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Cuando era jugador, «que «el Mecato» nos robó», «que «Chucho» Díaz me persigue», «que Armando Pérez no me entiende». Después, como técnico, «que el «Cacharrito» nos tiene en la mira», «que la comisión arbitral nos acosa», «que el mundo del fútbol gira en contra de los intereses del Chicó». Finalmente, ya de directivo, «que el alcalde de Tunja me incumplió», «que el del Gremio se poposeó», «que al Chicó nunca lo van a dejar ser campeón». Bien sea como jugador, técnico o directivo el caso es que Eduardo Pimentel siempre ha vivido entre videos. Más que el fútbol, su verdadera vocación en la vida son los videos, tal y como lo prueba esta imagen, que data de 1986 cuando el joven Eduardo combinaba entrenamientos y partidos con la atención de «Batiamax», su negocio, de videos, por supuesto, en el norte de Bogotá. Allí, dicen los que saben, solía quejarse de que los clientes no rebobinaban los casetes, de que se los entregaban tarde, de que se hacían los pendejos con las multas e, incluso, insistía que algunos santurrones le grababan fragmentos de Silvestre y Piolín sobre escenas de soft porn.
Por último, si se observa con atención, se podrá ver como, temiendo una conspiración en su contra por parte de la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá, dispuso ubicar una lámpara Coleman en un punto estratégico del local. «Uno nunca sabe, yo sé que a esa gente no le caigo bien», dicen que le oyeron decir.
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Detalle de la lámpara Coleman que mandó instalar Eduardo.





