La mentira enrulada, debió ser el sobrenombre de este volante, que llevaba el número 10 en la espalda, pero que era corto de ideas futbolísticas.
Como es obvio, se hizo famoso por ser muy parecido a Carlos Valderrama, no como jugador, sí por su pelo. Y cuando el tipo andaba en el Pereira, muy tranquilo de la vida, un día recibió una llamada del Deportivo Cali, que lo convenció de que se trasteara a jugar en el complicado Pascual Guerrero.
La estrategia de los dirigentes era que el público no se olvidara del todo del Pibe Valderrama, que recientemente había sido transferido al Montpellier. Si encontraban un número 10 con clase y talento y además que fuera físicamente igual al crack de Pescaíto, pues no había que ahorrar.
Por fortuna para las finanzas caleñas, Ávila era un jugador muy, muy, muy barato, lo que facilitó su llegada a la capital del Valle. Pero el crack cartagenero no pudo soportar las tremendas chifladas y silbatinas que le espetaba el público, conciente del tronco que habían adquirido y por eso solamente actuó solamente un año para los verdiblancos.
A su hoja de vida hay que añadirle que, coincidiendo con la llegada del Pibe Valderrama al Montpellier, algún oportunista aprovechó para lanzar en Colombia la colonia para hombres «Montpellier», «la del pibe». El comercial de este rocambolesco producto incluía a un supuesto Pibe Valderrama anotando un gol en el Atanasio Girardot vacío y con la cámara ubicada en extremo contrario de tal modo que solo se divisaba la cabellera del supuesto Pibe.
Si. Era Misael.
Hace poco era director técnico en la primera B.
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