Las despedidas siempre son duras, sobre todo por la sal de las lágrimas

Para 1995 hubo un cambio de rumbo en la vida periodística de Javier Hernández Bonnet. El presentador daba un giro y escapaba hacia Caracol Televisión, después de haber tomado toda la cancha en el Noticiero 24 horas. En esta ocasión, la despedida que le hicieron Paula Jaramillo y Ana María Trujillo -sus coequiperas en el set- fue como debe ser usualmente ese instante: alegre, con muestras de fortaleza y sin dramas. Así como deben ser las despedidas para que quien se va, llegue al siguiente puerto con la tula llena de buenos augurios y no de nefandos recuerdos lacrimógenos. Y en Caracol se consolidó definitivamente su trayectoria, prueba de que, en efecto, un egreso sin show, es de buena suerte.

Una década después hubo otra despedida. En Caracol, pero a diferencia de la del Noticiero 24 Horas, ésta estuvo plagada de  lágrimas y drama. Jorge Alfredo Vargas estaba abotagado, María Lucía Fernández acabó esa tarde-noche con los Kleenex y hasta Paulo Laserna -usualmente inmutable- dejó escurrir un lagrimón sin necesidad de pedirle ayuda a un amigo. Hernández Bonnet se alejaba de su puesto sólido en Caracol para arriesgarse con la política. Su sueño: conseguir una curul en el Congreso. Tal vez si en esa oportunidad no le hubiera dado por llorar al unísono a todo el canal, el buen Javier estaría hoy entre proyectos de ley y sesiones extraordinarias. Pero no le alcanzó -por muy poco- en términos de votaciones.

¿Una despedida con lágrimas trae la sal? De acuerdo a este ejemplo puntual sí, porque tras su primer adiós, Hernández se consagró como gran figura de la TV. Y no hubo un solo sollozo.

 

Radiobestiario y el pajarraco del Mundial

Después de una de sus acostumbradas pausas lúdico-culturales, regresa el podcast número 2 en sintonía de la internet colombiana. Espere en esta edición:

-Lo (poco) que hay del Campín a Andrés Carne de Res y, sobre todo, a Augusto Carne a su Gusto.

-Llegó la hora de las madrinas al FPC, recorrido por las plazas.

-Juan Carlos Lecompte puede terminar cargando dummie de Alexis García.

-Lo que se esconde tras las alas del pajarraco mundialista. Descubrimos la estrategia para lograr aprobación efectiva e inmediata de estadios en ruinas.

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Saluda a Guri-Guri

El guayabo libertador de Gildardo Gómez

«Libertadores no se ganan todos los días, pa-pá». Ese debió haber sido el grito de batalla de Gildardo Biderman Gómez la noche del 31 de mayo de 1989. Y es que después de ganar el campeonato de clubes, más de un jugador verdolaga se inscribió inmediatamente en otro de carácter etílico. Así, esa noche muchos dieron lo mejor de sí para hilvanar una rasca de campeonato que al día siguiente amaneció convertida en un auténtico guayabo trifásico y pomarroso, de esos que se llevarían todos los aplausos en una bienal de resacas. Como lo muestran estas imágenes, Gómez seguramente alcanzó por lo menos la semifinal, sino el título, de este torneo post-libertadores. Para librarse del guayabo, dicen, la única alternativa era el mundialmente famoso caldo de culebra. Por supuesto, todas las miradas recayeron sobre Leonela, único reptil del plantel.

«Chupe Judas»

El Bestiario del balón invita a sus lectores a hacer una pausa en esta semana mayor y sumirse en la reflexión inspirados en esta recreación de la pasión de Cristo con el toque moderno, herético, fresco y juvenil de Hernán Orjuela Buenaventura en su «Notituticuanti».