Premios Bestiario del balón 2009: Los ganadores

Premio «Artridene Gel» al juez más obtuso de 2009, ganador, con 480 votos: Óscar Julián Ruiz.

Premio «Ronald Ayazo» al futbolista más piscinero de 2009, ganador, por segundo año consecutivo y con 841 votos: Emerson «Piojo» Acuña.

Premio «Gulliver» al jugador más agrandado de 2009, ganador, con 894 votos: Giovanni Moreno.

Premio «Friends» al elemento más nocivo en un plantel en 2009, ganador, con 887 votos: Gerardo Bedoya.

Premio «Vidrio en la media» al jugador, técnico o directivo más fastidioso de 2009, ganador, con 518 votos: Giovanni Moreno y su complejo de Cristiano Ronaldo.

Premio «Héroes de Cajanal» al falso emprendedor de 2009, ganador, con 849 votos: Junta Directiva de Millonarios.

Premio «Sensación Acevedo» a la promesa que no cuajó en 2009, ganador, con 617 votos, un representante de la sangre nueva de nuestro fútbol al que hay que tenerle paciencia: Anthony «Pitufo» De Ávila.

Premio “Pacho Maturana” a la frase célebre de 2009, ganador, con 530 votos: Diego Umaña y «Les va la madre si no llenamos el estadio».

Premio «Príncipe de Marulanda» al chascarrillo futbolístico del 2009, ganador, con 658 votos: Germán «Basílico» González y «¿Si vieron cómo jugó el Manchester ayer? Así jugó Santa Fe».

Premio «Pequeño Pony» al futbolista más «patabrava» de 2009, ganador, con 721 votos: Gerardo Bedoya.

Premio «La Fina» al arquero con manos de mantequilla, ganador, con 697 votos: Óscar Córdoba.

Premio «Wala» al uniforme barrial de 2009, ganador, por segundo año consecutivo, con 351 votos: Deportivo Pasto en cualquiera de sus presentaciones.

Premio “Settimio Aloisio” a la transferencia fallida de 2009, ganador, con 566 votos, por segunda ocasión: Cristian «Me conocen en todos los consulados» Zapata a la Juventus, Milan y  Real Madrid.

Premio “Kiko Barrios” a la celebración más precaria de 2009, ganador, con 967 votos: Millonarios y Carmelo Valencia en la Copa Cafam.

Premio «Señorito Silueta» al futbolista metrosexual (y gastrosexual) de 2009, ganador, con 497 votos en su tercer galardón que lo convierte en el gran triunfador de los premios de este año: Giovanni Moreno.

Premio «Jorge Castillo» al peor directivo de 2009, ganador, por abrumadora mayoría, 1135 votos: Juan Carlos López.

Premio DMG al futbolista que mucho prometió y nada cumplió en 2009, ganador, con 774 votos: Faustino Asprilla y su cambiazo de  Buffón, Cannavaro y Zola  por  Villa, Chonto y Aristi en su despedida.

Premio «Hernán Silva Arce» al escándalo de 2009, ganador, con 354 votos: el descenso atribulado del Pasto.

Premio “Cachaco Rodríguez” al futbolista No-Fitness de 2009, ganador, con 1204 votos:  Léider «El terror de los drenajes» Preciado.

Premio «El Hombre Bicentenario», al futbolista de la larga duración en Colombia, ganador, con 1252 votos: Anthony De Ávila.

Ganador de la medalla «Nelson Rivas» al futbolista colombiano que más ordeño las finanzas de un club foráneo en 2009, ganador, con 843 votos, su mentor y eterno inspirador: Nelson «el Comunitario» Rivas.

Premio «Henry Bocha Jiménez» al visitante-comentarista de 2009 en el Bestiario, ganador, con 285 votos:  Robaggio por haber descubierto al hermano Monroy en la grama del Campín.

Post del año, ganador, con 336 votos: La verdadera y única razón de la debacle azul.

Distinción obtenida con antelación y por aclamación: Premio “Los niños buscan su hogar” a la Fannyloreneada del 2009: Luis Enrique “Neco” Martínez.

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Mochileros II: por la senda de Ce Clei

Helinho, llamando la atención del camarógrafo en la tribuna.

Promediando 1995 dos jóvenes aventureros decidieron en algún lugar de Brasil hacer maletas y emprender un viaje por el continente americano con Alaska como destino final.

Más de diez años después, la hinchada de Millonarios tuvo noticia de la llegada repentina al plantel profesional de dos brasileños sin mayor trayectoria en el fútbol profesional del continente. Respondían a los nombres de Helinho y Denilson. Una vez desempacaron y le contaron a los periodistas los pormenores de su llegada, muchos vieron en ellos a los herederos de sus compatriotas que hace diez años supieron hacer historia, a su manera, pero historia al fin y al cabo en Millonarios.

Contaron que después de una larga travesía con escala en  equipos de fútbol ecuatorianos (no se sabe si profesionales, aficionados o de rodillones) habían logrado llegar hasta el Canadá (a diferencia de sus antecesores, ya sin cinco en Bogotá, estos seguramente sí incluyeron en su equipaje una calculadora Sankey para llevar bien las cuentas y optimizar recursos pudiendo llegar hasta mucho más arriba). Estando en Toronto, y aquí es donde hay un bache en la historia, fueron a dar al equipo de fútbol amateur «Portugal F.C.» conformado, suponemos, por los hijos de los empleados del consulado portugués en esta ciudad canadiense.

En esas estaban cuando Millonarios fue invitado a esta ciudad a disputar un partido amistoso contra el Barcelona, pero no el Henry, Pujol y Messi, sino el de Guayaquil.

No sé sabe muy bien cómo ni en qué escenario -algunas versiones sugieren que coincidieron con el plantel azul en el bus que los llevó a las cataratas del Niágara, mientras que otras, más perspicaces, hablan de mesas compartidas en la velada postpartido en algún rincón de la noche torontoriana- los dos jóvenes supieron hacer buenas migas con Luis Zapata, Óscar Córdoba y el resto de muchachos. Tan bien calaron en el grupo, que una vez llegada la hora de regresar a Bogotá y con la actitud del niño que se encariña con un cachorro en un paraje campestre, las cabezas visibles del equipo le imploraron a los directivos incluir entre los viajeros a los dos simpáticos cariocas ansiosos de, por un lado, probarse como profesionales y por el otro, de acelerar su regreso a casa. Generosos como siempre, los directivos azules accedieron a la petición del plantel, y tanto Helinho como Edilson aterrizaron en Bogotá con el resto del equipo.

Después de varias semanas en las que no se sabía muy bien qué hacer con estos exóticos souvenires, la Dimayor, algo confundida pues se tratataba de jugadores amateur a prueba foráneos, estatus no muy común el medio, autorizó su inscripción. El primero en debutar fue Denilson. Y vaya debut. Le correspondió hacerlo contra Nacional, en un estadio El Campín lleno a reventar. Presa del nerviosismo, el carioca no supo desenvolverse con la misma soltura que se le vio en el partido de banquitas que disputara en la recepción del hotel en Toronto como requisito final para confirmar su inclusión entre los viajeros.

Varias semanas después el turno le correspondió a Helinho. El marco era diferente, en el estadio no había más de 10.000 personas y el rival era el Deportivo Pasto, equipo sin los mismos pergaminos de los verdolagas. Comenzó el partido e inmediatamente se le vieron al debutante ganas de tragarse entera la cancha. No había balón que no corriera, rival que no presionara. Su entrega era total, era tal su compromiso con el equipo que hasta se las arregló para ganarle la espalda a un recogebolas.

Tanta enjundia se vería pronto recompensada: promediando el primer tiempo supo estar bien parado en el área chica y un rebote concedido por el arquero llegó a sus pies. Sólo tuvo que empujarla y después dar rienda suelta a una celebración que inmediatamente evocó aquella de Jesús Difilipe contra el Tolima en 2005.  Minutos después y poseído todavía por la euforia del joven que en cuestión de semanas pasa de turista a futbolista profesional, logró interceptar con la cabeza un centro en el área chica encontrándose el arco vacío del Pasto. Segundo gol para Helinho y euforia total entre la parcial. Ya acostumbrado a la gloria, esta celebración fue un poco más sobria.

El partido finalmente terminaría con un lapidario 4-0 a favor de los azules y al lunes siguiente Helinho ocupó los primeros planos de la prensa que saludaban su ingreso al hall –este sí Mentholyptus- de los ídolos azules recientes en el que ya tienen su lugar Gabriel Fernández, Juan Francisco Hirigoyen y el mismo Difilipe. En las agencias de viajes, por su parte, se celebró el que hubiera superado la hazaña de José Clei Santos de marcar un gol con Millonarios en condición de turista a mediados de 1995.

A las dos celebraciones contra el Pasto se sumaron una contra el Huila, otra contra el Envigado y una frustrada en un clásico después de una bien lograda tijera en supuesto y nunca comprobado fuera de lugar. Mientras Helinho cumplía, seamos francos, con creces el sueño del garoto siendo titular y goleador de un equipo profesional, Denilson -que no pudo demostrar su nivel-  se dedicaba a recorrer los museos y cuando estos se acabaron, los centros comerciales de Bogotá. Dicen nuestras fuentes que no le faltó ninguno: Paseo Real, Starco, Aquarium; cómo sería su desparche que hasta se le vio por el centro 93.

A falta de un partido para terminar el semestre y con la clasificación a los cuadrangulares embolatada, Denilson cayó en cuenta de que tanta emoción en el debut contra Nacional hizo que olvidara recomendarle a los fotógrafos la instantánea para llevarle a los papás. Desesperado, le imploró a Quintabani –técnico azul por ese entonces- que lo dejara volver a jugar. De todas las formas le rogó: que un ratico, que mire que había tomado clases en la escuela de Alejandro Brand, que se había visto toda la Champions, que le creyera que era otro, que lo hiciera por la solidaridad del MERCOSUR, etc. Pero ninguna de estas súplicas le funcionó. Lo que en últimas hizo que Quintabani lo incluyera en el banco de suplentes para el último partido del torneo contra Envigado en Bogotá, fue su desesperación ante el acoso al que fue sometido vía telefónica por los propietarios de locales de Paseo Real (entre quienes el carioca ya era uno más) que querían ayudarlo en retribución por el aumento del 58% en las ventas que registraron gracias a él y a los dólares canadienses que dejó en sus arcas.

El caso es que el colomboargentino accedió y lo convocó. Faltando tres minutos un empate dejaba a Millonarios por fuera de los cuadrangulares. Cuando vio que ya nada se podía hacer y temiendo una arremetida nocturna de los copropietarios de Starco que también se mostraron dispuestos a colaborarle, Quintabani le dijo al brasileño que se alistara. Segundos antes de pararse en la raya, Denilson, que ya había aprendido la lección, le entregó su cámara digital Coby al DT para que “por favor apenas tocara el balón le tomara una foto”. Como era de esperarse, no hubo ni balón, ni foto, ni nada. Viejo zorro, Quintabani tampoco se iba a arriesgara a que la postal de la eliminación azul fuera la del técnico inexplicablemente retratando a uno de sus jugadores en el momento más crucial del partido. De ahí su rostro indiferente ante el reclamo que con la mirada le hizo el veraneante al terminar el partido tal y como lo muestra la imagen.

Denilson, molesto con Quintabani por haber olvidado fotografiarlo.

Dicen que el regreso de vacaciones fue tenso. Helinho estaba molesto porque no le querían cambiar sus goles por pesos colombianos mientras que Denilson no paraba de reclamarle a Quintabani el “affaire Coby”. Peleando por la foto y por la plata andaban cuando les informaron que la institución no se podía dar más el lujo de hospedar a dos foráneos y que debían recoger sus pertenencias y continuar su viaje.

Como consuelo les aseguraron que habían hablado con el Ormeño y que todo estaba arreglado. Tranquilos, empacaron, se despidieron y se fueron. Tarde se dieron cuenta de que el Ormeño no era el bus internacional que recorre el continente, sino el eterno suplente de Zape en la selección.

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Noticias de Batey

La redacción del Bestiario del balón, siempre pendiente de sus pupilos, aprovecha el receso en sus vacaciones para reportar avistamiento en el tradicional Hexagonal -este año Octogonal- del Olaya de un integrante de nuestro modesto Hall mentholyptus de la fama: el popular Víctor «Batey» Álvarez.

La reaparición de quien fuera piedra angular del elenco de Pies a Cabeza y figurante en el plantel de Santa Fe de 1999, tuvo lugar en la delantera del equipo anfitrión del evento: el Club Deportivo Olaya Herrera. Con algunos centímetros -y kilos- más que cuando escuchaba sentado sobre un balón los «sigatos» de su maestro Willington, Batey lucha en el tradicional torneo del Suroriente contra férreos -y añejos- defensores como Osman López, Pablo Pachón y Arturo Arizala, al tiempo que compite contra Roberto Vidales, Diego Moreno y «Sensación» Acevedo, entre otros,  por el premio a la revelación del certamen. Si lo logra, e igual si no lo logra, no importa, no se extrañen si a mitad de año se anuncia, como ahora es la moda, su partido de despedida en El Campín.

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Interrumpimos vacaciones

La redacción del Bestiario del balón se sale de la piscina en la que departía alegremente con el «Piojo» Acuña para llamar a sus lectores capitalinos a impedir la que sin duda será la estocada final al fútbol de Bogotá: la presencia -con saque de honor incluido- de Pelé en el clásico amistoso del próximo 17 de enero.

Por lo reciente de la noticia, que además nos sorprendió en pleno descanso, no sabemos muy bien qué acciones sugerir. Puede ser una marcha, una recolecta de firmas, una huelga de hambre o incluso una investigación exhaustiva para averiguar si es cierto, como ya se rumorea, que todo esto es fruto de una oscura conspiración orquestada por sus rivales de otras plazas.

Por lo pronto se nos ocurre que  alguna digna exponente de la belleza del altiplano, ojalá con aire fannylorenesco,  haga contacto con O Rey en el bar Chispas del Tequendama la noche antes y lo convenza, caricias y cosquillas de por medio, de cambiar la ida al Campín por un recorrido turístico-cultural por un lugar en el que se sienta aun más a gusto que en un estadio de fútbol. Podría ser, diga usted,  la catedral de sal de Zipaquirá.

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El Ronaldinho opita

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Foto cortesía Max Gómez Montejo

Lo vieron en la pista atlética del Roberto Meléndez y la gente enloqueció de inmediato. Ronaldinho, el crack que deslumbraba al mundo en Barcelona había ido solo, sin la delegación brasileña a visitar el plantel colombiano que se preparaba para tratar de detener sus gambetas en el primer partido hacia la Eliminatoria al Mundial Alemania 2006.

¡Qué gesto hermoso! -el de la visita, no el de sus dientes de «Mandíbula» el caballo de Condorito- decía la prensa agolpada en el borde del campo. Algunos convocados soñaban con que Ronaldinho quisiera jugar un ratico con ellos: unos, para romperle los tobillos y así incapacitarlo con el único fin de que no nos enfrentara. Otros, más lambizcones, soñaban con que el ex Gremio y PSG les hiciera una «cuca» o se los mamoleara en medio del divertimento que suele dar un entrenamiento.

Un avezado periodista colombiano le preguntó en precario portuñol digno de pastor televisivo integrante del staff milagroso de «Pare de Sufrir» : «O mais grandchi jogador du Brasiu que pienzinha de la furtalezza colombinha en lus cierres». El sorprendido dientón dijo en tono amaneradamente sorprendido que «Yepes era muy bueno para cubrir los espacios». Terminó preguntando: ¿Y Brasil a qué horas viene?», todo esto en perfecto español.

El muchacho era oriundo de Neiva y su sueño era conocer en persona a Ronaldinho. Instructor de un gimnasio en la calurosa ciudad de Ze María, viajó 18 horas por tierra para encontrarse cara a cara con su doble de riesgo (Ronaldinho sí expuso su cuero a patadas, escupitajos y puños, él no).

No llegó jamás Brasil y la policía lo invitó con amabilidad a que abandonara el estadio con Margarito, para que aparecieran en una edición especial de «Palco Quillero». Su sueño no pudo ser realidad.

(Esto es una historia real)

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Radiobestiario decembrino

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El último Radiobestiario del año con:

-Chemaría delirante (pero lo siguen robando).

-Ronaldo cotiza pasajes a Neiva. El barcino (y el barcinito) lo esperan.

-Recuento: los mejores devaneos de 2009.

-De turismo por Colombia en (Maxi) Flotta.

-Chismes picantes.

-Columnista invitado: Miguel Ángel.

Descargar (Clic secundario y luego «Guardar enlace como…»)

Usuarios de iTunes y portadores de iPods hacer click acá. .

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Pille el detalle

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Pille el detalle en la foto publicada hoy por El Espectador y gánese tres pases dobles para la novena bailable de la Comisión Arbitral.

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Lugar equivocado: John Mario Ramírez en Santa Fe

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Fue como ver a Alfonso Cañón o a Víctor Aristizábal con la azul.  John Mario Ramírez, ídolo de buena parte de la hinchada de Millonarios y artífice de los dos subtítulos de los 90,  tuvo su desliz en el segundo semestre de 2003 con el rival de patio.  Y no fue cualquier puesta de cachos. No. John Mario no sólo se puso la roja para indginación de ambos bandos, sino también para hacerle un gol a Millonarios en el clásico en el que debutó en las filas cardenales.

Como se trataba de un furtivo freelance, la cosa fue más bien breve. Santa Fe, dirigido ese año por Julio Comesaña, no clasificó a los cuadrangulares y para el año siguiente John Mario abandonó en silencio, tal vez con los zapatos -bueno, los guayos- en la mano. Volvió a aparecer en primera división dos años después en el Boyacá Chicó equipo que claramente le causaba menos complejo de culpa.

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Millos-Mustang 2002-II

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Alexander Lemus y Yohan Viáfara, dos baluartes del Millonarios 2002-II.

Cuando se anunció hace unas semanas que el nuevo patrocinador del torneo sería Postobón no faltó quien pusiera el grito en el cielo. Hinchas, periodistas, ciudadanos de a pie y comités de señoras elegantes advirtieron que la presencia entre los equipos participantes de uno vinculado con la empresa que a partir del 2010 respaldará al rentado representaba, cuando menos, un escollo ético, un impresentable conflicto de intereses.

No obstante, en medio del drama nadie cayó en la cuenta de que no era la primera vez que esto sucedía. A los hinchas del equipo sobre el que recayeron todas las miradas les faltó esgrimir en su defensa  que en el segundo semestre del 2002 Mustang, patrocinador del torneo, fue también bizarro e improvisado sponsor de Millonarios sin que los  bríos del popular corcel de Protabaco hayan servido para sacar a los azules del penúltimo lugar de la reclasificación en el que terminaron ese año.

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