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Ríos de tinta han corrido tratando de explicar uno de los más potentes traumas en la historia de nuestra nación: el fracaso rotundo de la selección Colombia en el Mundial de Estados Unidos 1994. Desde apostadores hasta brujas pasando por los entonces candidatos a la presidencia han sido señalados como los culpables de la desastrosa presentación de los nuestros en el mundial del país del raton Miguelito.
En medio de tantas versiones, mitos y leyendas, hasta hoy había pasado de agache esta imagen que nuestra siempre certera unidad investigativa encontró en una publicación de la época. Es la de los 14 muñecos articulados tipo «GIJoe» con los jugadores más representativos del equipo de Maturana. Hasta aquí, nada raro. Una novedosa estrategia de mercadeo. Lo que no se sabía hasta hoy, y que gracias a nuestra unidad investigativa por fin sale a flote, es que días antes del Mundial un comando secreto de las fuerzas gitanas rumanas fue enviado a las calles bogotanas con el único objetivo de hacerse a la colección completa de los muñecos de la selección. Una vez cumplida la misión regresaron su tierra natal y le entregaron el botín a Mirciade Ujulescu, reconocida gurú mística-espiritual del pueblo romo afincado en el país de los Cárpatos, quien procedió a bañar los muñecos con una pócima secreta que días después, vía Hagi, Raducioiu y Popescu (fieles esbirros de doña Ujulescu) demostró su total eficacia.
Años después los perjudicados por el juego sucio de los rumanos, al enterarse, vía Indio Amazónico, de la responsable de su inesperada debacle hicieron una vaca para contratar un comando de mercenarios que recuperara los muñecos de las garras de la Sra. Ujulescu. La misión tuvo éxito parcial: fue imposible recuperar los de Gabriel Jaime «Barrabás» Gómez y JJ Tréllez. .












