Cada vez que un equipo visita Santa Marta busca durante noventa minutos a la llorona que grita en la grandería. El poder del aullido es tan fuerte como la «loca» o el «morrito» que tantos partidos les hicieron ganar al Unión en su hogar. Luego de hacer una inversión millonaria en equipos de alta tecnología de pesquisa -quienes nos vendieron el kokorikóptero fueron aquellos que nos proporcionaron los instrumentos para hacer el hallazgo- la Unidad Investigativa del Bestiario del Balón revela EN EXCLUSIVA la procedencia del sonido que agita las graderías durante 90 minutos y que se asemeja a la alarma de un Renault 4.
Todas aquellas teorías conspirativas que apuntaban a Felipe Nery Franco como dueño de los chillidos, producidos cuando pisaba con sus pies descalzos las hirvientes arenas de las playas en El Rodadero, o a los alaridos de piedra de Jorge Luis Pinto en el momento que se daba cuenta de que Luis Zuleta no estaba en casa cuando iba a visitarlo en ronda nocturna, han caído hoy como el Muro de Berlín.
El Bestiario, como siempre, está un pedalazo antes que todos.