La idea, suponemos, era hacerle el quite al lugar común, apostarle a la creatividad. La tarea: retratar al capitán, a la figura del equipo, Edison «el Guigo» Mafla. Lo normal, lo de moda para la época, era optar por lo obvio y alquilar un disfraz de capitán de navío -o sólo la gorra y luego buscar en la Plaza España cualquier blazer de botón dorado-y enchufárselo al capitán, pero del equipo. Pero no. Había que romper moldes, deshacerse de esquemas.
-«¿Si no es de capitán entonces de qué lo disfrazamos?¿De Guigo? ¿Qué es un Guigo?» Preguntó alguien de la redacción.
-«Un Guigo es un animal de los llanos, como entre Güio y pingüino», acotó un despistado.
-«No te las vengas a dar aquí de sabiondohombre, Guigo no es nada, es su apodo y ya.» Respondió el editor.
-Un practicante tomó entonces la palabra: «Ya sé. Si no es de capitán disfracémoslo de crack.»
-«¿Pero crack no es bazuco? Ahí tocaría pegar pa’ una olla, conseguir una pipa y ropa de segunda, varias tallas más grande. Recuerden que el bazuco agranda la ropa.» Sugirió el despistado.
-«Dejá de hacer chistespendejos. Ya sé. La tengo. El Guigo es un mago del balón, disfracémoslo de mago, andá más bien y te consigues un disfraz de mago», sentenció el editor sin aclarar que en mente tenía el traje de un mago de la línea Lorgia-Fabriani-Richard, es decir: frac negro, camisa blanca y sombrero de copa alta.
Sin mayores indicaciones pero sí con mucha prisa, el practicante salió a cumplir la tarea.
-Buenas mi rey, ¿para alquilar un disfraz de mago?
-Le tengo de Melchor y Baltazar, no de Gaspar.
-El que sea, no sé, cualquiera, pase el de Baltazar.
Con el disfraz de Baltazar en una bolsa del Tía llegó al día siguiente el practicante al estudio donde se harían las fotos. Como era de esperarse, al ver el disfraz, el editor montó en cólera. Pero de nada le sirvió porque el tiempo escaseaba al tiempo que el genio del Guigo empeoraba. Así, con este panorama, al editor no le quedó más alternativa que hacer el foto estudio con el disfraz de mago oriental (alguien ofreció sus jeans y su camisa sugiriendo que combinadas con el chalequillo podían formar un disfraz de Juan Tamariz, pero la propuesta no tuvo mayor acogida).
Por último hay que decir que todo se habrán imaginado los protagonistas de esta historia menos que el episodio terminara siendo premonitorio. En efecto, y los hinchas de Santa Fe saben a qué nos referimos, meses después, un par de pases mágicos bastaron para que el Guigo desapareciera, cual Copperfield, la séptima estrella cardenal.