Coaching se le llamaa aese nuevo oficio derivado del recreacionismo clásico línea Bosquechispazos que ha hecho las delicias de las cajas menores de departamentos de recursos humanos a lo largo y ancho del planeta en la última década. Sin duda la selección de Zaire, debutante en el Mundial de Alemania 1974, acudió a algún pionero germano en estas técnicas de las que también se ha dicho no son sino una inteligente estrategia de mercadeo de la multinacional Kleenex.
El experto, ante el temor natural de los africanos por su primera vez mundialista, después de obligarlos a quitarse los zapatos, abrazarse y jugar tres veces el juego de la confianza los reunió en torno a un reverbero sobre el cual una cacerola con sal de nitro y azúcar emitía una mística humareda para decirles: «Si ven que la energía deja de fluir, que no hay espacio para una sinergia liberadora, entonces, pues: «¡saca tu niño interior!». Y eso hizo su defensa central.
Un verdadero clásico de la historia no oficial de los Mundiales. Ocurrió en Mar del Plata, en 1978, cuando la FIFA le pidió a la selección húngara utilizar su uniforme alterno -blanco- para que los televidentes, muchos de ellos con aparatos blanco y negro, no se confundieran con el tradicional azul francés. No contaba la FIFA con que Francia, nación previsiva, había ya decidido llevar su uniforme alterno blanco también.
Al no tener a la mano su primer uniforme, a Francia no le quedó más que mandar a un utilero de oficio -de esos que la FIFA saca de su stock en Zürich y pone a disposición de las delegaciones- a conseguir cómo fuera un uniforme de otro tono que les permitiera disputar el partido por la primera ronda. En carrera contra el tiempo, el recursivo utilero galo logró hacerse a los uniformes del club local Kimberley. De verde, blanco y azul (propuesta cromática sin precedentes y todavía hoy sin un valiente que se atreva a emularla) los franceses derrotaron a los magyares 3-1.
Como lo informó en primicia nuestro sitio mentor enunabaldosa, años después la historia se repitió en el Mundial juvenil de 2001. De nuevo a Francia le tocó jugar en Mar del Plata y, de nuevo, hubo problemas con los uniformes: esta vez ocurrió que les llegaron las camisetas sin estampar. Entonces apareció la providencial figura del hijo del utilero ad hoc del 78 para ofrecerle a los jóvenes galo el servicio de estampado express y algo artesanal. Hagan de cuenta este.
Más historias como esta en el especial bestiarista del lado B de los Mundiales que circula a partir de hoy con la revista Shock.
El álbum de la Copa Mundial Sudáfrica 2010 trajo consigo quiebras insuperables y descalabros de bolsillo similares a los de los dueños de la Enron. La cantidad de láminas, el hecho de que no salieran monas dobles -todo un lujo del que nos privaron-, el innumerable y desperdiciado espacio ocupado por pegatinas con dibujos alusivos al Mundial, hicieron que casi 700 láminas fuera una dura tarea de lograr. Aún más las de una página patrocinada por Coca Cola. Los caramelos solamente se podían obtener con un número de tapas premiadas que debían ser cambiadas en los camiones de reparto y las tiendas autorizadas.
La redacción del Bestiario tuvo serios problemas para llenar esta sección. Los altos niveles de azúcar detectados en exámenes posteriores a la ingesta de la bebida sin encontrar corcholatas premiadas, la devoción hacia la Big Cola -bestiarista que se respete brinda con ella en vaso plástico verde- y el contrato de exclusividad firmado con anterioridad con Kol Cana, fueron motivos suficientes para cambiar de planes y tratar de completar la colección con otro tipo de láminas.
Fue por eso que desde los archivos X nos enviaron estas dos tarjetas que fueron vendidas hace mucho tiempo con la Pepsi, archirrival de la Coca Cola, en la que se reseñaban los mejores valores del rentado -nunca propio-.
Conseguimos 2. Las del gran «Guigo» Mafla y las de Víctor Aristizábal con pelos y señales de cada uno de ellos.
Si usted quiere completar su álbum de Sudáfrica, imprima estos cromos y péguelos en la sección nombrada. Nos es imposible sugerir algo distinto.
El caso de Irán no fue el único que llamó la atención de los investigadores, porque en el album Panini de 1998 –lejos, el más bestiarista de todos los tiempos- hubo lugar a que en el mercado nacional no se consiguieran tres laminas pertenecientes a la selección inglesa, una de las favoritas a llevarse el torneo y que jugaría contra nosotros en primera fase.
Ningún colombiano que se precie de haber sido censado en 1985 y 1993 tiene en esa edición del album, los cromos de Tony Adams, Robbie Fowler y Les Ferdinand. Nunca salieron. Aunque se habló de desaparición forzada e incluso, de una estrategia de mercado del productor del album para cobrar carísimas tarifas por los tres implicados, mucha gente se quedó esperando alguna señal que jamás llegó.
Se especuló mucho sobre el porqué se había suspendido la emisión de las calcomanías de Adams, Fowler y Ferdinand. Todo fue un asunto Papal.
Tony Adams era un consumado alcohólico y de acuerdo a los instantes en los que salió el album (Semana Santa), no era conveniente transmitir estos antivalores a la niñez. Robbie Fowler cayó en la misma bolsa que Adams: el atacante de Leeds y Liverpool le encantaba celebrar sus goles oliendo la línea de cal de la cancha, simulando esnifar coca.
El CELAM, reunido en su sede campestre cercana al Gimnasio Iragua, mandó una comunicación al Vaticano para que, desde allá, presionaran a Panini, que les quedaba más cerca. Surtió efecto el clerical pedido que, además de buscar fortalecer los valores de una sociedad perdida, también quería apuntalar la enésima candidatura de Monseñor Castrillón como Papa con este gesto, tan pacato como efectivo.
¿Y Les Ferdinand? El muchacho era juicioso y lejano de la polémica. ¿Por qué no se podia permitir la mona de Les en el país? Fácil. En el Newcastle puso a comer banca a nuestro Faustino Asprilla, así que se convirtió en enemigo del país. Fue el chivo expiatorio de toda la operación.
Al no ganar Castrillón y ser de nuevo el “Papa Moral” del mundo, fueron quemadas todas las pruebas de la censura a las monas de Adams, Fowler y Ferdinand. Solo hasta hoy el misterio pudo ser revelado.
Después de varios días de arduo trabajo, nuestra siempre acuciosa Unidad Investigativa finalmente pudo recolectar las tres versiones que circularon de las láminas de Irán del álbum Panini-Francia 1998.
Como en el Bestiario del balón la interactividad es prioridad, les proponemos ahora este sensacional concurso en el que ustedes deberán, primero, identificar cuántos de los integrantes de esa selección se sometieron a una cirugía plástica para alterar sus facciones entre foto y foto. En otras palabras, cuántos tienen un rostro diferente en cada versión de las láminas. Segundo, los invitamos a identificar a los miembros de la comunidad islámica afincada en Maicao y en el resto del país que amablemente posaron para que miles de coleccionistas colombianos no tuvieran que cargar con la frustración de tener en sus anaqueles un álbum Panini de un Mundial sin llenar. Como premio tenemos para ustedes una caja de láminas del álbum Navarrete de la Copa América 2001.
Recién salió el álbum (el primero desde 1986 que no imprimía y distribuía Carvajal con carátula exclusiva para Colombia) los primeros en comprarlo creyeron que les había correspondido un ejemplar defectuoso. Al reclamar notaron que no, que en todos los ejemplares faltaban los números y el contorno de las láminas en la página correspondiente a Iran (luego, los más observadores notaron que lo mismo sucedía con tres ingleses, pero de eso nos ocuparemos en otra entrega).
El rumor pronto cogió fuerza: había sucedido lo impensable, el álbum Panini venía sin un equipo. Como si el tarjetón viniera sin un candidato, como un minicromos sin foto de la señorita Vichada. Después del asombro vinieron, cómo no, los rumores. Que en Irán la religión no permite que le tomen fotos a la gente por que se les va parte del alma, que el Ayatollah de turno había prohibido que sus súbditos dedicaran tiempo a semejante nimiedad, que Panini planeaba entrar con fuerza al mercado estadounidense y que un buen gesto en este sentido era «ningunear» a los iraníes. Después de mucho especular, finalmente llegó la versión oficial: Panini (la empresa italiana, no la cigarrería bogotana de la calle 100 con 11) había fracasado en su negociación de los derechos de imagen de la selección iraní y que por tal razón había optado por imprimir sólo una cantidad limitada de láminas que estarían disponibles para los coleccionistas que las solicitaran por correo.
Mientras se divulgaba la versión oficial, en medio de tanto caos y confusión, un noticiero llego incluso a emitir un informe en el que el agregado cultural de la embajada iraní anunciaba haber llegado a un feliz acuerdo con la empresa encargada de la distribución del álbum en Colombia (Ediciones Culturales) para la impresión de unas láminas especiales destinadas exclusivamente al mercado colombiano. No se sabe si como resultado de este convenio gráfico-cultural o de la reproducción masiva de las láminas que algún coleccionista le solicitó a Panini, el hecho es que faltando poco para que comenzara el Mundial, las monas, caramelos o láminas iraníes de repente arribaron a bordo de una alfombra mágica a los puestos de venta e intercambio informal que en vísperas de la Copa del Mundo pueblan las aceras de nuestras ciudades.
Una versión de las láminas tardías de Irán.
De dudosa calidad y resolución (algunas incluso se vendían en blanco y negro) y, sobre todo, sin ninguna certeza de que la identidad de los sujetos que posaban en efecto correspondía a los nombres que aparecían en el álbum o si se trataba de miembros de la comunidad islámica afincada en Maicao, las láminas iraníes -en diferentes versiones- finalmente llegaron a la desértica página de este histórico álbum Panini.
¡Qué mal ha hecho a nuestro país ese cuento de la malicia indígena! Cada colombiano que se respete alguna vez se ha ufanado de sobornar un policía de tránsito o no devolver nunca la botella de vidrio a la tienda del vecino que le fía en los momentos que se acorta la quincena. Las avivadas típicas de meter un billete falso en un colectivo de noche o hacerse el dormido en los puestos para minusválidos en Transmilenio han hecho que nuestra fama de maliciosos sagaces sea un estereotipo más que colgamos en el collar de arepas.
José Joaquín Torres es un hombre amable, de gesto adusto y que seguramente jamás quedó debiendo una finca en el estanco cercano. Menos iba a dejarse pervertir por la tentación de darle unos calados a un policía de tránsito que le pusiera una infracción por pasarse la luz roja. Es que su palabra era la ley. Vestido de negro, salió siempre a campos de Colombia, Sudamérica y el mundo a impartir justicia. Fue el árbitro que representó a nuestro país en USA 1994 y –pensando maliciosamente- el único que reza para que a la selección le vaya mal en una Copa del Mundo: es que así se puede quedar más tiempo dirigiendo en el torneo.
Pues el bueno de José Joaquín pagó por la cantidad de compatriotas que se han dedicado a hacer pillerías como comerse las uvas que exponen en las góndolas de Romi, o embaucar a los sacerdotes de las iglesias hace unos años, dando generosas limosnas de 50 mil pesos en monedas falsas de mil. Supieron que Torres era colombiano y los hombres que estaban en el campo decidieron ir un paso más allá de la “Malicia indígena”.
Todo esto pasó en el anodino marco que podía ofrecer un partido disputado entre Bélgica y Marruecos, el que abrió el grupo F. No era de extrañarse que los europeos les estuvieran pegando un baile a los africanos, De hecho Bélgica empezó ganando a los 11 minutos con gol de De Gryse.
¿Y el arbitraje? Nada fuera de lo común. Muy aplicado, Jose Joaco amonestó a tres belgas y a tres marroquíes. Su mayor reto llegó en el minuto 88 de juego. La FIFA recomendó a todos los árbitros en esa Copa del Mundo que si un futbolista era derribado por un adversario sin tener más rivales delante de él, con el arco a su disposición, el agresor tendría que ser expulsado de inmediato. Fue la famosa invención del “último recurso” que castigaba a los infractores y de paso, haría subir el promedio de goles de los mundiales.
No tenemos dudas de que nuestro crédito arbitral jamás llevó copialina a los exámenes a los que someten a los réferis y que tampoco se colinchò en un carrito de golf para mejorar sus tiempos en el test de Cooper. Pero el pobre Torres, al presentar el examen práctico, pasó un papelón similar al de nuestra selección en ese torneo.
Mohhamed Azmi era el arquero de Marruecos. No hubo uno más malo que él durante esa Copa. Todos los goles que le hicieron a su equipo fueron su culpa. Y en el minuto 88, un delantero belga escapó a la marca de los magrebíes y se fue solo, directo a la portería. Su único oponente era Azmi, que acorde a su flojo Mundial, no usó las manos para detener al atacante: directamente salió corriendo y lo bajó con una plancha criminal: a la luz del reglamento era tiro libre directo y expulsión del portero. Sencillito, no había cascaritas en ese examen.
Como Azmi sabía que le pondrían tarjeta roja y hasta de pronto cárcel, temió ir a dar a un calabozo colombiano al lado de alguno de los Faciolince y para gambetear lo inevitable, se hizo el lesionado. Torres se disponía a dar rienda suelta a ese reglamento del que tanto se apegó en su carrera pero los marroquíes, sin un pelo de idiotas, le hicieron un cambalache digno de vendedor de antenas robaseñal en la avenida Jiménez.
Mientras ambos bandos reclamaban, Torres buscaba su estilógrafo Allegro para hacer anotaciones en su tarjeta. En ese instante el banco de Marruecos se avivó y puso a calentar al arquero suplente. De pronto, Torres fue impotente al ver que al arquero lo sacaban en esos carritos de golf en los que él no quiso montarse para cortar camino en los test de Cooper. En la línea de cal esperaba presto el portero suplente y Naybet, zaguero africano canchero, empezó a presionar a JJ para que entrara su compañero.
Torres, en medio de semejante embolate, autorizó el cambio y no expulsó a Azmi, que fue lo que debió hacer desde un comienzo. Marruecos siguió con 11 en el campo y los belgas también quedaron medio despistados.
Hoy Torres no debe ser bienvenido en Marruecos: gracias a su desacierto, Azmi siguió tapando en durante el Mundial.