De cuando en Colombia prohibieron los empates

Darío Aguirre, del Quindío, le da la seudovictoria a su equipo a comienzos de 1998 contra Millonarios.

Las cosas que se le ocurren a nuestros directivos. Entre pentagonales regionales, bonificaciones retroactivas de 0.34 (al cuadrado) y triangulares fantasma brilla con luz propia una innovación introducida a mediados de 1997:  prohibir los empates.

Sí. Tal como lo lee. La medida, que consistía en otorgar un punto extra mediante una definición desde los doce pasos en caso de empate (algo del nivel de mandar agrandar los arcos u obligar a que a los centrales de cada equipo se les aplicara vick vaporub en los ojos antes de saltar a la cancha), tenía, como todas las ideas originales de nuestros directivos, su pasado en Argentina, donde demostró con lujo de detalles sus falencias. Pero esto, como siempre, no fue tenido en cuenta. Se argumentó en su momento que con ella «se obligaría a los equipos a ser más ofensivos y si no, pues ahí estaba la emoción palpitante de la lotería de los cobros desde los doce pasos».  No les importó  que con ella se creara un boquete no sólo en la reglamentación, sino en la vivencia misma del deporte pues además de los tradicionales ganadores y perdedores habría una  zona gris con medioganadores y seudoperdedores.

La veda se aprobó a pupitrazo limpio acompañado de, dicen, vaya uno a saber, sendos disparos al aire, ¡taz!, ¡taz!, ¡taz! y entró en vigencia en el marco de otro adefesio normativo: el torneo adecuación 1997. Recordemos que para 1995, y con la excusa de «sintonizarnos con las grandes ligas europeas», el campeonato colombiano dejó de jugarse de febrero a diciembre para pasar a ser disputado de agosto a junio. El invento sólo duró una temporada (95/96). Para finales de 1996 la Dimayor echó reversa y decidió volver al anterior calendario,  «porque estaba más a tono con la idiosincrasia del pueblo colombiano acostumbrado a acompañar la novena de aguinaldos con octogonal». Esto hizo que en el segundo semestre de 1997 se disputara un curioso torneo llamado «adecuación», cuyo ganador (Bucaramanga, a la postre) disputaría una gran hipermegafinal contra el campeón del torneo 96/97 (América de Cali).

Importante decir que esta es la hora en que no se sabe con certeza si la noticia de esta genialidad llegó a oidos de la sacrosanta International Board. Fuentes que se negaron a revelar su nombre sostienen que el encargado en esa época de informar a la IB de esperpentos como este era, adivinen, el siempre carismático Jack Warner. Otras versiones hablan de una comisión de caducos delegados británicos que para esos días instalaron su cambuche en el bar del hotel Capilla del Mar.

También hay que señalar que la prohibición, como todas,  tuvo damificados. Las más afectadas fueron las madres de los aficionados que, acostumbradas a preguntar, no con auténtico interés, sino como gesto de maternal afecto «¿Y cuánto quedaron?» al regresar su retoño del estadio, debían enfrentarse a un desconcertante:  «no mamá, ni ganamos ni perdimos, otro día sacamos una tarde y te explico».

Ahora, también hubo beneficiados. Y entre ellos se destaca uno: Héctor Walter Burguez, el arquero uruguayo que había llegado a Millonarios justo para cuando se estrenó la medida, se cansó de darle «punticos» extra el equipo entonces dirigido por «Diemo» Umaña cuando este todavía era Diego. Lo aportado por el uruguayo dejó a su equipo muy cerca de la final, instancia de la que fue apeado tras una extraña goleada 0-4 que el Bucaramanga le propinó al Junior en el hasta ese momento inexpugnable Metropolitano. Se trató de un episodio tan oscuro como la derrota de local de Millonarios en ese mismo torneo contra Unicosta, resultado que mandó al Pereira a la B y a un cura a proferir una maldición contra los azules que si bien en su momento no fue tomada en serio, hoy es motivo de investigación y , sobre todo,  de preocupación.

Héctor Burguez, sonríe en casa tras una definición. Cada punto extra ganado por penales le representaba una pata-pernil adicional. De ahí su motivación.

La medida tuvo, seamos justos, su lado bueno. Produjo electrizantes definiciones como la de aquel 8 de mayo de 1998 en que Huila medioderrotó a Tolima 10-9 después de empatar 2-2.  También le dio a muchos futbolistas de equipos de media tabla para abajo sin posibilidades de llegar a una copa Libertadores o a una Conmebol, una vivencia que de otra forma nunca experimentarían. El gremio de los matemáticos también aplaudió la innovación pues a ellos tuvieron que recurrir los equipos para hacerse a una idea, así fuera parcial, de su ubicación en la tabla .

Finalmente el sentido común triunfó y a finales de 1998 se desmontó la prohibición. Como siempre, no estamos en condiciones de garantizar que no habrá un nuevo intento por implementarla. De algo sí estamos seguros y es que jamás se les ocurrirá prohibir el del cobro de tiros de esquina en corto o el tradicional cambio de frente bogotano.

Pasaron de incógnito exprés: 4 en 1

Martin Lawrence-Arnulfo Valentierra. Aporte: Petrit Baquero.

Rick James-René Higuita, aporte: @JJmoras

Dr. House-Quique Sánchez, aporte: @MaoOrtiz

Miguel Ángel Converti-Sebastián Piñera, aporte: @SrCendales

Una gambeta a la realidad

Si nunca lo vio jugar, es hora de que empiece a llorar. No hay hoy en el fútbol colombiano un jugador como él. Una tarde de sol de 1989 contra el Sporting de Barranquilla recibió un saque de banda con la cabeza y se puso a hacer la “21”. Los rivales y la tribuna lo aplaudieron. No fue como  en 1988, que haciendo la misma jugada –incluso más compleja porque durmió el balón en su inmensa calva-  le hizo un gol a René Higuita en Medellín y le regalaron un monedazo en el ojo.

Fue a hacer una prueba en el Stuttgart y no quedó, menos mal por los que siempre quisieron tenerlo ahí, ridiculizando defensas de leña, seguirían pagando la entrada con gusto solo para verlo. Crack en Cali, ídolo irrepetible en Millonarios, y genio con el Medellín subcampeón de 1993 Carlos Enrique Estrada no tuvo nada de bestiarista. Ni sus dientes –unos desordenados granos de maíz peto- , ni su calvicie –propia de empleado bancario de vieja data- ni su paradójico corazón santafereño, que no le dolía cuando con Millonarios le hacía golazos, son merecedoras de una designación a las categorías del oprobio que otros sí se han granjeado con mérito en este espacio.

Esta es la única imagen “Bestiarista” de este superdotado. Nunca jugó en el Junior. De hecho en el octogonal de 1988 Lorenzo Carrabs, el uruguayo invencible, lo sufrió una tarde en la que Estrada lo hizo comer grama con tres golazos muy de la cosecha de la “Gambeta”. Pero en la foto está viviendo una de las alegrías más grandes de su carrera, aunque con la camiseta tiburona. En el camerino del entonces Metropolitano que aún olía a recién pintado, gritó campeón. Con Millonarios, claro. Pero en el desorden del camerino y luego de un intercambio con algún rival, quedó esta postal inédita guardada para siempre.

Radiobestiario Clinton

Un radiobestiario sobrio y tradicional para contarles que:

-Jugadores de Santa Fe, América y Tulua le cantan a Clinton.

-Juan Obelar toca arpa -con guantes puestos- en los buses bogotanos. Primicia.

-Se viene el encuentro de dos mundos: Paris Hilton y Hilton Murillo.

-Nélson Ramos se prepara para la audición de The lions agony.

-Especial: futbolistas y ténicos en comisarías, UPJ y estaciones de Policía. Homenaje a Eduardo Retat.

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Christian Rojas, una promesa que no llegó

Por Christian Rojas

Esta es la historia de una promesa del fútbol que a pesar de su talento nunca llegó. Todo comenzó en 2003, cuando fui admitido en las inferiores del entonces Bogotá Chicó después de pasar por las de Millonarios. Era lateral derecho, no obstante mi escasa estatura, era veloz, tenía fuerza, manejaba bien el balón y le daba salida al equipo sin olvidar la recuperación. El primer obstáculo lo tuve que enfrentar en 2005 cuando un recién llegado Wilman Conde decidió tacharme de la lista y decretar así el fin de mi breve carrera.

Por fortuna me había visto Alberto “el Petizo” Ramos, cazatalentos del Chicó quien me lleva a las reservas del primer equipo que por esa época se estrenaba en la “A”. En la finca vecina a la de Millonarios comencé a entrenar con la esperanza de ser incluido en el primer equipo. Compartiendo sueño conmigo estaban Leonardo López, hoy en San Lorenzo, Raúl “el Ruanas” Mahecha, hoy en Belgrano de Córdoba y Raúl Asprilla. Desde las reservas, a cargo del “profe” Ramos”,comencé a labrar el camino al profesionalismo. Recuerdo, por ejemplo, que en la primera práctica a la que asistió Eduardo Pimentel metí gol después de un contragolpe y luego nada menos que uno olímpico, logros que me hicieron merecedor de la felicitación del “profe” Pimentel al terminar el partido en el que el rival era el Bogotá F.C.

Habían notado que mi fuerte eran los cambios de frente. Trabajando en eso estaba cuando en plena pretemporada de 2007 comencé a sentir una molestia en la espalda. En un entrenamiento tuve que salirme, vino el médico del equipo, Rodrigo Pimentel, y me examinó. Poco después vino el triste dictamen: una escoliosis no me permitiría seguir con una carga de entrenamiento tan fuerte. Esto era igual que decir que no podría ser futbolista profesional. Entonces tuve que dejar el fútbol. O el fútbol me dejó a mi. La pregunta sigue sin respuesta.

N. de la R. El anterior texto no fue fruto del trabajo de nuestra unidad investigativa, tampoco salió de la memoria de alguno de nosotros. No. Para el Bestiario del balón fue motivo de gran alegría encontrar en nuestro buzón el mensaje de Christian quien, después de entender  a cabalidad nuestra misión/visión, quiso que a su, por desgracia, malograda trayectoria no la carcomiera el olvido y se animó a solicitarnos un espacio. Es una historia que, perdonen el lugar común, puede ser la de muchos otros futbolistas a los que la realidad en forma de lesión, empresario o técnico garoso los despertó cuando estaban a punto de coronar el sueño del pibe.

La moda del cordón poco umbilical

Foto cortesía Juan Pordiosero

Muchos le endilgan a esta costumbre el fracaso de los equipos de fútbol colombiano desde los 60 hasta los 90. En los bajos fondos se especula que por este motivo se forzó a que nuestro país abandonara la idea de hacer el Mundial de México 1986. Esta tendencia, con cara de ley, caminó rampante por todos los estadios y los árbitros eran los más estrictos a la hora de aplicar este estilo. Antes del pitazo inicial, con tono fuerte, los jueces le gritaban a los futbolistas: «¡Métase la camiseta y súbase la pantaloneta o lo echo!»

Ante ese panorama dictatorial los futbolistas no tenían más remedio que hacer caso, callados y sufriendo en silencio cumplían con la norma a cabalidad: siempre la pantaloneta debía quedar sobre el ombligo, atada a las costillas con el cordel que venía dentro del nylon de esa prenda, sin importar las molestias o los dolores producidos por el apretujón genital consecuencia de esa costumbre. Las caras de Carlos Fernando Navarro Montoya (arquero de Santa Fe) y de Darío Erramuspe (gran volante del Bucaramanga) delatan ese mal momento que tuvieron que vivir por cuenta de este código no escrito. Era difícil poder jugar bien en semejantes condiciones.

Así jugaban en los ochenta: como si fueran ancianos poniéndose un jean. El límite máximo para subir la prenda era las axilas. Todo acabó el día que Carlos Valderrama fue en contra de la moda, se sacó la camiseta, puso la pantaloneta donde era y empezó a jugar bien. El resto lo imitó y Colombia entró a tres mundiales.

Radiobestiario twitcam

Los integrantes de la mesa de trabajo del Radiobestiario damos la cara gracias a la tecnología twitcam de última generación.  Espere en el primer radiobestiario en video y a todo color:

-Un sonido deplorable hasta el minuto 9:00 (recomendamos audífonos y luego quitárselos para evitar gotica de sangre o recurran al tradicional reproductor del podcast).

-Siguiendo el ejemplo de Camilo Villegas, nuestros futbolistas también intentarán su jugada perfecta.

-Sacolín y Polisombrín se unen a la puja por ser la mascota del Mundial Juvenil.

-Momento XXX entre Eugenio y Miguel Ángel.

-Un paso más en la senda del progreso: se vienen los estadios incluyentes.

-Devaneo: las chaquetas QAP.

-El jean sin bolsillo del «Pecoso» Castro.

El reproductor tradicional:

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Radiobestiario y el misterio de la waflera

El Radiobestiario de esta semana les cuenta por qué Mario Vanemerak hoy es otro. Incluye también:

-Otro misterio: el caso Franco y Leandro Armani.

-Devaneo: confección italo-colombiana: Pierre D’Agostini  y la paleta carmelita de Lorenzo Banfi.

-Se gesta una liga -sin polisombra- paralela. Ya sabemos cómo se llamarán los equipos.

-Los futbolistas colombianos ya no son emprendedores. Añoranza.

Y el material audiovisual de soporte.

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