Seamos redundantes

PajaroPaloma

Ya hemos dicho hasta el cansancio que los afanes propios de una sala de redacción son la kriptonita de la creatividad y el mejor fertilizante de la obviedad. Pero nunca está de más recordarlo apoyado en ejemplos tan palmarios como este.

Resulta que a mediados de 1990 la Revista Deporte Gráfico decidió entrevistar al delantero de Millonarios, Óscar «Pájaro»Juárez. El periodista, de nuevo, quiso ofrecer un concepto visual que trascendiera el lugar común del jugador con el balón en un terreno de juego. La veta de la creatividad que decidió explotar fue  la condición aviar del entrevistado. Una ventaja, sin duda, bien le habría podido tocar un «Watusi» o un «Coroncoro». Pero hizo la fácil, la requetefácil. Miró por la ventana, fijó su atención en la piedra empotrada en los cerros orientales en la que algún poeta, melómano, romántico, hijo de la luna y soñador dibujó una paloma en 1985 cuando Belisario se inventó la paz y pensó: «listo, pájaro-paloma-minitk esta noche, eso sale rápido, camine».

Así, no solo dio a luz un  monumento visual a la redundancia sino que, de pasó, mató la locación para la entrevista al «Palomo» Usurriaga planeada para el siguiente número.

 

Celebrity deathmatch: Pollo vs. Pocillo

Antes de que irrumpieran los canales privados se veían más niños interiores aflorar en los consejos editoriales de los noticieros. Por ejemplo: un buen día de 1990 en la antesala de un clásico a Juan Carlos González se le ocurrió que era una buena idea llevar a una figura de cada equipo, el «Pollo» y el «Pocillo, ambos Díaz,  y ponerlos a saltar al campo, saludar e incluso celebrar un hipotético gol vestidos «de paisanos» (y en el caso del Pollo con chaqueta de cuerina que seguramente haría parte de su atuendo en una presentación que ofrecería esa misma noche bajo su identidad paralela).

Al final, el resultado se vio algo forzado pues los personajes no logran convencer no obstante los destellos de Díaz Pollo quien evidentemente tenía mucha más experiencia histriónica que su rival por las razones ya expuestas. Quizás habría hecho falta algo más: que lucieran ajustado y sugestivo vestido de baño, que al saltar a la cancha se encontraran con los pesados payasos del festival del hueco o que el guión incluyera una fractura de tibia y peroné. Aun así, son preferibles estos intentos dramáticos fallidos a las ferias de humo e insoportable labia que caracterizan las notas previas a los partidos de hoy.

De la donación de DIABLO AMERICANO.

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La portada del caso Carbonero (2017)

CarboneroChe

Mientras dura la buena no hay problema. Todo el mundo en Argentina, y muchos en Colombia, saben quién es Carlos Carbonero, ariete de Arsenal de Sarandí, flamante campeón del clausura. El lío viene después. Y más acá que allá. Por mucho menos el CTI y la Dijin han puesto los ojos sobre pobres diablos que lo más ilegal que habrán hecho en sus vidas es engullirse a hurtadillas una uva chilena en un baño de un Febor.

Y es que la foto es simpática. Siendo generosos, hasta creativa. Pero absolutamente irresponsable, denota ignorancia supina del país de origen del jugador. Al grano: el riesgo de que en unos cinco años cuando el Carbonero que hoy ocupa primeros planos de la gran prensa sea un experto catador de bancas de estadios venezolanos es altísimo.

Entonces nadie, y menos en estos tiempos en que colombiano campeón en Argentina podemos ser usted o nosotros y en los que el fútbol es puro presente, recordará al buen Cabonero. Se habrá producido ya el gran colapso del sistema con origen en un corto circuito propiciado por Electricaribe que habrá mandado por el gran retrete sideral todos los archivos de la Internet Mundial. A salvo habrán quedado las arcaicas azetas de las citadas autoridades que no tendrán reparo en desempolvar esta foto y presentar al hoy goleador como enlace o asesor ideológico «freelance» de alguna organización terrorista.

Y entonces la boína que sacó del apuro al periodista varado que tenía que volver a la sala de redacción «con algo diferente» y la que, obnubilado por la gloria peregrina, Carbonero no tuvo problema en lucir será su pasaporte de entrada a Paloquemao. En la imputación saldrán a flote las tres o cuatro visitas que el acusado hizo al apartamento de alias «Stalin» Motta, el frente de la barra brava de Arsenal que en agosto de 2012 llevó su nombre y por lo menos una alusión o foto del carismático perro Trosky de su primo.

De ahí que desde esta tribuna pedimos a nuestros colegas en el Cono Sur mesura. Entiendan que este es un país jodido, portador de un conflicto en su ADN nacional que no le permite a sus ciudadanos el lujo de quedar registrados en cualquier publicación, sea Olé o el Satélite Futbolero con prendas o actitudes que más adelante puedan ser boccatto di cardinale para algún investigador necesitado de un ascenso, de dos días libres para consagrarlos al dulce amor en una suite del Caciqué Toné.

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El papa rojo

A la creatividad periodística le deberían poner pico y placa. O por lo menos instalarle filtros. Todo para evitar que ideas como la de poner a un futbolista a posar disfrazado de algo entre monje benedictino, gurú oscurantista y papa negro de Pereira prosperen. Y es que en su momento puede que haya tenido alguna gracia, pero la vejez de estos brotes de ingenio es fatal. Para el medio, pero también para el protagonista quien hoy, por culpa de esta foto, tiene que gastar largas horas explicándole a los padres de familia de la escuela de fútbol que hoy regenta que sus hijos no tendrán contacto con silicios y similares.

Aporte de: Godoy2210

Peluca sobre cabellera

La temprana eliminación del Mundial de Estados Unidos 1994 dejó al país plagado de pelucas del «Pibe»  y a más de un emprendedor («empresario», para la época)  en la ruina. Tras la clasificación a Francia 1998 muchos de estos comerciantes creyeron que un relanzamiento del producto los podría sacar de Datacrédito y en una audaz jugada de «product placement» que contó con el debido vistobueno de McDonald’s, convencieron a Deporte Gráfico y al mismo Valderrama de salir en una carátula con la versión 2.0 de las peluca sobre la celebérrima cabellera que la inspiró. Pero de nada sirvió. El trauma estaba fresco, la herida seguía abierta y las pelucas 2.0 «colombofrancesas» no calaron. Esto hizo, de paso, que se descartara la fugaz idea de sacar los miles de Max Caimanes de la bodega -en la que todavía hoy reposan- con una nueva identidad: Monsieur Max l’alligator.

Los chicos del hula-hula

Arriba: Ricardo "Gato" Pérez, Pedro Sarmiento y Arley Dinas. Abajo: Giovanni Hernández y Juan Pablo Ángel.

En el periodismo como en el fútbol hacer una de más es arriesgado. Por eso muchos prefieren asegurarla, hacer la fácil y no exponerse a que un impulso creativo termine con efecto boomerang. Eso seguramente pensó el periodista de Deporte Gráfico cuando le pidieron que se «inventara alguna cosa, algo locato pero no chifloreto» con los entonces pelados de la selección preolímpica que semanas después fallarían en su intento de clasificar al torneo de fútbol de los Olímpicos de Atlanta.

La fácil en este caso era proveerse de sendos hula-hulas  y hacer una versión viva de la bandera Olímpica y a eso recurrió el reportero. Para la anécdota quedará que en el Preolímpico, celebrado en Argentina,  estos mismos jugadores vieron, inertes, como se movían las cinturas de sus rivales, incluidos los venezolanos que en el primer partido derrotaron -en hecho para entonces histórico- uno a cero a los de Sarmiento.

Bolillo: de la baguette a la tanga

El día después de que un gol de Wílmer Cabrera nos puso en Francia’98, «Bolillo» Gómez no tuvo problema en complacer a los periodistas de Deporte Gráfico, ponerse una camiseta-bandera gala y mordisquear una baguette mientras intentaba sonreír para la foto. Como homenaje a esta publicación, benefactora como ninguno de este espacio, el Bestiario del balón se compromete a abordar al inquieto «Bolillo» en caso de clasificar a Brasil y convencerlo de posar en exclusiva para nosotros en una verdeamarela tanga brasileña.

Viembenidoz hal Mundial Sud beinte

Hallazgo de @felipereira

En una labor de periodismo investigativo admirable, nuestro colaborador encontró que en la página oficial del Mundial Sub 20 en Facebook el encargado de administrarla cometió un error imperdonable: escribió sin «penzar». (Haga click sobre la imagen)

Se espera que los contratos por los arreglos a los estadios, por más onerosos que sean, no tengan esos errores. Solo por pura dignidad mundialista.

Las despedidas siempre son duras, sobre todo por la sal de las lágrimas

Para 1995 hubo un cambio de rumbo en la vida periodística de Javier Hernández Bonnet. El presentador daba un giro y escapaba hacia Caracol Televisión, después de haber tomado toda la cancha en el Noticiero 24 horas. En esta ocasión, la despedida que le hicieron Paula Jaramillo y Ana María Trujillo -sus coequiperas en el set- fue como debe ser usualmente ese instante: alegre, con muestras de fortaleza y sin dramas. Así como deben ser las despedidas para que quien se va, llegue al siguiente puerto con la tula llena de buenos augurios y no de nefandos recuerdos lacrimógenos. Y en Caracol se consolidó definitivamente su trayectoria, prueba de que, en efecto, un egreso sin show, es de buena suerte.

Una década después hubo otra despedida. En Caracol, pero a diferencia de la del Noticiero 24 Horas, ésta estuvo plagada de  lágrimas y drama. Jorge Alfredo Vargas estaba abotagado, María Lucía Fernández acabó esa tarde-noche con los Kleenex y hasta Paulo Laserna -usualmente inmutable- dejó escurrir un lagrimón sin necesidad de pedirle ayuda a un amigo. Hernández Bonnet se alejaba de su puesto sólido en Caracol para arriesgarse con la política. Su sueño: conseguir una curul en el Congreso. Tal vez si en esa oportunidad no le hubiera dado por llorar al unísono a todo el canal, el buen Javier estaría hoy entre proyectos de ley y sesiones extraordinarias. Pero no le alcanzó -por muy poco- en términos de votaciones.

¿Una despedida con lágrimas trae la sal? De acuerdo a este ejemplo puntual sí, porque tras su primer adiós, Hernández se consagró como gran figura de la TV. Y no hubo un solo sollozo.