El cambio de ilumación en el estadio El Campín para el Mundial Sub 20 recibió muchos aplausos, sin embargo, la Unidad Investigativa del Bestiario del Balón siempre está pendiente de lo que ocurre tras bambalinas.
Mientras que uno de los miembros de su redacción salía de la tribuna de prensa para hacer un avance electrónico con la tarjeta Visa (patrocinador del Mundial) para pagar unas vuvuzelas criollas que le encargaron desde Sudáfrica, se dio cuenta de un detalle digno del inspector Ruanini en la sección «Pille el detalle» de Sábados Felices.
Dos trabajadores de overol y walkie talkie marca Fisher Price corrían alrededor de la torre noroccidental con un par de cables gruesos. Su misión: perfilar y cambiar el ángulo de las luminarias que cuelgan de las torres para que alumbren mejor ciertas partes de la grama, de acuerdo a las instrucciones que recibían por sus aparatos electrónicos.
«Más a la derecha», «más a la izquierda», «quédese ahí-ahí-ahí-ahí» eran las órdenes, como si estuvieran ajustando la vieja antena del televisor.
La avanzada técnica -toda una perla de la inagotable malicia indígena- ya fue patentada y estadios como el Parque de Los Príncipes, Alí Sami Yen, Camp Nou y Anfield Road estudian la manera de comprar una franquicia para hacer lo mismo, todo por el bien del enfoque lumínico de sus coliseos.