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EXCLUSIVO: Cuando el Cole traicionó a la patria

Si alguien debe andar que revolotea por estos días, en sentido metafórico y literal, es, por supuesto, el popular Cole. A este híbrido, mitad ave, mitad hincha, que no usa calzoncillos, hoy se le ve pletórico, pues luego de tres eliminaciones consecutivas, corría serio riesgo de que el país decidiera prescindir de sus servicios por considerarlo caduco y, de nuevo literalmente, ave de mal agüero.
Plenamente consciente de esto, a varias palomas con las que solía departir en sus días de aburrimiento cuando no había un partido de Colombia cerca les confió su gran temor: le aterraba un día ser abordado por sujetos que se bajaran de un carro sin placas y con vidrios polarizados solo para reaparecer semanas después disecado en una sala del Museo Nacional.
Pero no fue así. Ya todos sabemos que Colombia logró la hazaña, que volverá por fin a un Mundial y que al autoproclamado hincha número uno de la selección se le extendió su vida útil al menos por un par de meses más en los que, no obstante, deberá hacer algún esfuerzo por reinventarse, sobre todo si quiere producir algo más que terror en las nuevas generaciones que huyen despavoridas ante la expresión que se instala en su rostro durante su peculiar grito de batalla sin volumen.
Pero antes deberá aclarar un episodio oscuro de su vida. Un grave desliz del que se hablaba en voz baja en los pasillos y nidos de los estadios pero que nadie hasta ahora se había atrevido a sacar a flote. Es algo tan incómodo para muchos como el liquid paper en los registros civiles de los héroes. Pero en el Bestiario del balón nuestro compromiso es con la verdad y con que los futbolistas vuelvan a lucir bigote y por eso no tememos publicar esta imagen a la que tuvo acceso después de hacer gala de gran pericia la división de traiciones aviares a la patria de nuestra Unidad Investigativa.

Se trata de la prueba reina que confirma lo que ya muchos sabían: en el 2002 el Cole, el mismo fanático, arquetípico y paradigmático, hincha a toda prueba, incondicional de la selección no aguantó más la sequía mundialista y alzo vuelo rumbo a Japón y Corea para apoyar a la selección Ecuador.
Dirá en su defensa que Ecuador era Colombia en ese Mundial por cuenta del Bolillo Gómez. O que no era él sino un hermano que nació en su mismo nido y que por su parecido siempre le ha causado problemas «si no me crees mira a ver si ese caremondá tenía calzoncillos, verás que sí, no joda». En últimas sugerirá que se trata de un vil montaje orquestado por sus enemigos encabezados «por ese tal Bambuco que yo no sé por qué siempre me ha visto como un obstáculo y se ha empeñado en hacer trizas mi carrera a punta de calumnias».
Sea cual sea el desenlace, desde esta redacción hacemos votos para que el episodio se aclare. Si llega a ser inocente, nos retractaremos. Pero si se confirma su culpabilidad exigiremos la máxima pena que para este caso bien puede ser la de terminar sus días en una desapacible jaula del Zoológico Santa Cruz mordiendo los deditos de los niños que intentan alimentarlo cómo única forma de descargar su frustración.
Un colombiano más
La verdadera y única banda sonora oficial de la Selección
Cómo no ir a un Mundial, pero sí clasificar a dos álbumes. El caso JJ Tréllez
A veces el destino se ensaña con las personas. Jhon Jairo Tréllez quisiera ser recordado por su aporte al título de Nacional en la Libertadores de 1989 o por su magistral desempeño en aquel suramericano de Asunción de 1985, en el peor de los casos por haber pertenecido a ese selecto club de jugadores que han sido tapa de El Gráfico sin haber cumplido el mínimo de requisitos previos. Pero no. Sobre todo en tiempos premundialistas, cada vez que en el mundo se pronuncia su nombre, brinca la misma pregunta: ¿el que estuvo en dos álbumes del Mundial y no fue a ninguno?
Doloroso récord el que tiene a su haber «la Turbina», que sin duda tenía en Panini SpA a algún devoto e irrestricto seguidor. El mismo que cada víspera de Mundial seguramente se comunicaba con el delantero para asegurarle que le había tocado agarrarse con el diseñador y luego con el editor pero que «fresco mijo que ahí le tengo su campito. Todo bien». Mensaje tranquilizador que se dio en 1990 y se repitió en 1994, cuando tuvo que marcar a Buenos Aires, donde Tréllez nunca supo justificar con fútbol el que el equipo xeneize lo hubiera preferido sobre un tal Ronaldo Luis Nazário de Lima.
Meses después, apenas el álbum llegaba a droguerías, Tréllez constataba aliviado que ahí estaba. Y confiaba que su presencia en tan importante vademécum, fuera el empujoncito que hacía falta para terminar de convencer a Pacho de llevarlo, más de una vez lo acosó con un «profe, profe, mire, mire, ya salió el álbum, mire los que salimos». Pero no. El mismo DT que en su momento aseguró que «a mi no me van a hacer las alineaciones con micrófono», también era de los de la línea de «a mi no me van a armar la nómina con monitas».
Por supuesto, el daño sicológico para el ex Zürich, Nacional y Palmeiras, entre otros, fue enorme. Cuentan que el trauma salía a flote cada vez que al club en el que militaba llegaban los de Panini a tomar la foto para el álbum del torneo. «Tocaba sacarlo de debajo de las bancas del vestuario», nos confió un ex colega. «Presentaba un agudo cuadro de Paninifobia», complementó quien fuera el médico de uno de estos equipos.
James Mina Camacho y la autodeterminación de su pueblo
¡Cuán injusto ha sido el fútbol profesional colombiano con James Mina Camacho! Solo porque hace treinta años no se celebraba la innovación como valor supremo, el arquero de Padilla, Cauca, se ha privado del lugar y reconocimiento que se merece por su compromiso con romper los viejos moldes del balompié.
Ya habíamos reseñado la manera cómo mediante un metódico y no menos riguroso proceso de investigación, le permitió a sus colegas llenar de colores su oficio y, a partir de esto, mejorar su desempeño. Ahora encontramos que para 1981, sabedor de la vitrina que era ser el arquero titular de Santa Fe, decidió luchar, primero, contra la centralización y, segundo, por el reconocimiento de la autonomía territorial para de esta forma mejorar la calidad de vida de sus paisanos estampando en su buzo los nombres de su municipio y de su departamento.
Pero así como en el tema de los buzos fluorescentes sus pinitos iniciales fueron de gran acogida y se formó toda una tendencia con eco hasta nuestros días, en lo de reivindicar su territorio el buen James, es una lástima, no tuvo el mismo suceso. Si acaso «Telembí» Castillo alguna vez pidió una carretera para Barbacoas, no más. Una lástima porque de haber tomado vuelo esta tendencia, las generaciones venideras nos habríamos deleitado con Jairo Suárez luciendo un vistoso «Colina Campestre» en la espalda.
¿Nacional de azul? Sí, Nacional de azul
Así como la primera saga de este especial mostraba a Millonarios vestido de verde piscina de Renault 4 modelo 81, en Nacional también decidieron, alguna vez, instaurar en su indumentaria el color azul, sin que nadie acusara de transfuguismo político a nadie. Tampoco se habló de una alianza de las juventudes conservadoras para modificar la camiseta del verdolaga y mucho menos hubo inspiración en la película “La laguna azul” debido al parecido entre los rizos de Stefan Medina y los del protagonista de la afamada película.
La idea fue de la marca Converse -toda una coincidencia idiomática en este cambio de colores- que llenó de camisetas azules los entrenamientos en Hatogrande durante la temporada 2001/2002. Este curioso modelo que hoy es una pieza de colección, un incunable tan grande como la forrada camiseta del “Cachaco” Rodríguez como DT del Pereira data de tiempos en los cuales se agudizó la rivalidad entre los equipos a límites insostenibles. Años después Umbro recaería en esta errata cromática.
Seguimos sugiriendo desde esta humilde tribuna, nuevas modalidades de paz entre ambos, ya que el daltonismo fanático no dejó hacerlo por los métodos naturales: por ejemplo, no hay nada que pueda unir más a hinchas azules y verdes que pensar en el sufrimiento que provocaron, por ejemplo, las actuaciones de Giovanny Arrechea en los dos bandos. Es una buena manera de empezar a zanjar diferencias.
Agradecimientos a @juansems @busdelavictoria, @andateadormir y @papo1023
¿Millos de verde? Sí, Millos de verde
Densa polvareda ha levantado por estos días la propuesta lanzada por no sabemos quién para que el próximo Millonarios-Nacional se dispute bajo la modalidad swinger, es decir, con intercambio de uniformes.
Los indignados con esta idea se rasgaron las vestiduras, pusieron el grito en el cielo y llegaron incluso a amenazar con huelga de hambre y con organizar una carrera 10K contra la iniciativa. Argumentaban ellos que de llevarse a cabo lo propuesto se estaría cometiendo un grave sacrilegio que despertaría la ira del Dios del fútbol que no dudaría en vengarse, por ejemplo, multiplicando las porristas sobre los gramados del país o reviviendo los hexagonales regionales.
Pero quienes en esta causa militaban desconocían que, al menos por el bando azul, tal episodio de travestismo ya había ocurrido sin que ello hubiese supuesto la caída de Monserrate sobre Bogotá tal y como lo demuestra esta imagen a la que tuvo acceso la división de confecciones impuras de nuestra unidad investigativa.
Hay que decir, en honor a la verdad, que la polémica prenda data de años antes de que estallara la rivalidad entre ambos clubes. Según el resultado de la prueba de Carbono 14 llevada a cabo en los modernos laboratorios que funcionan en el sótano de nuestras instalaciones, esta camiseta (de la indumentaria de entrenamiento) fue confeccionada en algún momento entre 1984 y 1985.
El caso es que esta es también la prueba de que esta no es la salida. Ya hubo intercambio y nada pasó. Al contrario, todo empeoró. Así que desde esta redacción sugerimos medidas más audaces, ¿qué tal ver a Hernán Torres usando libretica y a Juan Carlos Osorio obligado a permanecer adusto y con cara de tote durante los 90 minutos?
Imagen cortesía de @lejameco.
Daniel Machacón o el verdadero gran ausente de Brasil 2014
Ojo a la lista: David Ospina, Abel Aguilar, Fredy Guarin, Falcao García, Carlos Valdez, Cristian Zapata, Camilo Zuñiga y Edwin Valencia, entre otros. No es la última convocatoria del equipo de Pékerman, es parte de la nómina que inscribió la Federación para el Mundial sub20 de 2005 celebrado en Holanda donde, a propósito, contamos con una voluptuosa barra en la tribuna por cuenta de numerosas emprendedoras del amor y polémicos microempresarios que son Colombia en el país de los tulipanes.
Pero eso esta vez no es lo importante. Lo que nos interesa es que junto a esos nombres estaba el del volante Barranquillero Daniel Machacón, quien para entonces era una de tantas promesas que juntó Eduardo Lara en el equipo al que eliminó la Argentina de Messi en el último minuto de los octavos de final. Machacón sólo jugó los minutos finales del partido de primera ronda en que se derrotó a Siria 2-0.
Al grano: suele ocurrir con estas camadas que vienen predestinadas para la gloria, que un cachorro se queda atrás. Ese que, escuálido, ve como sus otrora compañeros de útero alcanzan un porte y un desarrollo muscular envidiable y toman camino mientras él se ve a gatas para sobrevivir con algo de dignidad siempre cerca del nido y con un rictus en su cara, a todas estas, muy parecido al que carga 24/7 el ya mencionado profe Lara.
Eso le pasó a Machacón quien pronto vio como la gran mayoría de sus carnales comenzaron a coleccionar visas schengen y americanas en sus pasaportes y alcanzaban la categoría Platino en sus tarjetas de cliente frecuente de Avianca mientras él se convertía, a duras penas, en un «habitué» del Puente Aéreo, escala obligada de los desplazamientos del Júnior a otras ciudades. Cuentan que en las salas de espera exasperaba a sus compañeros con cuentos tipo «Falcao se tiraba pedos dormido» o «David Ospina no podía dormir sin antes chupar dedo frotando una cobijita que ha tenido desde niño».
Y la cosa empeoró. Porque mientras sus ex compañeros pasaban de ligas del sur del continente a las más prestigiosas de Europa, Machacón salía del Junior para hacer escala en Neiva y finalmente poner lo suyo en el descenso del Bucaramanga a finales de 2008. Desde entonces ha estado sumido en el infierno de la B (pasó también por Valledupar hasta aterrizar en Uniautónoma), con todo lo que eso implica y que suficientemente hemos descrito en este espacio en cuanto a consumo de mareol, indigestión con gelatinas de peaje pasadas, lesiones irreversibles de columna resultado de eternos viajes en flota , cheques tan posfechados como chimbos y desprendimientos de retinas por consumo de pornografía en celular bajando la Línea.
Hoy, cuando Colombia se apresta a celebrar el regreso a un Mundial gracias a esta prodigiosa generación, en el Bestiario del balón sabemos que nuestra responsabilidad no es acolincharnos en un bus de la victoria cuyo sobrecupo hará hablar en lenguas al General Palomino. No. Lo nuestro debe ser, como siempre ha sido, rescatar del cruel olvido mediante pequeños, pero sencillos homenajes a aquellos que, como Machacón, harán parte de esa extraña minoría que botarán el TV con motivo del Mundial.
América-Pepsi 1981

Para comienzos de los 80 -tal y como ocurre hoy- lo común era ver camisetas de equipos en su estado natural. La del América, a diferencia de la de su vecino verde que para finales de los 70 vio aparecer los nombres de Sharp, Baboo y Avianca en su pecho, se había mantenido ajena a los tentáculos del mercadeo. Lo único había sido el muy curioso recurso de estampar el nombre del equipo a lo ancho de la indumentaria dirigido quizás a los aficionados en condición de daltonismo.
Pero las fuerzas del mercado pudieron más que los romanticismos y las excentricidades y para 1981 esta popular bebida tipo cola se instaló en la percha americana. Fue, hasta donde tenemos noticia, su primer patrocinador y fue también la primera incursión de Pepsi en el fútbol profesional colombiano del cual se ausentaría hasta el 2006 cuando regresó pero con fondo azul. En la roja su lugar sería luego ocupado, en este orden y en esta década, por Aguardiente Blanco, Popular y Colombiana.
Y si queremos leer el episodio a la luz de la guerra de las colas, tendríamos que cerrar recordando que la respuesta de Coca-Cola se daría con alguna demora, poco más de veinte años.









