César Luis Menotti

DoñaLigia

Hubo un momento en el que César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo fueron en la vida argentina dos figuras antagónicas del nivel de Churchill y Stalin, Ernesto Samper y Andrés Pastrana,  Pelé y Maradona, Silvestre Dangond y Peter Manjarrés.

La sociedad gaucha se dividió entre Menottistas y Bilardistas, cada uno encarnaba una forma de ver el fútbol y, de paso, la vida; no había punto medio posible.  De haber vivido en esa época en ese país, incluso María Emma Mejía se habría visto obligada a tomar partido.

Entre ambos DT campeones del mundo creció, como era de esperarse, un hondo abismo y una constante rivalidad por ser el más respetado de los hombres de fútbol su nación. Pero tanto tire y afloje, dimes  diretes, dardos que vienen y van terminan por desgastar y obliga a replantear la estrategia.

Y así fue como a Menotti, no sabemos en qué circunstancias, se le ocurrió una fórmula que le permitiría, al mismo tiempo, descansar un poco de tanto ajetreo, explorar nuevas dimensiones de su ser liberándose de esa camisa de fuerza que es el género entendido como algo fijo, estático, monolítico y, de paso, borrar la huella que su rival había dejado en su paso por Colombia.

El caso es que, valiéndose de su síndrome de Pertegaz, aquel que desarrolla rasgos faciales de mujer adulta mayor en el rostro de hombres mayores de 40 años,aterrizó aquí con la falsa identidad de doña Libia González.  Y lo hizo tres décadas después de que el «Narigón» nos visitara, primero para dirigir al Deportivo Cali y luego a la Selección Colombia que trató, sin éxito,  de sacar visa para el Mundial de España'82.

Tecos UAG's new coach, Cesar Luis Menotti of Argentina, speaks during a news conference at the Three Marzo stadium in Guadalajara City
Días antes de su tránsito.

No fue difícil el tránsito, dadas las características preexistentes. Solo fue cuestión de unos minutos más de secador en las mañanas y un sobrecito de tinte ref. «negro ceniza» de L'Oreal, dos o tres nociones elementales de manejo de tacón plano y averiguar cuál era la dosis mínima de base para la cara, además de trazos básicos de pestañina solo por si alguna ocasión especial se presentara.  La voz, espesa y aguardientosa, permaneció intacta, solo fue cuestión de encontrar el acento.

De esta forma, Menotti pudo relajarse, incursionar en esa aventura maravillosa que es recorrer los límites y pliegues  de la sexualidad, no abandonar lo que siempre supo hacer (su programa, Kanitas al aire incluía una sección de gimnasia y pilates para los abuelitos)  y, lo más importante, hacer algo de trabajo sucio para minar lo construido por Bilardo. ¿Cómo lo hizo? Fácil. Escudándose en su condición de matrona del prime time de la TV comunitaria.

MenottiDef
Doña Ligia ya registraba experiencia previa con las cámaras.

Cada que podía se ubicaba estratégicamente corredores y cafeterías de estudios de grabación así como  en salones de té, peluquerías, y salas de espera de consultorios, terminales y aeropuertos a echar rulo y de esa forma despotricar sin miramiento alguno de su rival.  A punta de maledicencias supo hacer trizas lo poco que dejó su eterno némesis en su paso por este país, dándole vuelo a anécdotas que ya circulaban sobre mañas de sus dirigidos como salir con alfileres para fastidiar al rival que les correspondía marcar, o con Vick Vaporub para frotarle en los ojos a los centrales contrarios justo antes de un tiro de esquina todo esto por no mencionar los laxantes en el agua que gentilmente se le obsequiaba a los contrincantes.

La nueva vida de César Luis  iba, pues, viento en popa.  Sus metas trazadas se cumplían una tras otra. Encontró sosiego, nuevos horizontes sin dejar de destruir lo construido por Bilardo. Tan embelesado estaba con su nuevo proyecto de vida que descuidó lo elemental.

Momento de Kanitas al aire en el que Menotti adopta posición fetal al sentir nostalgia por su antigua vida.
Pasaje de Kanitas al aire en el que Menotti adopta posición fetal al sentir evidente nostalgia por su antigua vida.

Cuentan por ahí que un día, en una pausa de una grabación, se vio en la necesidad de evacuar la vejiga y sin más ni más entró al baño de varones, donde, por pura costumbre de tantos años, se dirigió al orinal. No contaba con que una cámara de seguridad, lo registró. Aterrados, los encargados del área emitieron alaridos que convocaron a unos cuantos funcionarios más. Nadie en el centro de control daba crédito a la grabación que repitieron una y otra vez y que mostraba a doña Ligia orinando de pie. La confusión fue total. Nadie esperaba verse cara a cara con tamaña revelación. ¿Qué más podía estar ocultándoles, la hasta ese momento, entrañable y carismática señora?

Doña Ligia quedó igualmente estupefact@ al caer en cuenta de su error y de que había quedado en evidencia. Cualquier explicación no haría sino incriminarl@ más. Con dignidad, salió, recogió sus corotos y partió en un marco de total silencio. Meses después alguien en el Kanal vio una entrevista a Menotti y pensó para sus adentros «yo a este tipo yo lo he visto antes», pero no iba a hilar tan delgadito.

Hallazgo de @alvaro_caste

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Jimmy Bermúdez y las nuevas minorías

En días de Suramericano sub20 bueno recordar caras que vimos en estos torneos y de las que poco volvimos a saber después. Jimmy Bermúdez, por ejemplo. Fue titular de la selección de Eduardo Lara  que, no se sorprendan, fracasó en el de Paraguay 2007. Tenía doble misión: frustrar las jugadas de ataque de los rivales, pero sobre todo dejar muy en alto el nombre de los pelirojos de Colombia, en tanto fue el primer representante de esta minoría -por favor corríjannos si nos equivocamos- que llegó a vestir la amarilla.

Al parecer, su convocatoria pudo haber obedecido a una sugerencia del Gobierno, que para entonces no sólo quería mostrar ante el mundo todos los colores de Colombia, sino también le preocupaba que le quedara claro a los congresistas demócratas empecinados en no aprobar el TLC, que en este país sí se respetaba a las minorías. Así, el mensaje fue tener en cuenta a representantes de todas, no solo las más conocidas. Esto permitió su inclusión junto a la de un emo -Sherman Cárdenas-, un fumador -nos reservamos el nombre- y un calvo: tenía que haber por lo menos un rapado en la titular de cada partido, no fue difícil.

Jimmy venía del Bucaramanga  -fue titular 11 veces-, y antes había estado en el Alianza Petrolera. Luego pasó a Nacional, donde jugó la friolera de 8 partidos en dos años para emigrar al Envigado. En el equipo del Parque Estadio alcanzó velocidad crucero su carrera: jugó casi todo el 2010, con un desempeño que lo puso en la mira de los cazatalentos del Atlético Huila, donde Pilar Castaño, dicen, aplaudió la armonía entre su pelo y la camiseta.

Salió sin que nadie hiciera mayor drama del equipo de Neiva rumbo a la Liga Deportiva Universitaria de Loja, Ecuador, club que lo catapultó, por fin, este año a los titulares de la prensa del continente gracias al autogol que marcó en el partido contra Sao Paulo por la Copa Suramericana.

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Serie rosa

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Adulto mayor

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Rionegro-Aguardiente Antioqueño 2008

Los contratos de patrocinio a más de un año son tan escasos en la primera B como los pasajes de avión. Un día un equipo está en su estado natural, es decir, sin patrocinio y al día siguiente aparece con jugando con páginas amarillas en lugar de camisetas.

Tal panorama obliga a los equipos a someterse a los caprichos de los pocos que aceptan invertir unos pesitos para que la marca de su empresa llegue a las pantallas de los canales regionales y a las páginas de Nuevo Estadio. Excentricidades como la de la Fábrica de Licores de Antioquia, que en 2008 obligó al Rionegro a lucir un uniforme que a primera vista parece hecho con pancartas sobrantes de las diferentes ferias y fiestas que Aguardiente Antioqueño patrocina en el país.

Pero nosotros, como siempre, preferimos ver el vaso medio lleno y más bien creer que si la FLA mandó a estampar el nombre de su producto de un tamaño legible desde el satélite lo hizo movido por el noble e incluyente interés de llegarle a los aficionados con discapacidad visual, algunas de ellas, seguramente, resultado de consumir la versión adulterada del producto en cuestión.