Imagen cortesía de Maximus
Inspirado en Max Torres, Álvaro Lemmon y Buda, este animal tan característico enarboló la extrema ceguera colombiana, en forma de talismán, cuando la selección se aprestaba a “ganar” el campeonato mundial de Estados Unidos en 1994.
La mascota del combinado nacional salió como una de tantas formas de merchandising insulso y predecible después del 5-0 ante Argentina (la industrial de máquinas de coser Pfaff, por ejemplo, vendía televisores RCA a módicos precios), que ubicó a nuestro fútbol en la cresta de la ola. El secreto para que esta cábala de Max Caimán tuviera efecto era sencillo. Cada vez que los hombres de Francisco Maturana saltaran a la cancha, había que frotar con fervorosa pasión la barriga del animal para que las fuerzas del más allá le dieran un nuevo y ya hasta aburridor triunfo a una Colombia empachada de gloria.
El efímero reinado de Max Caimán trajo consigo álbumes, botones y hasta copias piratas que se vendían como carteras de cocodrilo recién salidas del horno en todos los semáforos de nuestro país. Mientras los incautos gastaban dinero en el estúpido tótem, los creadores de este esperpento (entre los que se encuentran prósperos empresarios como los archiconocidos Felipe Santos y Mauricio Arbeláez) se solazaban por su cabezazo y frotaban sus manos no precisamente en la panza del caimán, sino en sus engordadas billeteras.
Pero el frotis no funcionó en USA 94. Y Max Caimán, que, contaba la leyenda, supuestamente había llegado a la tierra para salvar a la Selección Colombia de una ignominiosa derrota frente a un combinado de marcianos, fue raptado seguramente por algún fenómeno UFO y nunca más apareció en calles y vitrinas. Hoy conseguir uno de esos lagartos es tan difícil como ver un copete Alf o unos jeans froster, por eso esta imagen con la que recreamos el texto puede ser catalogada como un incunable..