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James Rodríguez también hace goles de derecha
Aunque en la memoria de todo el mundo James Rodríguez es más zurdo que el Ché Guevara, también se ha dado el lujo de anotar golazos con la pierna diestra. Hay que agregar que este James del que hablamos es el papá del James que todo el mundo conoce. Wilson James Rodríguez, jugador que anduvo por Cúcuta, Tolima y Cali metió este bombazo contra el Caldas. Iván Mejía en su sección del «Show del gol Criptón» le dedicó una frase gentil: «este muchacho juega muy bien».
Todavía faltaban dos años para que el James de hoy naciera.

El embajador de Qatar
Un techo para mi selección
Un gol con «síndrome Naty Botero»
Hay mujeres que se ven hermosas cuando están lejos de nuestro panorama, pero la perspectiva de belleza se modifica a medida que se acercan a nuestros ojos. Bien es sabido de aquellas féminas que de acuerdo al lenguaje masculino tienen un «muy buen lejos». El oasis de la distancia hace que su aspecto sea esplendoroso pero al acercarse termina siendo una mujer normal, no tan despampanante como se imaginaba.
A este extraño caso de sofisma se le ha bautizado como el «Síndrome Naty Botero». Belleza y normalidad pueden convivir a medida que se aproxima la víctima de este síndrome a su objetivo masculino. Pero no es un problema exclusivo del sexo opuesto. En materia de goles también ha pasado más de una vez que uno advierte el final deseado de un gol que pinta para ser hermoso pero que al final, termina siendo una anotación común y corriente. Uno, al predecir el final imaginando una conclusión ideal -un balazo al ángulo con estirada elástica del arquero- es quien se equivoca: el desenlace de la escena es un puntazo deforme y un arquero despatarrado.
Este gol tipo «Naty Botero» fue narrado en precisa forma por William Vinasco, acompañado del joven Adolfo Pérez durante el mítico especial de los 500 goles.
Nota de la redacción: el síndrome «Naty Botero» también se denomina «síndrome de las gafas negras». Hay mujeres que con antiparras oscuras se ven deseables y suculentas, pero cuando el sol se va y ellas se las quitan, es probable que la magia de su encanto desaparezca.
Cuando Bonner puso cachos
Cada vez es más raro en estos tiempos de torneos cortos, flexibilidad laboral y jugadores cuentacobristas encontrar casos de futbolistas de un solo equipo en toda su carrera. Bonner Mosquera, buen volante de Millonarios que habría podido tener mayor proyección de haber aprendido a parar el balón, estuvo a punto de ser uno de ellos.
Debutó en 1992, cuando las toldas azules recién se reponían de esa bomba atómica que fue el 7-3 que les propinó Santa Fe en el primer partido del año. Su carrera tuvo entonces una curva ascendente y alcanzó su pico más alto en 1995 cuando fue un habitué de las convocatorias del «Bolillo» y estuvo con Freddy León en la nómina de la Copa América de Uruguay.
Sonó religiosamente en todos los eneros durante por lo menos cinco años para irse al América, pero nunca pudo, o nunca quiso, no lo sabemos, abandonar su zona de confort. Estando en ella el mencionado ascenso de su desempeño de repente se detuvo, su rendimiento se estabilizó por la franja media y, en consecuencia, las ofertas de fin de año se hicieron cada vez más raras, más modestas. Hace poco confesó que el fútbol nunca fue su gran pasión, cosa que a muchos les bastó ver un partido suyo para intuir.
Consciente de que era ahora o nunca, a finales de 2000 y luego de que el clima organizacional del camerino azul se deteriorara, circunstancia de la que muchos lo señalaron como gestor, recibió una discreta oferta de Defensor Sporting de Uruguay que después de mucho meditarlo aceptó. No fue la transferencia que sacudió el mercado, ninguna rotativa tuvo que detenerse para registrarla.
En Uruguay no partió en dos la historia de la liga. Permaneció un año, lapso en el que Millonarios logró el único título internacional de su historia y el único oficial que obtuvo mientras Bonner fue jugador activo: la Merconorte 2001. Por supuesto, al regresar ese diciembre pitaron todos los detectores salinos del aeropuerto por los que pasó.
Radiobestiario y el Sharpie
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La última selección Colombia vestida de rojo

Muy añorada por estos días, la camiseta roja de Colombia, la del 1-1 contra Alemania, la de la clasificación a Italia’90 y el debut ganador en este mismo torneo, tuvo una despedida, en partidos oficiales, bastante discreta, poco acorde con su abolengo.
Ocurrió que luego de una dolorosa derrota por penales contra Argentina en la semifinal de la Copa América de Ecuador de 1993 al equipo de Pacho y Bolillo (BF4E) le correspondió viajar a Portoviejo para disputar con los locales el siempre insulso partido por el tercer puesto del torneo, que es como una pelea con otro ex novio para ver quién es el padrino del matrimonio de la que no fue de ninguno de los dos.
Pero lo que importa aquí es que al ser Ecuador local en el estadio Reales Tamarindos, pudo jugar con su uniforme principal lo que obligó a Colombia a recurrir al alterno. De rojo Umbro con pantaloneta azul y medias amarillas saltó a la cancha la tricolor que esta vez tampoco tuvo entre los inicialistas a Adolfo «Tren» Valencia, delantero para entonces con su poder goleador en plena ebullición, pero a años luz todavía de igualar el talento que Víctor Aristizábal derrochaba -sin el balón- en aquella competición, razón por la que era titular de la selección, pero sobre todo del corazón del cuerpo técnico.

El gol del de Buenaventura -que entró para el segundo tiempo-, con el que se ganó el partido y el bronce fue un pequeño acto de tardía justicia divina, valga decirlo. Y hay que decir también que una vez sonó el pitazo final nadie sabía que este era también cobijaba a un un fiel traje de trabajo. Por tal razón no hubo ni discursos, ni copa de vino ni ronda scout entonando “no es más que un hasta luego”. Nada.
Y es que la muerte de este atuendo solo ocurriría meses después, a comienzos de 1994 cuando en circunstancias todavía sin aclarar del todo –algunos dicen que fue exigencia de la Fifa, otros señalan a la Federación- se optó por abandonar esta combinación cromática para pasar a la camiseta azul con pantaloneta azul y medias amarillas. Esta combinación tuvo, por cierto, un bautizo de octava: en su estreno un criminal patadón de un sueco alias «Anderson» y que impactara en la rodilla derecha del Pibe Valderrama, puso al país a hacer cadenas de oración para que el diez samario pudiera estar en el Mundial como en efecto sucedió no obstante muchos hoy creen que lo reciente de esta lesión influyó entre mil factores más en el desempeño regularzón y collazos que mostró.

Como es bien conocido, el segundo uniforme luego mutaría: la pantaloneta pasaría a ser blanca así como las medias. El rojo sería progresivamente excluido, pues las medias de la pinta principal ahora las prefieren blancas.No obstante, es bien sabido que el hincha del fútbol es amante de las tradiciones y defensor de los valores además de nostálgico y melancólico. Por tal razón no se descarta que en Brasil regrese el rojo y, ya metidos en la onda vintage, ¿por qué no los bigotes y las madrinas de la selección?







