Foto cortesía Curramba y H. El Sucio
Parecía que por fin los problemas entre Colombia y Venezuela en temas diplomáticos iban a tener un final feliz. O al menos esa era la idea de los áulicos del presidente Uribe que, además de resolver encrucijadas del alma en blackberries y similares, estuvieron a punto de encontrar un embajador colombiano mucho más carismático que Jorge Barón y que no se tomara las cosas tan a pecho en la vida como Vicky Dávila en la entrevista a Hugo Chávez.
Bernardo Moreno y Jaime Bermúdez estaban caminando cerca a la oficina del presidente, en los rincones de la Casa de Nariño. Competían para ver quién era más bueno jugando golosa imaginaria sobre un tapete con hexágonos cercano al despacho, pero les sonó el celular y pronto se aburrieron. Desde el Ubérrimo les llegó un sms: “Los estoy viendo. Ke dejen de pendejar xq si no les doy en la cara maricos”.
Es que ambos funcionarios le habían dado largas a encontrar una solución para resolver las diferencias profundas con Venezuela y para amainar las amenazas “perroqueladranomuerde” de Hugo “Míster Danger” Chávez. Echaron cabeza como un verriondo, pero les era imposible concentrarse porque en la oficina estaba Pachito viendo “Thomas y sus amigos” en Nickelodeon a todo volumen.
Este era el programa que estaba viendo Pachito antes de presenciar el abrazo Navarrete-Chávez
Para quitarse de encima semejante lío le pintaron un reloj con esfero en la muñeca y tomaron el control del TV: para ver en que andaba Chávez, sintonizaron Globovisión pero fútbol era lo que estaban transmitiendo: un muy interesante encuentro entre Universidad de Los Andes y El Vigía. De pronto Pachito, santafereño hasta los tuétanos, se fijó que el portero del equipo local era un viejo conocido suyo: Armando Navarrete. Más sorpresivo fue el instante en el que la muralla se abrazó a Hugo Chávez, presidente de la república bolivariana de Venezuela.
Hablaron de todo: Navarrete le preguntó por Rodríguez Chacín, Hugo le dijo que si tenía una “de por días” urgente porque le sonsacaron la de él, hubo risas, abrazos, felicidad, abrazo y en ese instante, Chávez dijo: “Sigo tu carrera con pasión. Eres uno de los míos”.
-Bermúdez, pilas, ese man es el que necesitamos para que acabe esta peleadera. Mire a ver si se mosquea que Navarrete le va a hacer el cajón si usted no se pellizca –dijo Bernardo.
Jaime, presuroso llamó de inmediato al Ubérrimo: la solución esperada, el intermediario deseado entre las naciones en conflicto no iba a ser Lula ni el presidente de Surinam. Era Armando Navarrete, colombiano como el que más y amigo de Hugo. Empezaron a meterle dedo a cuanto teléfono estaba disponible para contactar de inmediato a Navarrete para nombrarlo embajador en el vecino país.
Se ordenó destapar la mejor champaña y cazar unas perdices para celebrar la firma de paz entre Colombia y Venezuela gracias al fútbol. Sin embargo, cuando todos estaban a punto de hincarle diente a los suculentos platillos, Fabio Valencia Cossio prendió las alarmas:
-Llamé a la ULA y que Navarrete ya no está en Venezuela.
Pachito, al instante, pronunció la frase que nadie quería oír:
-Muchachos, el partido se jugó en el año 2001. Navarrete está en Panamá, me parece. ¿No tenemos pelea con Rubén Blades y así aprovechamos?.
Colombia y Venezuela estuvieron a un paso de la paz. Navarrete hubiera sido el nexo ideal. No pudo ser esta vez.
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