
Sobre los marcadores electrónicos de los estadios del país se podría escribir toda una saga. Un Bestiario propio. Cada uno de nuestros marcadores electrónicos carga a cuestas una historia de vida de esas que pondrían a babear a cualquier documenalista ávido de sórdidas biografías para llevar a la pantalla. Entre estas historias se cuenta la del flamante marcador electrónico a color que en el segundo semestre de 1994 se inauguró en el Atanasio Girardot para orgullo del pueblo antioqueño.
El marcador, recién estrenado, fue uno lo de los grandes protagonistas del título que ese año consiguió el Atlético Nacional: como lo muestra la foto, en él fueron apareciendo uno a uno los nombres de los héroes de aquella tarde. Se dice también, que en él se alcanzaron a proyectar los goles de la fecha de ese domingo en la liga italiana, para entretener con ellos a los aficionados que ansiosos aguardaban el clásico paisa. Otros, un poco más alicorados, aseguran haber visto en el marcador a Fabio León Naranjo. Aristizábal o Fabio León, el hecho es que a los pocos meses el marcador pasó a engrosar la lista de marcadores electrónicos inservibles que tanto abundan en nuestros estadios cuando se descubrieron una serie de anomalías en el contrato suscrito con Publik, firma encargada de proveer el pizarrón. Sólo en esporádicas ocasiones se le pudo ver funcionando apagandose definitivamente a mediados de 1999.
En calidad de elefante blanco el marcador permaneció durante varios años abandonado en el extremo norte del máximo coliseo deportivo de los antioqueños. Hace unos meses fue desmontado, con la promesa de que uno «a la altura de los mejores estadios de Europa» tomaría su lugar. Inmediatamente se despachó a una comisión de expertos con destino al Viejo Continente para que tomen las medidas del caso y averigüen de una buena vez a qué altura están ubicados los marcadores en los mejores estadios de Europa. .








