José Pablo Burtovoy

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Se bajó rozagante del avión, casi como si se hubiera bañado en una tina con tres pastillas de vigorizante jabón Juno. La prensa aplaudió el «buen lomo» del arquero argentino que llegaba a Independiente Santa Fe como su gran refuerzo en 2006. Más allá de algunas quejas de los pasajeros del vuelo con el gaucho -dijeron que no paró de roncar desde Lima hasta la capital-, algunos hinchas lo vieron como el hombre que se iba a adueñar de la portería roja por largo tiempo: pinta de portero seguro tenía, había estado en una selección juvenil argentina y le había tapado un penal a Chilavert. Con eso ya era suficiente como para apostarle a Burtovoy.

Su figura se empezó a hacer popular en los entrenamientos, donde las hinchas y las periodistas deportivas corrían tras del recio caballero de pocas palabras y rendimiento desconocido. Perfumado con Jean Marie Farina, engominado gardeliano con fijador “Lechuga” y guayos negros, parecía darle ese tipo clásico necesario para un puesto que había perdido su look con guayos blancos, iluminaciones capilares y pantalón de arquero descaderado –estereotipo promulgado por otro compatriota suyo, el recordado Juan Francisco Hirigoyen-.

También su apodo era un clásico: “Astroboy”. Como el dibujo animado que volaba por los aires, así se esperaba que atajara en Santa Fe, pero ah lejos de aquella ilusión. Los santafereños lo recuerdan porque en un clásico que ganaron los rojos 3-2, se excusó con la altura bogotana cuando un inocente pelotazo de Ciciliano le picó sobre su cabeza de extraña forma. Burtovoy se quedó estático viendo cómo la pelota picaba sobre él y tampoco se inmutó en el momento en el que Orlando Ballesteros, sin obstáculo en la portería hizo el gol que desató la furia cardenal y la dicha embajadora.

Así fueron varios los goles recibidos por José Pablo: dejóde ser Astroboy y, víctima del ingenio de oriental general- fue rebautizado con los motes de “Estorvoy” , “Bultovoy” y “Brutovoy”.

Pronto se supo la verdad: había estado en una sub 17 de Argentina… pero de suplente y le tapó un penal a Chilavert… pero le dejó el rebote para que el paraguayo esa tarde hiciera uno de los seis goles con los que Vélez venció a Colón de Santa Fe, el equipo que lo lanzó a la fama.

Ante tantas equivocaciones, pagó una tarjeta de Trasmilenio que lo dejó en el portal de la 170 y abandonó el país con una bolsa de quesillos en hoja y montado en una Van con letrero desconocido, perteneciente a la línea de buses Autoboy.

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Adivine los personajes

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No es difícil averiguar sus identidades porque jugaron en el mismo equipo, pero en diferentes etapas. Por lo que deja ver la imagen de la Revista El Gráfico, nunca estuvieron dentro del habitáculo de un avión en clase económica para viajar a Santa Marta, sino que al de la derecha lo mandaban en un guacal de madera con el resto del equipaje y el otro no tenía necesidad de sacar visa: con esa pinta bien podía montarse en una escoba para llegar a cualquier destino.
Nuestro ganador recibirá como premio la posibilidad de disputar un partido de Jai alai con Cástulo Boiga.

No es difícil averiguar sus identidades porque jugaron en el mismo equipo, pero en diferentes etapas. Por lo que deja ver la imagen de la Revista El Gráfico, nunca estuvieron dentro del habitáculo de un avión en clase económica para viajar a Santa Marta, sino que al de la derecha lo mandaban en un guacal de madera con el resto del equipaje y el otro no tenía necesidad de sacar visa: con esa pinta bien podía montarse en una escoba para llegar a cualquier destino.

Nuestro ganador recibirá como premio la posibilidad de disputar un partido de Jai alai con Cástulo Boiga.

Aterrizaje forzoso

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De nuevo, eran otros tiempos. Tiempos en los que en el avión que traía a la selección de vuelta a casa después del último partido de la eliminatoria todo era alegría, brindis, euforia y sobre todo celebración. Vuelos en los que aquellos integrantes del plantel que acostumbraban a sacar de sus licoreras, a escondidas, el valor para afrontar el desafío del aire segundos antes de pasar a bordo, podían evitarse este trance gracias a que adentro encontrarían champaña a borbotones y sin miradas de reproche, sino todo lo contrario.

Vuelos que seguramente eran un infierno para extranjeros naturales de países eliminados, pero que para la familia del fútbol fueron inolvidables y, como van las cosas, irrepetibles. Mentiras, hoy también se bebe después de una clasificación. Pero lo hacen los hinchas, en tierra, encerrados en el baño aferrados a una botella, pero no de champaña, sino de brandy y para olvidar, no para celebrar.

El viaje que Bielsa prefirió no pegarse

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Marcelo Bielsa elude orines e insultos en el Pascual Guerrero

Nadie se ha percatado por qué el argentino Marcelo Bielsa decidió no venir a trabajar con la Selección Colombia. No fue el dinero, tampoco la materia prima: todo fue una cuestión aeroportuaria. Así de sencillo.

Al visitar Bogotá en julio de 2006 tras el llamado de Luis Bedoya para que se hiciera cargo de Colombia, Bielsa expuso sus ideas frente al máximo dirigente de nuestro fútbol y coincidió con que antes que nada debía existir unidad de trabajo. Ahí fue Troya:

Bielsa: ¿la sede va a ser Bogotá?

Bedoya: sí  señor.

Bielsa ¿Y dónde vamos a entrenar?

Bedoya : en Armenia o Medellín.

Bielsa: ¿Cómo?

Bedoya: sí, en Armenia o Medellín.

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Norberto Scoponi vuela por los aires y le ataja el penal a Orlando Maturana

En ese instante Bielsa recordó cuál era el hilo que lo unía a Hernán Darío Gómez: el miedo a volar. Los desafíos en el aire no eran lo suyo y cuando, después de tomarse un tinto en la solitaria sala de prensa del edificio federativo, imaginó cómo iba a ser su estancia en Colombia. Con casas en Bogotá y con trabajo en Medellín o Armenia, viajar cada tres días no lo tranquilizaba. Menos cuando averiguó cómo era el traslado por tierra: por un lado, era enfrentar el Alto de la Línea; por el otro, chocar con seis peajes carísimos hasta la bella villa no era negocio. ¿Y si las cosas salían mal deportivamente?

http://causeandeffectessayy.com/

Justo pensó en ese momento cuando, en el marco de las semifinales entre América y Newell´s Old Boys, salió protegido por la policía del Estadio Pascual Guerrero en Cali. Esa noche, tras 26 penaltis y atajadas soberbias de Norberto Scoponi, el club rosarino pudo llegar a la final del torneo copero. Entonces, con largos viajes, sin Scoponi, el riesgo de que no le fuera bien resultaba inminente.

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Ficha publicada por El Gráfico de la semifinal América-Newell´s Old Boys

Se despidió de todos en la Federación de Fútbol, estrechó la mano de Celina, la contadora federativa , y cogió un colectivo en la avenida 34. El conductor lo reconoció y aunque el vehículo iba atestado de gente, el chofer le acercó una butaca y le habló:

Chofer: profe ¿ya firmó?

Bielsa: voy a pensarlo. ¿este colectivo pasa por el aeropuerto?

Chofer: ¡Sí, profe! ¡Huy usted si juepucha pa´ loco! ¿Y nos va a clasificar?

Bielsa: le tengo fobia a los aviones y nadie que sea sensato juega en una parte y entrena en otro. Además me llegaron los videos de los viajes de los dirigentes. Si hay algo que me asuste más que un avión, es un dirigente pasado de tragos que llore en pleno vuelo, me abrace y diga que yo soy su mejor amigo.

El resto de la historia es conocida…

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