
Con el propósito de mostrar otras facetas de sus jugadores, la revista del América contaba con un espacio denominado el «Reportaje del mes». Para la edición de abril de 1988 el llamado a abrirle su corazón a los seguidores rojos fue el volante Víctor Luna, de gran talento, pero algo refundido en medio de tantas estrellas que poblaban la nómina escarlata en los felices años 80. Desde el comienzo, el periodista Umberto Valverde la tuvo clara: la cosa era por el interés, poco común, sin duda, de Luna por la bohemia. Y no por la vulgar bohemia de Pachanga y pochola, no. A juzgar por lo descrito, a Luna se le podría encontrar cualquier tarde saliendo de la «Tertulia» ataviado con un gorro titicaco, saco de lana virgen, y mochila arhuaca terciada. Imagen que brota después de leer las siguientes frases: «Naturalmente, Víctor Luna no es futbolista común y corriente. Es una persona que ama la cultura, el conocimiento, el cine y, sobre todo, es un hombre que tiene una ética. Por decirlo más popularmente, es el intelectual del grupo. Escribe y lee poesía».

Víctor Luna, con aire de bacán, camino a «La Tertulia».
Después de sendas preguntas por su presente futbolístico, por una eventual convocatoria a la selección de «Pacho» Maturana (no aclara en calidad de qué, podría ser de contertulio), Valverde retoma el tema del gusto de Víctor por las letras y las artes cerrando de la siguiente forma: «Terminamos hablando de la última película que estuvo viendo en La Tertulia, «Sin Testigos», un filme soviético sobre las relaciones de pareja. Luna me dice: «La vida de cada quien en su casa es definitiva para el rendimiento. Cuando uno no tiene conceptos claros sobre el afecto y el amor, tampoco puede tener claridad en el campo de juego». Y seguimos hablando, del fútbol, de la vida».
Para complementar el esbozo intelectual de Luna, el artículo incluía el siguiente recuadro con aforismos seleccionados del volante paisa.
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