Juan Francisco "con Millonarios no se jode" Hirigoyen

Su llegada a Millonarios representó una prueba de fuego para Google. En efecto, una vez aterrizó el nuevo arquero azul, como es la costumbre, los hinchas procedieron a sus computadores para verificar su pedigrí. Y por más que exigían al buscador, este muy pocos datos aportaba. «No sea bruto, es Irigoyen sin H, debe ser el hijo del Búho, busque a ver», «nada hermano, ni h ni sin h, venga intento con ll en vez de y»,»¿seguro no le sale nada?»…

Y ningún resultado por ningún lado. Él aseguró haber sido tercer arquero de Guaraní de Paraguay y haber jugado uno que otro partido -no especificó nunca de qué orden- en su natal Mar del Plata. Sin la prueba concluyente de que se trataba de un arquero profesional o, por lo menos, de un arquero, terminó debutando en un partido contra Chicó ocho días después de la lesión que marcó el final de la carrera de Héctor Burgues.

Tuvo suerte. Entonces Millonarios comenzó con una racha que alcanzaría los siete partidos ganados de forma consecutiva. Uno de ellos de visitante contra el Pereira, que incluyó un penalty dudoso a favor del local faltando cinco minutos cuando el partido estaba 0-1. Terminado el partido las cámaras lo buscaron y él, parado en la cúspide de su carrera, envalentonado exclamó: «con Millonarios no se jode». Este mantra tuvo buen calado entre los hinchas que rápido lo adoptaron como grito de batalla de esa campaña que luego se iría al carajo con la no clasificación del equipo del buen «Pecoso» a los cuadrangulares.

Permaneció en la nómina azul hasta junio de 2006 cuando se despidió con un yerro de corte cómico-musical en un partido contra Nacional en Bogotá. Una vez terminado ese torneo apertura circuló una versión, que nunca se confirmó, según la cual padecía de una no muy clara condición neurológica. Con la plata de la liquidación compró un plan25 y se fue a descansar en inmediaciones del hoyo soplador -la atracción turística-. Al regresar permaneció unos meses más en Bogotá en donde algunos lo vieron dedicado a la prestación de servicios tercerizados en el área de la telecomunicación celular. Que se sepa, nunca más volvió a jugar fútbol profesional.

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La portada del caso Carbonero (2017)

CarboneroChe

Mientras dura la buena no hay problema. Todo el mundo en Argentina, y muchos en Colombia, saben quién es Carlos Carbonero, ariete de Arsenal de Sarandí, flamante campeón del clausura. El lío viene después. Y más acá que allá. Por mucho menos el CTI y la Dijin han puesto los ojos sobre pobres diablos que lo más ilegal que habrán hecho en sus vidas es engullirse a hurtadillas una uva chilena en un baño de un Febor.

Y es que la foto es simpática. Siendo generosos, hasta creativa. Pero absolutamente irresponsable, denota ignorancia supina del país de origen del jugador. Al grano: el riesgo de que en unos cinco años cuando el Carbonero que hoy ocupa primeros planos de la gran prensa sea un experto catador de bancas de estadios venezolanos es altísimo.

Entonces nadie, y menos en estos tiempos en que colombiano campeón en Argentina podemos ser usted o nosotros y en los que el fútbol es puro presente, recordará al buen Cabonero. Se habrá producido ya el gran colapso del sistema con origen en un corto circuito propiciado por Electricaribe que habrá mandado por el gran retrete sideral todos los archivos de la Internet Mundial. A salvo habrán quedado las arcaicas azetas de las citadas autoridades que no tendrán reparo en desempolvar esta foto y presentar al hoy goleador como enlace o asesor ideológico «freelance» de alguna organización terrorista.

Y entonces la boína que sacó del apuro al periodista varado que tenía que volver a la sala de redacción «con algo diferente» y la que, obnubilado por la gloria peregrina, Carbonero no tuvo problema en lucir será su pasaporte de entrada a Paloquemao. En la imputación saldrán a flote las tres o cuatro visitas que el acusado hizo al apartamento de alias «Stalin» Motta, el frente de la barra brava de Arsenal que en agosto de 2012 llevó su nombre y por lo menos una alusión o foto del carismático perro Trosky de su primo.

De ahí que desde esta tribuna pedimos a nuestros colegas en el Cono Sur mesura. Entiendan que este es un país jodido, portador de un conflicto en su ADN nacional que no le permite a sus ciudadanos el lujo de quedar registrados en cualquier publicación, sea Olé o el Satélite Futbolero con prendas o actitudes que más adelante puedan ser boccatto di cardinale para algún investigador necesitado de un ascenso, de dos días libres para consagrarlos al dulce amor en una suite del Caciqué Toné.

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