Tommy Mosquera

Quién lo creyera, Tommy Mosquera, capo en el olimpo de los troncos santafereños, se asomó primero al fútbol profesional en Millonarios. De la entraña del club Chigüiros, Millonarios, antes que Santa Fe fue el primero en poner sus ojos en el jóven valor adquiriendo sus derechos a mediados de los noventa. En Millonarios hizó un rápido tránsito por las categorías inferiores hasta finales de 1996 cuando tuvo una brevísima escala en el Cóndor de la Primera B. Regresó en abril de 1997 cuando la participación del primer equipo en la Copa Libertadores fue la excusa para aumentar la cantidad de jugadores del plantel profesional. Esto le permitió a Tommy compartir algunos momentos inolvidables en los entrenos con verdaderas leyendas como Eduardo Orozco y Álvaro Aponte.

Para comienzos de 1998, tuvo lugar un recorte de nómina que tuvo Tommy tuvo el honor de encabezar. Después de algunos ires y venires y dimes y diretes en los que estuvo cerca de ir a engrosar la nómina del Real Floridablanca, Tommy terminó reforzando el equipo de primera C que participaría en la copa «Tutti Frutti». Molesto, pues había sido forzado a retornar a su antigua condición de amateur, Tommy se valió de un jurista para entablar una acción legar contra el equipo azul con el fin de que le fueran entregados sus derechos deportivos ante las arbitrariedades de las que había sido víctima. Sin haber debutado aún en el Campín, Tommy tuvo la oportunidad de debutar en las altas cortes gracias a que su tutela llegó, después de sendos fallos y apelaciones, hasta la honorable Corte Constitucional. En la corte, a Tommy lo acogió la siempre paternal y cálida figura del entonces magistrado Carlos Gaviria. En el fallo, con la firma de Papa Noel, la corte le ordenó «al Club Deportivo Los Millonarios que, dentro de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes a la notificación de la presente providencia, proceda a entregar a Tommy Mosquera Lozano sus derechos deportivos.»

Con sus derechos en la mano, a Tommy le tomó algo de tiempo volver a tomar su rumbo. De él se volvió a saber en 2001 cuando engrosó la nómina de Estudantes de Mérida aportando un gol (el primero del que se tiene registro). Su descollante actuación en la tierra del Maltín Polar, le dio los credenciales suficientes para ser uno de los refuerzos de Santa Fe para el Apertura de 2002. Los que sabían de su trasegar tenían motivos para ilusionarse cuando lo vieron entrar al campo con la 23 en la espalda. Igual que Léider, Tommy también había salido por la puerta de atrás del rival de patio. Partiendo de esta base, muchos santafereños en su fuero más íntimo estaban convencidos (como en su momento lo estuvieron con Cristopher Moreno) que el destino tenía un lugar reservado para Tommy junto a Léider y el «Tren». Tres goles en las primeras fechas contra Tolima, Pasto y Huila trajeron un tibio entusiasmo a los generalmente escépticos hinchas cardenales y sirvieron también para detonar el exceso de rigor que en estos casos suele correr por cuenta de la gente del Diario Deportivo que, sin preguntar mucho, terminó metida en las cobijas y en la ducha con nuestro buen Tommy.


Tommy, en la cama con el DD


Próximo a darse un duchazo de agua salada, cortesía del DD

Tanta sal en cantidades industriales no podía sino malograr la carrera de la naciente promesa a quien, no podía ser de otra forma, se le mojó la pólvora durante el resto del 2002. Abucheado por la parcial y sin nadie ya que se interesara en una instantánea de su duchazo diario, Tommy partió rumbo al sur, en donde disputó seis partidos y anotó un gol con Defensores de Belgrano en el ascenso argentino. Según nos comentan nuestros corresponsales, a Belgrano llegó con fama de goleador y salió por la misma puerta por la que abandonó las toldas cardenales. Después de su paso por Defensores se perdió su huella lo que de ninguna manera descarta un regreso suyo a Santa Fe. .

Pedro Pablo Rodríguez

Durante un par de años atajó bajo los tres palos del Deportivo Pereira, donde alternaba titularidad con Darío “El Fresco” Aguirre (Apodazo ese). Pero más allá de su presencia, mezcla de comegato con músico de Motley Crue, su verdadera hazaña es que en una misma temporada fue víctima de sus propias distracciones y recibió dos inolvidables goles de colegas suyos; de arqueros.

De estilo espectacular (volaba cuan largo era y sus mechas se alborotaban en el aire como modelo que posa en una sesión fotográfica ante un ventilador Shimasu a toda potencia), Rodríguez tuvo su primer padecimiento en el Estadio Pascual Guerrero de Cali. Miguel Calero, en esos tiempos portero de los caleños, lanzó un pelotazo de 70 metros hacia el área rival para que Ricard buscara desnivelar un juego entre Cali y Pereira, que hasta ese momento (minuto 91) sacaba un valioso empate 1-1

El balonazo largo de Calero encontró a Rodríguez en las puertas del área y estorbado por sus defensas y atacantes rivales, saltó a capturar el balón con saldo negativo. La pelota se fue rebotando mansamente hasta la línea de sentencia. Ahí Calero tomó fama de arquero goleador y Rodríguez entró en depresión profunda.

Su nivel bajó ostensiblemente y como parece que su destino estaba enmarcado para ser el antihéroe habitual que aparece en las grandes hazañas, recibió el primer gol de tiro libre de René Higuita en el fútbol colombiano.

El pobre Rodríguez, con lágrimas en los ojos quería revancha y la tuvo en ese mismo juego: hubo un penal a favor de su club y él, con furia, venció a Higuita y celebró el tanto como si se tratara de un gol en la final del mundo. El hecho de celebrar alocadamente, casi dedicándoselo a un ídolo como Higuita, le costó que cada vez que tocara el balón, bajaran de las tribunas chiflidos insoportables contra su figura.

El gol que hizo, además no sirvió de nada: el Pereira perdió esa noche 3-1 con Nacional. Su rastro se perdió en la Perla del Otún, donde nadie debe acordarse de él. Pero esa es nuestra misión en el Bestiario del balón: recordar los “extras” que actuaron en el fútbol de nuestro país.
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Especiales del Bestiario: Dinastía Riosucio

El Bestiario del balón, siempre preocupado por rescatar la historia no oficial del fútbol colombiano, da inicio a una serie de especiales sobre equipos que por diferentes razones hoy no nos acompañan. El encargado de inaugurar la saga es el Deportes Dinastía Riosucio, club que en representación de este municipio caldense tuvo el honor de hacer parte del selecto club de 10 equipos que en 1991 inauguraron el torneo de ascenso conocido hasta 1997 como «Copa Concasa».

Fundado en 1989, su primera participación en el ascenso –bajo la dirección técnica de Heberto Carrillo– terminó con un decoroso quinto puesto y con dos valores que más adelante darían de qué hablar en el medio: Juan Carlos Henao y David «Cachaza» Hernández. Para 1992, el aceptable desempeño de la primera temporada dio paso a la debacle. El punto más algido de la temporada tuvo lugar el 19 de julio de 1992 cuando el Atlético Huila, con un potente ataque comandado por el gran «Teacher» Berrío, atendió al disminuido equipo caldense con un 10-0 que hasta hoy sigue siendo la goleada más abultada en la historia de la categoría. A este dato hay que añadirle que los dos enfrentamientos anteriores entre estos dos equipos, el 10 de mayo y el 28 de junio, habían terminado 5-0 y 6-1 respectivamente, siempre a favor de los opitas. Cabe aclarar también que el arco de Dinastía ya no estaba a cargo de Juan Carlos Henao, quien a comienzos de año fue llamado por el Once Caldas para ocupar el puesto de tercer arquero. Nada pudieron hacer José Rivas, José Reales y Arturo Candanosa, tres de los mártires de ese año, para ayudar a a salir al Dinastía del sótano de la B, locación que no abandonó durante todo el torneo.


Emblema que inmortalizó al Dinastía

Para finales del 92, el sueño de ver los grandes del fútbol colombiano desfilando por el Municipal de Riosucio había terminado de la peor forma. Sin embargo, a manera de consolación, el Municipal si vio desfilar en 1993 lo más selecto de la Copa Mustang cuando el Once Caldas fue su inquilino en el tiempo que le tomó al antiguo Fernando Londoño renacer como el Palogrande que hoy conocemos..

Andrés Cerquera

Hay jugadores como Bonner Mosquera que le han dado la vida a un equipo recibiendo a cambio la alegría de levantar una copa Tecate en el mejor de los casos. Hay jugadores como Andrés Cerquera que le han dedicado sus ratos libres a una institución y a cambio han recibido la oportunidad de levantar el trofeo de un torneo internacional de clubes avalado por la FIFA.

De nuestro homenajeado se comenzó a saber a comienzos de 1999 cuando hizo parte, junto con Andrés Chitiva, de la nómina de Montaña y Fandiño que se coronó campeón del tradicional Hexagonal del Olaya, «Amistad del sur». Meses más tarde reaparecería en el panorama haciendo parte de la nómina alterna con la que Millonarios disputó la Copa Merconorte de ese año bajo la batuta de Luis García. Un gol, el del descuento contra Barcelona de Guayaquil en Bogotá, fue su balance. Debemos aclarar a esta altura que por algún extraño motivo las apariciones de Andrés se limitaron este año a los partidos nocturnos que entre semana se disputaban con motivo de esta competición.

Para el año entrante la tendencia continuó. Mientras las apariciones de Cerquera en los partidos del torneo local se limitaban siempre a aforar el banco de suplentes y a intrascendentes apariciones en tiempos suplementarios, en la Merconorte era común verlo en la nómina titular y disputanto partidos completos. Pareciera como si García –con García, todo es posible– lo tuviera reservado únicamente para la Merconorte garantizandole así a este «internacional» el sagrado descanso del domingo (no se descarta entonces que Andrés oficiara de forma paralela como pastor). Pastor o delantero, el hecho es que estuvo en el gramado del Capwell de Guayaquil en el partido de vuelta que los azules disputaron contra Emelec. Y si que estuvo. Tanto, que en la fotografía del título, la misma que circuló por todo el mundo en la revista de la Conmebol, la que se exhibió en la sede administrativa del club, la copa, la única copa internacional de Millonarios y la única en los últimos 18 años, aparece en sus manos. ¿Y Bonner? Bien gracias. Sendos ataques de ira del de Condoto con arremetida incluida contra el cuadro forzaron la decisión de archivarlo.

Su fulgurante carrera se apagó a comienzos de 2002.

Gracias, enunabaldosa..

La prueba reina

La unidad investigativa del Bestiario del Balón encontró una de las imágenes más difíciles de registrar de nuestro fútbol en los ochenta: Carlos Fernando Navarro Montoya vestido como un colombiano más en aquel repechaje hacia el Mundial de México 1986 en el que Colombia perdió sus chances frente a Paraguay al caer 3-0 en Asunción y ganar 2-1 en Cali.

Navarro, hijo del argentino Ricardo Navarro, arquero del Caldas, defendió la portería colombiana en estos dos juegos. En esos tiempos el “Mono” se solazaba haciéndole “pistola” a los hinchas de Millonarios en los clásicos de la época contra Independiente Santa Fe y, tal vez desconfiando de sus condiciones, prefirió asegurar una foto para la posteridad, así fuera en una selección de pacotilla, antes que quedarse esperando una oportunidad en la inalcanzable Selección Argentina.

Y nosotros, como para que no se le olvide, desde esta ventana se lo recordaremos por siempre: aunque rajes de Colombia, eres un compatriota más, querido Carlos Fernando.

En la imagen. Arriba: Luis Murillo, Víctor Luna, Miguel Prince, Navarro Montoya, Jorge Ambuila, Alvaro Escobar. Abajo: John Edison Castaño, Anthony De Ávila, Carlos Valderrama, Alex Escobar, Willington Ortiz..

El zapote mecánico

Como en la imagen, el fútbol colombiano estuvo de espaldas durante años cuando escogió por motivos desconocidos este color naranja acaramelado para vestir a los integrantes de la Selección. Muy a pesar de las goleadas en contra y los constantes embates sufridos ante equipos poderosos como Brasil, Argentina o Uruguay, esta foto, que data de 1984, muestra el desespero argentino durante un amistoso jugado en Bogotá, que Colombia ganó 1-0 ante los gauchos, (gol de Prince) siendo este triunfo, el primero de una escasísima saga de victorias colombianas ante los argentinos cuya más nefasta expresión fue el 5-0 de septiembre de 1993.

En la imagen podemos reconocer rápidamente a los argentinos: Oscar Ruggeri, Jorge Rinaldi, Miguel Russo, Daniel Ponce y Ricardo Gareca. Del lado colombiano aparecen, de espaldas Miguel Prince (15), Gildardo Gómez (6), Pedro Sarmiento (5) y un lujo completo: Alfredo “El Pirata” Ferrer vestido con la camiseta de Colombia. Es el mechudo de la derecha que está al lado de Gareca.

Poco después las imágenes cambiarían: Mientras los argentinos rompían tablas de rating con la transmisión de la final de México ´86 entre Argentina y Alemania, en Colombia los 80 puntos de rating (la medición más alta de la historia) se los llevaba la oscura familia Olmedo, de la serie “Los Cuervos”..

Cambio de correo

Víctima del maldito SPAM, nuestro tradicional correo «[email protected]» ha dejado de existir. Ahora pueden contactarnos y enviar sus aportes a «[email protected]«.

La redacción .

Sueños del León

Silencio.No hagan ruido. El «León» se puede despertar..

Carlos Castro Varón

Tuvo la mala fortuna de ser homónimo de un goleador. Algo que no viene nada bien más cuando se es volante de marca, posición más propensa al trabajo efectivo quizás, pero silencioso. Para diferenciarse del goleador de Turbo, el «crédito de Arcambuco» debió recurrir en más de una ocasión a su segundo apellido: «Varón». Apellido que, por cierto, no desentonaba con sus modales en la cancha. Hay que decir que era guapo y rendidor, su estampa aún se recuerda en el antiguo San Bonifacio.

Este tolimense, que debutó en el Quindío, tuvo sus cinco minutos de fama entre 1995 y 1997 cuando se vio beneficiado por esa extraña fijación que por esos días le entró al Bolillo y que lo llevó a incluir en cada convocatoria un volante de marca del perfil del «Tyson» Hurtado o Gustavo del Toro. Sus días de becario en la selección lo catapultaron a la capital. Comenzando 1997 fue anunciado como nueva incorporación de Millonarios. Llegó a Bogotá, se enfundó la azul y entrenó durante varios días hasta que una rabieta del sendador Camargo lo obligó a tomar un Bolivariano de regreso a Ibagué.

En Ibagué, tierra bestiarista, permaneció hasta finales de ese mismo 1997. A comienzos de 1998 rodó a Neiva de donde partiría, un año más tarde a Pasto, ciudad en la que permanecería hasta 2001 cuando, presumimos, se lo tragó el Galeras pues ningún registro se conserva de su trasegar después de esta fecha.
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Decapitados por la guillotina

Una de muchas batallas campales que se han librado en los estadios del país tuvo lugar a mediados de 1976 cuando Millonarios y Junior disputaron la final del torneo apertura. El partido de ida, en Barranquilla, terminó con un inobjetable 4-1 a favor de los tiburones. El de vuelta, en Bogotá, se saldó con victoria azul 3-1. De acuerdo con la reglamentación vigente para la época, este resultado obligó al ábitro Ómar Delgado a decretar un alargue de 30 minutos. Fue durante este tiempo suplementario que Miguel Ángel Converti se hizo presente con un 4-1 que desencadenó una gresca memorable. Cuenta el corresponsal que en medio de la zambra –que obligó la intervención de las fuerzas del orden–, tanto azules como costeños y Policía, todos dieron su vuelta olímpica. Días más tarde, la Dimayor decidió que el campeón del Apertura se decidiría por un sorteo televisado que terminaría favoreciendo a los de Curramba.

Pero el rifirrafe no terminó cuando cayó la moneda. Este se prolongó en los micrófonos de Radio Cadena Nacional; para más señas, en el espacio del programa «La guillotina» que sirvió de marco para el enfrentamiento entre el Alberto Piedrahita Pacheco, «El padrino», (no el padre, el mismo que hoy todavía funciona) y Édgar Perea (no el abuelo, el mismo que hoy todavía disvaría). La pérdida de estas dos figuras por parte de RCN mereció este artículo de la revista «Antena» que llega a ustedes por cortesía de nuestros amigos del Museo Vintage..