Rambo V-Royal Cartagening

El rumor corrió en mayo: se preparaba una nueva versión de Rambo, la quinta.  El revuelo duró hasta que  el mismo Stallone salió a desmentirlo. «Que cómo se les ocurre, que olvídenlo, que jamás ha estado ni en proyecto y que yo ya estoy muy viejo, no sigan insistiendo comenzando porque la ARP ya no me cubre escenas de riesgo o que involucren elementos pirotécnicos».  Eso fue lo que se supo.

Lo que no se reveló fue la verdadera historia detrás del fallido Rambo V. La verdad, según lo pudo establecer nuestra renovada unidad investigativa, es que la historia estuvo de un cacho. Su trama iba a estar inspirada en esta foto de 1992 a la que un día, por accidente, tuvieron acceso los productores de los largometrajes anteriores.  Tras constatar que el señor de amarillo y cabellera «a lo Rambo» no era Stallone en alguna escapada al caribe colombiano sino el goleador argentino Héctor Ramón Sosa, decidieron aprovechar el good will que el gaucho ya tenía en nuestro medio para proponer una historia en la que Rambo, Stallone, no Sosa, vendría al fútbol colombiano a luchar con y sin balón para lograr la permanencia en la primera división del modesto Royal Cartagening. En la película, por ejemplo,  se vería al actor parapetándose detrás de los famosos morritos que abundan en nuestros campos. Su aliado en la lucha sería Mondáface, un simpático niño que, con un traje de super héroe y una guitarra se encargaría de incitar a la pernicie a los arqueros y defensas rivales.

Cuando ya estaba todo listo, con Salvo Basile, faltaba más, a la cabeza de la producción en Colombia, surgió un obstáculo insalvable: nadie estaba dispuesto a pagarle ARP a Stallone. El argumento era contundente: ¿acaso alguna vez se la pagaron a Sosa?

Derechos Mondáface: @daniloguio.

Camiseta-pareo referencia «Juan Del Mar». Cúcuta Deportivo 1996

Aunque bien una escultural modelo digna de nuestra popular sección “Bestiarísima” sería la apropiada dignataria de tan poco pudorosa prenda, el equipo motilón –con el sabio consejo de la querida ropa deportiva Comba- sacó al aire este modelo vaporoso de la casaca rojinegra en tiempos acordes al caldeado clima de la institución. Estaban cerca de irse a la B, en la campaña 1996/1997.

La tela vaporosa de la camiseta tenía como efecto desacalorar a sus futbolistas en medio del duro clima que pega en el General Santander a las 3:30 de la tarde y el patrocinador debía ser una gaseosa que al tomarse, produjera de inmediato sed, ojalá de victoria. La saladísima gaseosa Konga acompañó en el pecho a los jugadores cucuteños en esa temporada en la que regresaron a la B para casi nunca más volver.

Para jugadores de piel negra, como Cerveleón Cuesta –quien regaló esta prenda hace varios años y fue recuperada del ostracismo de un clóset por la unidad investigativa del Bestiario del Balón- no había ningún problema en usarla sin nada debajo. Los jugadores de piel blanquecina como el neón o extremadamente pudorosos, preferían utilizar una camiseta negra de algodón debajo, lo que produjo el efecto contrario a lo que el diseño buscaba: la libertad de movimientos y la liberación del sudor.

El Cúcuta se fue a la B cerrando un nefasto campeonato y Comba tuvo que echar al tacho de la basura esta buena idea. Luego en Nike se dieron cuenta de tamaña genialidad e inventaron el famoso Dri-Fit de sus camisetas.

Radiobestiario retroactivo y de amigo secreto

Con aire retroactivo un nuevo Radiobestiario. Esta semana con:

-Propuesta estético-cultural de la mesa de trabajo: Mr. Dimayor.

-¿Liga Postobón o Liga Polisombra?

-El Plazas Alcid y el miedo del humano al jején.

-Devaneo: la estrella azul ( y no es Julián Martínez).

-En los equipos colombianos también se juega al amigo secreto. Pero con apretón.

-El Radiobestiario se inquieta y lanza campaña: ayúdenos a saber qué pasó con el Pascual.

-Javier Álvarez parquea su carro en el puesto de Richard Páez.

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Christian Arévalo

Apareció en 2005 luego  de una convocatoria que hizo Millonarios para reclutar nuevos talentos en el estadio de Techo. Lo hizo en compañía de un residente de la sala de espera del Bestiario: Tommy Tobar. Ambos venían de San Andrés. Suponemos, que con la firme intención de desbancar a Oswaldo Santoya y a Fabián Barbosa como máximos exponentes del fútbol isleño. En los entrenamientos, dicen, uno se pedía Santoya y el otro Barbosa.

Debutó en el segundo semestre causando grata impresión por sus condiciones pero también por un cierto parecido con el entonces super astro Ronaldinho Gaúcho que algún cronista le supo encontrar. Mostró un par de chispazos, pero no más, apenas para Ronaldinho, pero de Sanandresito. No cuajó, su cuarto de hora duró lo mismo que una bufada del hoyo soplador.

Permaneció en Bogotá en el 2006 para luego volverse cliente platino del expreso Ormeño. Comenzó -le quedaba en el camino- por el Girardot FC, luego  Sport Ancash en Perú -club al que llegó de la mano de Javier Martínez, socio fundador de este espacio-, Sportivo Trinidense y 12 de octubre en Paraguay, para volver por el Suroccidente y temperar en Palmira, donde jugó el año pasado. En Palmira quiso cambiar de rumbo: mientras escuchaba en su iPod -de Sanandresito, por supuesto-  «take me back to my San Andrés…»decidió que era hora de reorientar su carrera y tomó rumbo norte, pensando en llegar, después de recorrer todo el fútbol centroamericano a su tierra natal. Por lo pronto está haciendo escala en el siempre ilíquido Alianza Petrolera.

Lugar equivocado: Arnoldo Iguarán en Santa Fe

Símbolo, héroe, crack honoris causa, ídolo vitalicio. De lejos,  Arnoldo Iguarán -que todos sabemos que en realidad es Jimi Hendrix– es uno de los jugadores más queridos por la hinchada de Millonarios. Pues bien, el buen «Guajaro» registra un paso fugaz por el rival de patio, ese al que se cansó de hacerle goles vestido de azul.

El desliz ocurrió en el primer semestre de  1983, y fue breve y sin muchos testigos. Seis meses no más después de un paso breve por el Kokoriko-Tolima y justo antes de que se pusiera la azul, por lo que un leguleyo, algún abogado experto en derecho canónico-futbolero podrá argumentar que en rigor no hay ningún adulterio acá. Terminó el apertura, cobró la prima de mitad de año y saltó al rival de patio. Allí  lo esperaba la gloria.

Vasquel y Haziri

Se criticó tanto la Copa América 2001 que Colombia ganó… Largos bigotes de Fina y largos bigotes de Pastrana aparecían en los medios para dar tranquilidad, para decir que un par de bombas –y no Sempertex- no iban a dañar la fiesta del torneo más antiguo de selecciones. La voz que siempre se oía, la frase típica era: “estamos haciendo todo muy bien. No hay fallas de nada”. Parecía  en efecto, no había un solo error, hasta que aparecieron que aparecieron Vasquel y Haziri.

En una edición de álbumes que salieron para tan magno evento y que hoy se consigue a bajos precios en cacharrerías de Chapinero (venden también las monas, para los interesados) cometieron este error. A Edigson Velásquez lo llamaron “Edison Vasquel” y a Foad Maziri, le cambiaron su apellido a un “Haziri” más temerario.

No solamente aparecieron ellos, que no fueron convocados en el equipo campeón: también salían Orlando Ballesteros, Agustín Julio, Jhonier Montaño, Gustavo “Misil” Restrepo, Pedro Portocarrero, Jersson González y ¡Gustavo Del Toro!

Todo parecería indicar que las delegaciones, al ver esta bestiarista convocatoria colombiana y al leer los nombres de Velásquez y Máziri, imaginaron que esta dupla eran dos reggaetoneros destemplados; con estas extrañas apariciones autoadhesivas se dieron cuenta que el torneo no iba a tener mucha seriedad y mandaron lo primero que se encontraron: a Guilherme, Denilson, Fernando Menegazzo y Roger los brasileños, a Mauricio Aros y un Christian Montecinos de 36 años los chilenos, a Tavarelli, Massi y Robles los paraguayos. Los argentinos y canadienses bostezaron y en medio de varias monas repetidas de Héctor Hurtado –otro de nuestros incluidos- decidieron mejor no pegarse semejante viaje.

Colombia al final fue con su mejor arsenal. Ellos jamás se enteraron de ese álbum, al parecer.

Radiobestiario aplazado

Radiobestiario se pone a tono con el torneo y ofrece a sus lectores un programa con aire de partido aplazado. También les tenemos:

-El escuadrón de técnicos de oficio de la Dimayor.

-Wilfredo Rincón del recuerdo: los guaros de Lara.

-Advertencia: la Dimayor puede dañar su equipo.

-A Hayder Palacio se le soltó el cuerpito.

-Cartago sigue caliente.

-A los jugadores de La Equidad los tienen que explusar con croquis. Primicia.

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De «Pichichi» a Botín de oro

La foto es de 1985 y la verdad es que hasta ahora nos enteramos de que Jorge Orosmán Da Silva estuvo a punto de llegar al DIM. El popular «Polilla», que luego vestiría en Colombia la roja del América y la azul de Millos,venía de ser, en la temporada 1983-1984, nada menos que Pichichi de la liga española (junto a Juanito) vistiendo los colores del Valladolid, antes de que el Valladolid recibiera el salínico mote de «de los colombianos».

Por más de que lo intentó, nuestra otrora infalible unidad investigativa, no logró obtener mayores detalles de la transferencia frustrada. Sólo supo que, por alguna extraña razón, al Polilla lo invadió una extraña obsesión: quería, junto al Pichichi, lucir el trofeo que en esa época Seguros Bolívar le entregaba al botín de oro del fútbol colombiano. Una jugosa oferta del Atlético de Madrid lo hizo desistir.

Homenaje al Cole desconocido: Tuluá

También de 1993, año del primer ascenso del Tuluá. El Cole original, según dicen, después de dedicarle un sábado a la escuela de coles de Pereira, bajó a Tuluá en donde capacitó a otros tantos que previamente habían adquirido el kit Happy Cole. Entre ellos estaba este, presente el día que el equipo «corazón» aseguró el título de la Copa Concasa después de empatar 2-2 con Palmira.

No faltó, por supuesto, el malpensado que sugirió en su momento que, siguiendo el ejemplo del máximo accionista de un club capitalino, algún inversionista tulueño habría optado por esta adaptación libre del traje de Cole para poder presenciar el partido crucial con total tranquilidad.

¿De quién son ojos?