que vio en David Montoya una especie de oveja Dolly del periodista. Sin embargo, varias “bajadas de caña” que le metieron al buen Chemas, atenuaron su desconfianza, aunque alguna vez, en un corredor desolado de la extinta emisora, encaró a Gómez y le dijo: “Yo sé quién es usted verdaderamente. Estaré vigilando”.

La foto data de tiempos como editor general de la revista SoHo

La carrera de Montoya –mejor dicho, de Gómez- en las canchas iba en ascenso, aunque sabía que no iba a durar mucho en esas. Precisamente quiso escoger como banco de pruebas el Independiente Medellín por varias razones: era un equipo grande, pero olvidado por la prensa y que llevaba 45 años sin ganar un campeonato: ahí fue Troya. Con su excelente pegada de balón y despliegue, el siempre querido DIM se consagró campeón del Fútbol Colombiano. Había que seguir sosteniendo la mentira. En el 2003 vivió uno de sus días más aciagos: aunque le marcó un gol a Boca Juniors, para el triunfo del DIM 1-0 en la Copa, recibió una llamada para que se presentara a las 4 de la mañana en las instalaciones de RCN con el fin de que terminara unos libretos de “Yo, José Gabriel” que estaban sin concluir, encima de su escritorio.

Era mucho el desgaste y eso se notó en la cancha: viajaba desde Zacatepec (era jugador del club mexicano) a Bogotá todos los días para estar muy temprano en la revista SoHo haciendo las veces de editor. Por eso cuando fue transferido a la Liga de Quito, respiró un poco: ya no le iba a quedar tan lejos la oficina. Y gritó feliz cuando Santa Fe lo llevó a sus filas. Ya iba a ser manejable la situación.


Gabriel Chemas Escandón, el «Sherlock Holmes» de esta historia

En Caracol seguía trabajando cada vez con más éxito, caso contrario al fútbol, donde el gran esfuerzo físico lo tenía a maltraer y en franco declive. Hace poco de nuevo Chemas y Gómez se encontraron en un corredor de Caracol Radio. Chemas, por dentro conocedor de la verdad, le dijo:

«Le vino bien que lo bajaran a la C del Pasto. Estaba muy flaco, Gustavo. ¿O debo llamarlo David Montoya?»

Gómez lo abrazó fraternalmente y le preguntó:

«¿Usted cómo hizo para saber la verdad desde el principio?»

Chemas, prendiendo una pipa al estilo Sherlock Holmes respondió:

“Usted es el único que se pone mocasines con medias de fútbol”..

Lewis Hamilton


Lewis Hamilton, haciendo sus primeros pinitos como arquero

Por todos es bien conocido que el Tercer Mundo es el lugar ideal para que figuras de renombre mundial se echen su canita al aire de cuando en vez dando rienda suelta a sus pasiones que por verdaderas son siempre reprimidas. Así, hemos visto en esta sección como el carismático actor Wesley Snipes fue el tormento de más de una hinchada por cuenta de sus zurdas y desatinadas proyecciones al ataque. También descubrimos la verdadera razón por la que el gran «Lucho» Herrera nunca militó en un equipo europeo y nos sorprendimos al enterarnos de que un sumo pontífice impartió doctrina futbolística desde los banquillos del país. Con todos estos datos a cuestas, no tendría por qué sorprendernos que la más reciente figura en surgir en el siempre competido mundo de la Fórmula Uno haya escogido a nuestro rentado para, él también, no dejar morir la que es su verdadera pasión: los tres palos. En efecto, bajo la falsa identidad de José Fernando Cuadrado, el británico Lewis Hamilton ha demostrado en repetidas ocasiones que los reflejos que en las pistas del mundo utiliza para sus arreisgados adelantos, también le sirven para lograr en los estadios colombianos espectaculares atajadas y magistrales salidas que abortan gritos de gol.

Para sorpresa de muchos, el artífice de esta historia tiene nombre propio: Juan Pablo Montoya. Fue al malogrado piloto bogotano a quien, en una conversación casual esperando turno para entrar al baño en el circuito de Valencia, el entonces piloto de pruebas de McLaren le reveló que su vida sin el fútbol carecía de sentido, que de nada servía la adrenalina de los circuitos si esta no estaba acompañada del barullo y la tensión de las canchas.

En un gesto a todas luces inusual en él, Juan Pablo recogió la preocupación de su compañero y recordó que un día de noviembre de 1997, siendo él todavía un ignoto piloto de fórmula 3000, había sido invitado por la directiva de Millonarios a saludar al plantel profesional minutos antes de saltar a la cancha para enfrentar un partido más del torneo adecuación de ese año. Montoya se puso entonces en la tarea de escarbar entre sus papeles viejos con la buena suerte de encontrar el teléfono de la persona que lo contactó para esa ocasión. Conmovido, el piloto bogotano compró una tarjeta de llamadas que lo puso en contacto con las antiguas oficinas de los embajadores, en donde un celador, segundo milagro, le proporcionó los teléfonos actualizados de la sede administrativa azul. Una vez entró la llamada, el revuelo en las oficinas de Millonarios fue absoluto. En un primer momento todos, desde la encargada de los tintos hasta Martín Perezlindo (que pasaba por su liquidación), le advirtieron a quien tomó la llamada que se trataba de una broma de mal gusto. Sin embargo, la conversación fue avanzando y aunque difícil de creer, la cosa parecía cada vez más real: Juan Pablo Montoya, piloto estrella de la escudería McLaren llamaba al equipo bogotano a solicitar una prueba en el puesto de arquero para su piloto de pruebas.


José Cuadrado, en vísperas de un Gran Premio

Todavía perplejos, directivos, funcionarios y miembros del cuerpo técnico decidieron acceder a la petición de «Monty». Días después desembarcó, con pasaporte colombiano a nombre de José Cuadrado y haciendo gala de un impecable español vallenato -preferimos, por petición de la fuente, no revelar los detalles de cómo se hizo a este documento-, el buen Lewis. Una vez instalado y vestido de cortos, en menos de media hora Hamilton demostró que su talento y reflejos eran igualmente aptos para los arcos que para las pistas. Para dicha de su mentor, Juan Pablo Montoya, el hábil moreno fue inmediatamente contratado como tercer arquero embajador. Tan contento estaba el bogotano, que en un acto de desprendimiento, le prometió a Hamilton que todos los pasajes para visitar su tierra a los que tenía derecho en su contrato, se los cedería a él para que tuviera más oportunidades de, por lo menos, sentarse en el frío cemento de El Campín.

Fue en uno de esos viajes que una inesperada lesión de Héctor Burgues le abrió las puertas del fútbol profesional, tercermundista, pero profesional, a Hamilton. El inglés, que por esa época poca atención recibía en la «gran carpa» se concentró en la identidad que había sembrado del otro lado del Atlántico y rápidamente demostró ser un arquero con inmenso futuro. Tanto, que al año siguiente, con la anuencia del team McLaren y su capo Ron Dennis -desde el comienzo enterado de toda la situación- Lewis optó por tener de base a Bogotá, en donde las oportunidades de saltar a la cancha como titular «embajador» se fueron multiplicando. Ocasionalmente, y sólo cuando era estrictamente necesario, «cruzaba el charco» entre semana para fugaces sesiones de prueba en circuitos como Valencia, Jerez de la Frontera y Estoril (como dato curioso, su carisma le sirvió para ser elegido «pasajero simpatía del año» por las azafatas de Air Comet Plus).

Para el 2007 el panorama cambió drásticamente para nuestro íntegro deportista. La escudería, ahora germana, lo puso en una grave encrucijada ofreciéndole el puesto de piloto titular con la condición de que redujera al mínimo sus escapadas a estadios tropicales. Para fortuna de Lewis, en Millonarios apareció la figura de Eduardo Blandón, otro joven y talentoso arquero con pinta de titular. Bastó una llamada desde Woking, sede de la escudería, a Bogotá para aclarar el futuro de Hamilton. En esta comunicación se acordó, con el visto bueno de la directiva azul, que Blandón atajaría los partidos que tuvieran lugar en fines de semana de Gran Premio mientras que Hamilton tendría a cargo el arco en partidos a disputarse los miércoles y los fines de semana en los que no se disputaran competencias del calendario de la Fórmula Uno. El acuerdo funcionó y sin duda el mejor librado fue Lewis, quien ha logrado, de forma magistral, consolidarse de forma simultánea como la gran revelación de la «Gran Carpa» y del «Coloso de la 57».

Con la colaboración de Aníbal Palomino..