El último gol del que se sentó sobre la pelota en el Maracaná
En épocas del «zapote mecánico», Colombia tenía tres canales de TV y seis goles en contra antes de jugar cualquier partido de eliminatorias. Por esos años Eduardo Emilio Vilarete era el hombre que, como Falcao García en estos tiempos, quedaba desconectado del resto del equipo. Defendían 10 y Vilarete se quedaba intercambiando teléfono con el arquero rival para buscar una transferencia a un fútbol en el que sí le levantaran la bola porque en Colombia, en la selección mejor dicho, la inanición era su amiga fiel. Se moría de hambre, lejos de quienes tocaban el balón, confiado en que un pelotazo lo encontrara al arquero rival guardándose el esfero en el bolsillo o dejando su agenda telefónica al lado de un palo para que él emergiera con un golazo salvador de cabeza, su gran especialidad.
En las eliminatorias para Argentina 78 andaba en esas mientras miraba cómo Brasil y 100 mil hinchas gritaban goles en el arco de su equipo. Fue 6-0 al final, pero cuando llegó el cuarto, obra de Marinho, Vilarete sintió que como siempre, iba a quedarse parado 90 minutos, igual que usuario de Supercade con recibo rosado de teléfono fijo. Se cansó de mirar cómo el resto se divertía -los brasileños- o sufría -cual defensa colombiano ante Roberto Dinamita-, se cansó y pidió un break.
La pelota llegó a la bomba central y el hombre se sentó encima de ella. Pero no le habló: lejos estaba entonces oligofrenia que solamente sabe manejar Quique Wolff. Realmente estaba mamado de aguantar de pie la goleada y su gesto fue tomado en el país como el de la rendición del cobarde, más que del tipo resignado y suficientemente maduro como para dejarse arrollar por la adversidad, verdadero deseo del atacante. En Brasil leyeron su descanso como la humillación más profunda, como cagarse sobre el balón. Una injusticia.
Jugó en muchos lados en Colombia (Bucaramanga, Nacional, Pereira, Tolima, Unión) y en el extranjero (Perú y Ecuador sus estaciones). Ya viejo se retiró en el Bucaramanga, en 1989. Solo hizo un gol, el del video. El último. El 150.
Radiobestiario y Zemaría
Vuelve el podcast que criolliza su reproductor (de música).
En esta entrega:
-¿Zemaría es el mesías? (en cualquier caso, lo siguen robando).
-Reminiscencias de visitas papales. Y del niño y el Papa.
-Nondier Romero tiene el celular de Dios, pero lo manda a buzón.
-Wilfredo Rincón del recuerdo: partidos post conciertos.
-Miguel Ángel hace un dibujo de sus vacaciones.
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Pregunta Antanas, responde Chicho
Los encuentros entre fútbol y política suelen darse en salones de protocolo o en oscuros sótanos escenario de componendas en las que no nos corresponde profundizar.
De ahí lo curioso de esta imagen en la que nada cuadra. El político, ex alcalde de Bogotá, en pose primaveral y luciendo sandalias franciscanas aborda al futbolista que lo espera debajo de un árbol -¿qué tan frecuente es toparse con un futbolista debajo de un árbol?- y no para pedirle que lo acompañe a una próxima gira, que se suba con él a una tarima, sino para que le conceda una entrevista.
La postal, no obstante, tiene una explicación: durante unos meses Antanas fue reportero freelance del noticiero QAP en compañía de John Portela. Quisiéramos conocer el audio de la nota. Saber, por ejemplo, si Antanas le preguntó al Chicho cuál era su mayor orgullo y si el entonces volante de Nacional le pidió el disfraz de super cívico para una fiesta de disfraces que tenía por esos días. Por eso, para el que nos traiga la grabación le tenemos reservadas tres cajas de manillas oficiales de la ola verde (?).
Frente nacional manoverguista
Aporte de Paolo Arenas
Ante las revelaciones hechas por la Unidad Investigativa del Bestiario del Balón sobre esta secta que día a día tiene más adeptos en el fútbol, desde las altas esferas balompédicas se decidió «blanquear» el tema y no tener más secretos al respecto. En la Selección Nacional varios de los referentes del camerino sostuvieron una reunión con José Pekerman para que se les permitiera profesar esta doctrina sin temor a ser vetados por los federativos. El director técnico argentino aceptó la propuesta solo con la condición de no celebrar con el santo y seña de este movimiento, cada vez que hagan gol.
¡Qué feo eso! hay que respetar al público
Iván Mejía, en su «show del gol Criptón», le sacaba jugo hasta al más anodino partido de fútbol. Bucaramanga y Sporting de Barranquilla provocaban grima, pero nunca más que la que le brotó de las venas al
comentarista deportivo al ver que Flaminio Rivas, lateral de los búcaros, hacía un topless insustancial como ninguno. ¿Valía la pena celebrar a rabiar un empate en casa contra uno de los clubes más flojos en Colombia? ¿La hazaña era tan grande como para semidesnudarse en medio de la ciudad de los parques?
Una curiosidad: los anotadores de los goles, Edison Domínguez y Flaminio Rivas, se encontrarían 5 años después en Bogotá trabajando como destacados monaguillos de lujo para Karol Wojtila.
Palomitas memorables: John Kennedy Hurtado en el Milan
En la antología de grandes palomitas de la historia John Kennedy Hurtado merece un capítulo. Y no por ser un eximio cabeceador, por palomita entendemos esos instantes en los que Dios, el demiurgo o quien sea que despache en la administración del cosmos sale a tomarse un tintico y permite que pasen cosas, absurdos cameos, que bajo el orden natural del universo jamás ocurrirían.
El caso es que John Kennedy fue beneficiario de uno de estos paréntesis excepcionales del devenir universal. Defensa con pasos por Unión Magadalena, Monagas de Venezuela, Real Cartagena y Deportivo Cali en su hoja de vida además de una convocatoria a selección sub17 en 2001 y una tarjeta plata de Expreso Bolivariano resultado de sus andadurías por Expreso Rojo y Centauros, a comienzos de 2009 la virgen se le apareció en forma de breve prueba nada menos que en el todopoderoso Milan.
Gracias a una movida de su hábil empresario -que todavía hoy es expuesta como caso de éxito en las academias de empresarios- fue a templar al equipo que entonces dirigía Carlo Ancelotti a comienzos de 2009. Estuvo un mes, pero desde que llegó estaba claro que sus opciones de quedarse eran mínimas, en tanto su pasaporte era vinotinto y decía «República de Colombia», y no «Comunidad Europea» como reza en la portada del de Nelson Rivas.
Pero lo de menos era si se iba a quedar o no, llegar a hacer parte de una práctica de fútbol del Milan ya era la gloria para un jugador tan de gama media como él. Suficiente para regresar a pedir copia de las llaves de Palmira, su municipio, más busto en el parque principal y derecho a que el próximo colegio inaugurado lleve su nombre.
De entrada aclaró que iba por el contrato y no por autógrafos o camisetas de sus compañeros. Eso sí, cuentan las malas lenguas que no tuvo reparos en pedirles minutos de celular. Dice la leyenda que tan pronto como vio la oportunidad le pidió «un minutico» nada menos que a David Bekcham con el único fin de llamar al gerente deportivo del Deportivo Cali a decirle que lo estaba llamando desde el teléfono del astro británico. Suponemos que luego le aconsejó a su fugaz compañero incursionar, cartelito colgado, en la venta de minutos premium, diez veces más caros pues son desde «el celular de David Beckham».
Jugó apenas unos minutos de un amistoso contra Hannover. «Antes del partido, en el camerino, abrí el maletín para sacar mis cosas. Como era un amistoso pensé que nos iban a dar un uniforme alterno, pero saqué la camiseta blanca con la que jugamos y me impactó ver que en la espalda decía ‘Hurtado’ y vi el número: 34. ¡La camiseta decía Hurtado!», le dijo en su momento a Jimmy Montes, de El Tiempo.
A este mismo periodista poco antes le había respondido una solicitud de entrevista vía Messenger así: «No, ‘panita’, ahora no me podés llamar. Mirá que todavía no tengo celular y me da pena decirle a Senderos que me deje recibir una llamada en su casa». Lo de Senderos fue un accidente, pudo haberle dicho Ronaldinho, Seedorf, Maldini, Émerson e incluso Beckham. Había que alardear, tenía derecho. Cualquiera en sus guayos lo habría hecho.
Pronto volvió a regir el orden natural de las cosas y a Hurtado le dijeron que muy amable, muchas gracias, pero que quizás el club preferiría gastarse ese cupo de extranjero en un nombre ligeramente más pomposo. Resultado: para febrero ya estaba de nuevo en la sede del Cali donde, cuenta alguien, se conformó un comité de esposas de socios para abordarlo y pedirle que en aras de la convivencia y el ambiente sano se dejara quitar y lavar la camiseta 34.
Pero de algo tenía que servir su fugaz incursión milanesa. Así fuera de trampolín. Gracias a ella le abrieron un campito en el Seattle Sounders. No era lo mismo, por supuesto, tenía que cambiar la Ópera de Milan por el Silverdome, pero iba a estar más tranquilo. De hecho, llegó con el contrato ya firmado. Y, lo más importante, con un plan pospago ya activado.
Luis Daniel Gamarra
De esos refuerzos de perfil mediano que, de entrada, el hincha sabe que no serán un fiasco pero que difícilmente harán curso de ídolos.
Llegó a Santa Fe proveniente de Cienciano de Cuzco en 2005. No había terminado de desempacar cuando ya estaba listo para que lo operaran por una lesión de ligamento cruzado. Regresó en agosto y ya iba alzando vuelo cuando, de nuevo, su ligamento cruzado se partió en dos (igual que su carrera) en la cancha sintética del Nacional de Lima en un partido contra Sporting Cristal por la Libertadores de 2006. Para esa
altura ya llevaba 17 partidos, tres goles, y varias salvas de aplausos.
La que padeció en Lima fue de esas lesiones jarochas de las que los futbolistas nunca logran recuperarse. Gamarra lo intentó, de hecho jugó dos partidos con Real Cartagena en 2007, anduvo por Patriotas y en 2010 figuró en la lista de refuerzos del Bucaramanga, pero sólo en condición de sombra del jugador que alguna vez fue. Pero si en Colombia la gloria le fue esquiva, no lo fue el amor.
En algún momento, no podemos precisar cuándo ni como, sucumbió a los encantos de una bella cucuteña. Enamoradizo, Daniel se sacó o le sacaron, no importa, pieza en la frontera y allí se instaló como un cucuteño más, presidente quizás del club de amiguitos del asadero de Hugo Horacio Lóndero que, supondremos, tarde o temprano heredará.
¿Quién es William González?
Video de elbordillo.co
Esta jugosa rueda de prensa tras el partido Junior-Real Cartagena dejó entre otras una reversa de para atrás, la palabra «fulbo» en toda su dimensión, recuerdos de puertas partidas en dos a karatazos y la incertidumbre por la suerte de William González.
Adivine el personaje…
No parece difícil, más allá de que el bigote y la delgadez de la juventud pueda despistar. Los rasgos están intactos desde 1978 (momento en el que se tomó esta foto, hasta ayer, que decidió no dejarse ver de los fotógrafos).
El ganador recibirá a vuelta de correo certificado una lengüeta marca abidas firmada por Angelmiro Escobar.