Uruguayo, llegó a Colombia al Cóndor de la primera B en 2000. Su buen desempeño en la que en esa época era la filial de Santa Fe le permitió ser inscrito en el plantel profesional de la escuadra capitalina para el segundo semestre. Su irrupción en el rentado colombiano fue sorprendente, sostuvo un prolongado romance con las redes que le permitió también sostener un intenso, pero breve idilio con la hinchada. Su condición de homónimo del nobel colombiano dio pie para todo tipo de excesos; «El nóbel del gol» fue el menos sonoro de los apodos con los que se le conoció. Durante varios partidos consecutivos se reportó en los minutos finales consiguiendo valiosos puntos para el Santa Fe del «Pecoso», del Guigo, Leider, el Chigüiro, Julio, Ivan López y cia. No obstante, y como ocurre con todos los romances furtivos, la eferverscencia de los primeros días dio rápidamente paso al tedio y Gabriel desapareció lentamente de las redes adversarias. Emigró al Huila en donde no logró consolidarse. Dejó de ser el «nóbel del gol» para pasar a ser «Gabriel García, flor de un día». Años más tarde se volvió a saber de él cuando apareció como gran refuerzo de la Liga Deportiva Universitaria de Quito. La parcial santafereña no salía de su asombro no solo por la reaparición de quien se creía ya marchito sino por los motivos que motivaron su contratación por parte del club quiteño: con su anterior club, el Melgar de Arequipa convirtió 43 goles en una temporada consagrandose como el máximo goleador de liga en todo el mundo. Con este antecedente llegó a un club en el que ahora busca consolidarse, para comprobar, de una vez y para siempre, que no es flor de un día.
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