«Álvaro, tenemos que hablar», homenaje a Álvaro de Jesús Gómez

Quién sino este espacio consagrado a los signados por el número 2, a los que se han hecho millonarios morales a punta de acumular 95 centavos que nunca alcanzan para el peso para rendirle un justo homenaje a Álvaro de Jesús Gómez

Homónimo de otro que en política se doctoró en segundos lugares, este técnico antioqueño acaba de coronar su propia triple corona: lograr el título de la Primera B con tres equipos diferentes para días después, y todavía con confeti en el pelo, enterarse de que él no subirá, que deberá permanecer, como fiel ascensorista, sentado y callado en el butaco.

Primero fue el Centauros, en 2002 donde la mañana después de celebrar el ascenso, aseguran fuentes en Villavicencio, tuvo que abrirle en calzoncillos y chanclas a un agente inmobiliario que venía, junto con un barrigón uruguayo de nombre Luis Cubilla, a ver  el apartamento que el club le asignaba  al técnico de turno. La historia se repitió tres años después en Cúcuta, cuando, días después de celebrar el ascenso, se encontró con que el espacio en el parqueadero marcado con un “DT” estaba ocupado. Pronto se enteró de que el dueño del carro era Jorge Luis Pinto.

La experiencia más reciente ocurrió hace unos días cuando, luciendo unas elegantes Ray Ban para disimular los estragos de la celebración, ingresó a las oficinas del Itagüi sólo para encontrarse cara a cara con Carlos Mario Hoyos. “Vi a Hoyos en la sede, yo creo que pasó a saludar”, le comentó luego a un amigo con la ciega ingenuidad del papá que ve en las jeringas en el cuarto de su hijo un precoz interés por la medicina.

Sin embargo, y pese a que de dientes para afuera lo niegue, Gómez, el colombiano que más millas ha acumulado en el programa de fidelización de expreso Brasilia, ya ha desarrollado todo tipo de neurosis por culpa de estos traumas. Entre ellas está la de dirigir en las finales con una hoja de vida minerva al cinto o la de convertir en tradición familiar el “día de las bolitas”, que es cuando todos se juntan en  la víspera del partido de vuelta de la final para empacar en plástico de este tipo muebles y enseres de la casa. Pero sin duda la que más llama la atención es la de evitar a toda costa tomar en arriendo apartamentos en edificios con ascensor.

Paradójico y lo que quieran, Gómez más que nadie sabe que el triunfo es traicionero y que nada como un buen subtítulo para garantizar la estabilidad y tranquilidad familiar. Pero es terco y no aprende. Cada vez que es contratado por un equipo de la B lucha hasta alcanzar el éxito. Una victoria que en lugar de la posibilidad de dirigir en la A y suprimir así de una buena vez  el mareol de su botiquín le significará una llamada de un directivo embriagado de éxito que,una vez más y como todos, le saldrá con un fulminante: “Álvaro, tenemos que hablar”.