Fotos de @juanmamoralesc
El boom es un hecho. En las calles hay toneladas de basura peores que las de diciembre con los carros recolectores después de que miles de fanáticos empezaran a comprar las láminas del álbum oficial del Mundial de Fútbol. La gente ya empieza a identificar los lugares de intercambio de figuritas y entienden que si quieren llenar el álbum antes que cualquiera deben estar acuartelados en sectores como la 90 con 15, el 2×3 de la 119 con 15 o irse a la ya tradicional esquina de la 19 con 7 para hipotecar la casa a cambio de las monas que aún no han sido pegadas.
Pero hay avivatos que juegan con la conciencia/inconsciencia de aquellos que, como este grupo de trabajo, optó por no tener casa propia a temprana edad solamente por obtener los cromos de la selección de Irán en 1998. De hecho expertos indicaron que la crisis económica de 1999 en el país se debió al gasto excesivo y a la poca capacidad de ahorro tras comprar esas figuritas.
Y en 1994 algún dueño de una imprenta -de acuerdo al costado de las láminas hay un espacio implicado- también quiso hacer la avionada del siglo. Aprovechó la docilidad de los compradores y el mercado se inundó de monas “chiviadas” que lo único que buscaban eran llenar los vacíos del alma que dejan las casillas sin ocupar de los futbolistas convocados en el álbum.
Así pues, toda una generación se vio perjudicada por los precarios “caramelos” que desengalanaron las hojas del panini de ocasión. Monas truchas y de mala calidad. Una crisis similar se vivió en 1989 cuando el mismo dueño de imprenta hizo similar treta con los adhesivos de Garbage Pail Kids.
Este extraño capítulo de la historia de los impresos hasta ahora pudo ser revelado con pruebas. Y el Bestiario del Balón solamente habla con pruebas (antidoping). Fue el capítulo Redbrook/Reebok del álbum de fútbol.