Alonso “Cachaco” Rodríguez

En sus ratos libres podría asesorar a políticos que salieran “quemados” en elecciones de Senado y Cámara porque su especialidad como entrenador de fútbol, fue siempre apagar incendios.

Como si fuera un elemento de utilería en Santa Fe, cada vez que un técnico famoso fracasaba por esa extraña condición que ha dejado a los rojos bogotanos ayunando título durante más de 30 años, los dirigentes levantaban el tubo y lo llamaban a su casa, o al teléfono de los vestidores. Como si estuviera siempre listo, como un obeso pero obediente Boy Scout, el “Cachaco” acudía siempre, vestido con sudaderas anacrónicas, gorrita de larga visera y papada monumental.

Pero más allá de que siempre se le trató como “interino”, el “Cachaco fue uno de los últimos entrenadores en darle felicidad a los fanáticos santafereños, con el subcampeonato conseguido en 1979 por los cardenales, a donde llegó de urgencia para reemplazar a Leonel Montoya que fracasó con el equipo). En ese conjunto estaban James Mina Camacho, Bienvenido Arteta, Lenis Faillace, Eladio Mideros, Rubén Flotta, Moisés Pachón y Ferney Balanta entre otros.

La única vez que nuestra memoria nos deja visualizarlo como técnico en funciones fue en el Deportivo Pereira de 1988, con el que consiguió un cupo en el octogonal final de ese año.

A mediados de 1997 tuvo su última aparición bomberil en el banco cardenal en el interregno entre Pablo Centrone y Finot Castaño. Hasta hace poco estaba como entrenador de la escuela de fútbol Parmalat..

Néstor Pizza

Su apellido es credencial suficiente para pertenecer a a este selecto club. Sin embargo, no es este el único mérito en su haber. Fue también Néstor un eterno suplente, un central bastante limitado y, muy en sus comienzos, una promesa en el Deportes Tolima de Jorge Luis Bernal (si, el mismo) y en la selección que nos representó en los ODESUR’86 que tenía como base a los pijaos y a Juan Topo como seleccionador.

Defensa, lateral y volante de marca, a este antioqueño en raras ocasiones se le vio otro número diferente al cuatro en su espalda. Técnica no derrochaba y sus movimientos se parecían más a los del «Gringo» Palacios que a los de Andrés Escobar. Sin embargo, un as bajo la media cargaba Néstor: esporádicos latigazos que, aun cuando en muy contadas ocasiones iban a templar a las redes contrarias, bastaron para hacerlo famoso y temido entre quienes osaron alguna vez cortar la trayectoria de uno de estos obuses.

Formado en las inferiores del América, club con el que se estrenó en el profesionalismo, depués del Tolima-ODESUR llegó a Millonarios en donde supo ser suplente de oro de Conde, Cuesta, Pimentel y Gamero. Titular indiscutido del equipo alterno junto a Jair Abonía, Luis Quiñónez y en contadas ocasiones Alirio Girón, sólo hasta 1991 con la llegada de Retat pudo durante algunos meses ser titular del primer equipo haciendo pareja con Cerbeleón. En Bogotá estuvo hasta finales de 1992 cuando el Unión Magdalena se fijó en él. Pocos meses después, se volvió a saber de él cuando apareció su foto junto a la del arquero paraguayo Claudio Ibarra y a la del delantero argentino Pedro Manuel Olla en una contraportada del Diario Deportivo que reseñaba los jugadores despedidos del Unión por bajo rendimiento. Pocos se despiden del profesionalismo con foto a full color en el primer Diario Deportivo del país.

Después de un corto periplo por la B, Pizza colgó los guayos. Hoy se dedica a la formación de nuevos valores en la naciente escuela Galápagos de la capital..

Tréllez no pudo ser gardel

En una época en la que la cuota colombiana en el fútbol argentino se limitaba al criollísimo «Mono» Navarro Montoya y en la que la que en la revista El Gráfico y especialmente en su «tapa» sólo tenía cabida lo más selecto del fútbol gaucho, la repentina aparición de un colombiano en la portada del entonces semanario alcanzó a ser catalogado en su momento como una de las grandes gestas del fútbol colombiano.

Como lo muestran las imágenes, el despliegue dado a «la Turbina» fue generoso. El trato que le dio la revista a Tréllez fue el mismo que se le daba a un nuevo valor en ascenso o a la figura del momento después de varios partidos «rompiéndola». El artículo –motivado por el alto número de jugadores extranjeros que comenzaban a llegar a puestos que habían sido patrimonio de los jugadores locales– hablaba, entre otros, del millón trescientos mil dólares que había desembolsado Boca para hacerse a sus servicios y de la necesidad de un compañero para «Manteca» Martínez (un recuadro está dedicado al chileno Ivo Bassay que días después también concretaría su llegada).


Tréllez en la Boca, posa para el Gráfico recién desempacado.

El artículo no escatimaba tampoco en elogios para «Jota jota Gol»; hablaba de un delantero «zurdo, hábil, de muy buena pegada y experto ejecutor de tiros libres». Daba cuenta también del brillante palmarés del nuevo refuerzo xeneize: goleador histórico de Nacional y baluarte del plantel campeón de la Copa Libertadores de 1989. A juzgar por la información que aportaba el artículo, Boca no se había equivocado cuando prefirió al de Turbo y no a un ignoto delantero del Cruzeiro conocido en su barrio y en su casa como «Ronaldo» que le fuera ofrecido al mismo tiempo que Tréllez al club de la Ribera.


Menotti, técnico de Boca, le da la bienvenida a Tréllez. No se conservan registros de la despedida.

Un gol contra Mandiyú de Corrientes, otro contra Gimnasia y Esgrima de la Plata y uno más contra Banfield fue el gran aporte de la Turbina a Boca. En el Gráfico, por su parte, se reforzaron los filtros de la portada. .

Nuevo patrocinador

Por muchos años apoyando el fútbol bogotano a través del club deportivo que lleva su nombre (propietario de los derechos deportivos de buena parte de los futbolistas que pasaron por los clubes capitalinos en los noventa), el Bestiario del balón –siempre preocupado por atraer la pauta de los mejores– le abre un espacio a creciones Irma y con ellos, ese toque de elegancia y distinción que tanta falta hacía en nuestro espacio. .

Especiales del Bestiario: El mito Parmalat

De los mitos que más carrera hizo entre los amigos del fútbol durante los noventa fue el de la inminente irrupción de la empresa italiana en el ámbito futbolístico local. En una década en la que los balances de la empresa parmesana no conocían la tinta roja y la expansión a nuevos mercados era la regla, fue también cosa común que de la mano con la inversión en pasteurizadoras, descremadoras y embotelladoras invirtieran algunos pesitos también en la compra o patrocinio de algún equipo de fútbol local. El caso del parmalat, que gracias al espaldarazo de la firma de Tanzi pasó en pocos años de ser un chico del calcio a uno de los grandes de Europa, sumado al caso de Argentina –con Boca– y al de Brasil –con Palmeiras– llenaban de razones a quienes creian que el pudín, los flanes y la leche deslactosada llegarían a Colombia con un club de nuestro medio como punta de lanza para conquistar al siempre exigente paladar lácteo de los colombianos.

Los rumores en este sentido circularon por dos vertientes. La primera, daba cuenta del interés de la Parmalat por patrocinar a un equipo grande. Los rumores se concentraron fundamentalmente en Millonarios y en menor medida en Santa Fe. Sobre el primero hay que de decir que un lugar común en las disertaciones entre hinchas lamentando la nube negra que se ha posado sobre el club azul en las últimas décadas es la rasgadera de vestiduras por una supuesta negociación malograda en el último minuto que le habría garantizado a Millonarios un jugoso patrocinio durante un buen período de tiempo cortesía de los animalitos de peluche que tanto good will le han traído a la quesera italiana.

La segunda, que se apoyaba en el caso del Parma, hablaba del interés de la empresa por hacerse a a un club chico para impulsarlo y al cabo de dos o tres temporadas llevarlo a la élite del fútbol colombiano. Los protagonistas en este caso fueron el hoy desventurado Cortuluá y el hoy renombrado Lanceros de Boyacá. Quienes sostenían que el equipo corazón sería el que finalmente conquistaría el corazón de Tanzi aseguraban que la mediación de Faustino Asprilla sería más que suficiente para que el equipo del centro del Valle fuera el favorecido. En la contraparte estaban quienes –como lo certifica este artículo de la revista Deporte Gráfico– estaban convencidos de que el equipo insignia del departamento potencia lechera del país sería el elegido. Especulaciones fueron, chismes vinieron hasta bien entrada la década sin que nada se concretara. Finalmente, y sin mucho aspaviento, la firma italiana terminaría por montar su propia escuela de formación para los niños y jóvenes de la capital a cargo de viejas glorias como Juan Carlos Sarnari, Luis Gerónimo López y del gran Alonso «Cachaco» Rodríguez. Mientras esto sucedía el Lanceros pronto pasaría a ser Lanceros Fair Play, para después transformarse en el recordado «Chía Fair Play». Al Tulua, por su parte, le esperaba un camino de bienaventuranzas. .

Capos de los noventa

Con su inconfudible estilo, Ricardo Henao Calderón analiza el presente de los dos equipos que marcaron la pauta en el fútbol colombiano comenzando los noventa. La nota es con motivo del primer enfrentamiento entre ambos equipos por la Copa Libetadores de 1992, año en que regresó el torneo a los estadios colombianos después de la sanción impuesta por la Conmebol a finales de 1990..

El visitante del mes

El Bestiario del balón, siempre preocupado por brindarle la más cálida de las acogidas a sus lectores y por estimular la participación activa de quienes nos visitan, ha decidido ofrecer mensualmente esta sencilla distinción al visitante que ustedes consideren que ha participado de forma más activa y acertada dando ejemplo de decencia y buenas costumbres.El ganador será reconocido con un poderoso botín Tony II (el izquierdo, el derecho lo entregaremos el próximo mes).Los nominados de este mes son:

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Especiales del Bestiario: Colombia sub20 vs. River Plate, Torneo de la Esperanza 1993

Algo poco frecuente en las delegaciones argentinas que han visitado este país es la falta de espirítu deportivo e hidalguía a la hora de asumir las derrotas. Una rarísima excepción a la entereza con la que los hermanos gauchos suelen asumir sus derrotas cuando ocurren en esta esquina privilegiada de Suramérica ocurrió a comienzos de 1993 durante el Torneo de la Esperanza celebrado en el Valle del Cauca. Este torneo (el mismo en el que participó el ya mítico Real-Kokoriko) reunió equipos juveniles de Europa y América y sirvió como fogueo para la selección Colombia sub20 que se preparaba para el mundial de Australia de la categoría.

Las imágenes que acompañan este texto corresponden al último partido de la primera fase disputado en Buga entre la selección Colombia y los juveniles de la banda cruzada. Una serie de decisiones arbitrales que no fueron del agrado de los gauchos generaron una reacción algo desmedida por parte de los impetuosos juveniles riverplatenses que, liderados por Matías Biscay, se enfrentaron no con el juez, ni con los juveniles colombianos sino con el pueblo vallecaucano (con el refuerzo de la fuerza pública) que atendió la invitación de los argentinos para ingresar a la cancha y dar inicio a un memorable derroche de puños, patadas y mordiscos.


Un agente del orden intenta reducir al enardecido riverplatense

La velada terminaría en la estación de policía más cercana a donde fue conducido buena parte del plantel de River Plate para responder por los cargos de lesiones personales y daño en bien ajeno. Fue necesaria la intervención del cónsul para liberar a los muchachos de los cargos y permitir así su rapido regreso Buenos Aires. Las reacciones al día siguiente fueron de antología: acusaciones de «malcriados» y «patanes» surgieron por doquier; hubo amenazas de elevar sendas denuncias ante la la CONMEBOL, la FIFA y la OTAN; el país entero de pie mostró su indignación ante el infantil proceder de quienes habían sido acogidos con los brazos abiertos en esta tierra cálida, hospitalaria y madrugadora. Hasta el obispo de Buga aseguró que la excomunión podría caer sobre estos enemigos de la moral, el civismo y las buenas costumbres. Voces delirantes llegaron incluso a sugerir el alistamiento de un escuadrón de nuestros vetustos Mirages para que se desplazaran al sur a resarcir la honra de la nación.

Una semana después, superado ya el diferendo binacional, nada se volvió a saber de las amenazas que hablaban de llevar el caso ante la FIFA ni mucho menos de las denuncias penales. Todo pasó rápidamente a ser un desvirolado episodio más entre tantos que han tenido como escenario nuestros gramados que hoy el Bestiario, fiel a su misión, rescata del cruel olvido.

P.D. Según la leyenda, en esta nómina figuraba el «Burrito» Ortega. Sin embargo, hemos podido confirmar que no había ningún Ortega en la delegación..

Papá Miguel

Goleador con el Junior campeón y con la transferencia lista para incursionar en Italia con el Bari, la navidad de 1993 no podía ser mejor para el popular «Niche». Tanto que no remilgó cuando la gente de Deporte Gráfico le propuso enfundarse el traje de San Nicolás para el especial de «Junior campeón» de la revista. Semanas más tarde se embarcaría en la que sin duda ha sido la incursión más bizarra de un compatriota en ligas del exterior. Sin mucho ruido y alternando entre la tribuna y el banco de suplentes, el «Niche» supo mantenerse por más de cuatro temporadas en el calcio con una breve escala en la liga española con el Mérida..

Facsímil de la Libertadores ´89

Estas fueron las declaraciones del réferi argentino Juan Bava en torno al juego Nacional-Danubio, válido por las semifinales de la Copa en 1989. La nota se la dio, mucho tiempo después a la Revista «El Gráfico», de donde extractamos estas líneas.