Palomitas memorables: John Kennedy Hurtado en el Milan

JohnKennedyHurtadoMilan2

En la antología de grandes palomitas de la historia John Kennedy Hurtado merece un capítulo. Y no por ser un eximio cabeceador, por palomita entendemos esos instantes en los que Dios, el demiurgo o quien sea que despache en la administración del cosmos sale a tomarse un tintico y permite que pasen cosas, absurdos cameos, que bajo el orden natural del universo jamás ocurrirían.

El caso es que John Kennedy fue beneficiario de uno de estos paréntesis excepcionales del devenir universal. Defensa con pasos por Unión Magadalena, Monagas de Venezuela, Real Cartagena y Deportivo Cali en su hoja de vida además de una convocatoria a selección sub17 en 2001 y una tarjeta plata de Expreso Bolivariano resultado de sus andadurías por Expreso Rojo y Centauros, a comienzos de 2009 la virgen se le apareció en forma de breve prueba nada menos que en el todopoderoso Milan.

Gracias a una movida de su hábil empresario -que todavía hoy es expuesta como caso de éxito en las academias de empresarios- fue a templar al equipo que entonces dirigía Carlo Ancelotti a comienzos de 2009. Estuvo un mes, pero desde que llegó estaba claro que sus opciones de quedarse eran mínimas, en tanto su pasaporte era vinotinto y decía «República de Colombia», y no «Comunidad Europea» como reza en la portada del de Nelson Rivas.

Pero lo de menos era si se iba a quedar o no, llegar a hacer parte de una práctica de fútbol del Milan ya era la gloria para un jugador tan de gama media como él. Suficiente para regresar a pedir copia de las llaves de Palmira, su municipio, más busto en el parque principal y derecho a que el próximo colegio inaugurado lleve su nombre.

De entrada aclaró que iba por el contrato y no por autógrafos o camisetas de sus compañeros. Eso sí, cuentan las malas lenguas que no tuvo reparos en pedirles minutos de celular. Dice la leyenda que tan pronto como vio la oportunidad le pidió «un minutico» nada menos que a David Bekcham con el único fin de llamar al gerente deportivo del Deportivo Cali a decirle que lo estaba llamando desde el teléfono del astro británico. Suponemos que luego le aconsejó a su fugaz compañero incursionar, cartelito colgado, en la venta de minutos premium, diez veces más caros pues son desde «el celular de David Beckham».

Jugó apenas unos minutos de un amistoso contra Hannover. «Antes del partido, en el camerino, abrí el maletín para sacar mis cosas. Como era un amistoso pensé que nos iban a dar un uniforme alterno, pero saqué la camiseta blanca con la que jugamos y me impactó ver que en la espalda decía ‘Hurtado’ y vi el número: 34. ¡La camiseta decía Hurtado!», le dijo en su momento a Jimmy Montes, de El Tiempo.

A este mismo periodista poco antes le había respondido una solicitud de entrevista vía Messenger así: «No, ‘panita’, ahora no me podés llamar. Mirá que todavía no tengo celular y me da pena decirle a Senderos que me deje recibir una llamada en su casa». Lo de Senderos fue un accidente, pudo haberle dicho Ronaldinho, Seedorf, Maldini, Émerson e incluso Beckham. Había que alardear, tenía derecho. Cualquiera en sus guayos lo habría hecho.

Pronto volvió a regir el orden natural de las cosas y a Hurtado le dijeron que muy amable, muchas gracias, pero que quizás el club preferiría gastarse ese cupo de extranjero en un nombre ligeramente más pomposo. Resultado: para febrero ya estaba de nuevo en la sede del Cali donde, cuenta alguien, se conformó un comité de esposas de socios para abordarlo y pedirle que en aras de la convivencia y el ambiente sano se dejara quitar y lavar la camiseta 34.

Pero de algo tenía que servir su fugaz incursión milanesa. Así fuera de trampolín. Gracias a ella le abrieron un campito en el Seattle Sounders. No era lo mismo, por supuesto, tenía que cambiar la Ópera de Milan por el Silverdome, pero iba a estar más tranquilo. De hecho, llegó con el contrato ya firmado. Y, lo más importante, con un plan pospago ya activado.