Cuando se está en la buena, cuando la rueda de la fortuna gira a favor de nuestros intereses todo sale. Eso lo constató Germán Gutiérrez de Piñeres aquel 20 de diciembre de 1987, día en que Millonarios obtuvo la estrella 12 y en el que el barranquillero pudo dar su segunda vuelta olímpica con los azules. Era, de hecho, el único repitente del título del 78 en el plantel.
Pero su mayor alegría no fue deportiva. Todo estudiante universitario conoce el calvario que es conseguir un lugar para hacer la práctica profesional. Germán, al tiempo que con sus pies repartía muestras de afecto a delanteros rivales, adelantaba estudios de periodismo. Y coincidió que para el octogonal de ese año, se vio en la necesidad también de tocar puertas para ver dónde lo recibirían para hacer sus primeros pinitos en su profesión paralela. Esto lo sabía el equipo de Cromadeportes de Cromavisión, quienes justamente andaban buscando cargacables, joven de los tintos, transcriptor de entrevistas, tramitador, auxiliar de trasteos y paño de lágrimas para jefes (funciones que regularmente cumplen los jóvenes en este rol).
Así, aprovechando la euforia del momento Humberto Salcedo le dio la buena noticia a Gutiérrez de que el dispendioso trámite en el que tendría que gastar sus vacaciones de fin de año estaba resuelto, cosa que agradeció el zaguero azul. Por supuesto, no era el momento de profundizar en lo referente al perfil del cargo que le esperaba a su nuevo «chino águila».
La información la venía manejando nuestra Unidad Investigativa desde hace varias semanas, pero dada su trascendencia quisimos ser muy cautos. No obstante, ante el aluvión de indicios que han llegado a esta redacción consideramos que ya tenemos elementos suficientes para sostener que, así en su momento se haya querido hacer creer lo contrario, en 1986 sí tuvo lugar un Mundial, o una especie de Mundial, de fútbol en suelo patrio.
En efecto, imágenes como la que encabeza este artículo, producciones musicales, elementos de papelería y un último hallazgo que consideramos es la prueba reina, además de testimonios de fuentes que se han negado sistemáticamente a revelar sus nombres apuntan a que el evento, o, por lo menos, algo parecido a él sí alcanzó a desarrollarse y que por oscuros motivos no tuvo el despliegue de la cita paralela desarrollada en México.
Esta es la prueba reina en cuestión, la ficha que faltaba en el rompecabezas:
Se trata de una carta de un sabelotodo de la época –descubierta por Maria Esther y Miguel Ángel en plena celebración del día de la secretaria mientras disputaban una ardua partida de la modalidad «prendas» de este popular juego de mesa– en la que se da como un hecho no solo que la cita orbital tuvo lugar sino que a ella asistió Bolivia.
El caso es que una vez Maria Esther nos la hizo llegar desde el coconitofax del amor hubo gran alborozo en la redacción. Y es que hasta ahora solo teníamos pruebas cuyo origen bien podría ser cuestionado,pues podrían corresponder a montajes posteriores. Pero que un juego de la credibilidad, bagaje y rigor del Sabelotodo dé como un hecho la realización del certamen orbital es razón más que suficiente para asumir que este sí se celebró.
Hasta ese momento el indicio más sólido en nuestras manos y que ya nos había dado la convicción que estábamos tras algo grande era una fotografía que un anónimo nos hizo llegar y, que todo apunta, correspondería al IBC (Centro de Prensa Internacional) .
Este habría sido el IBC (centro de prensa internacional) que finalmente se construyó para la cita orbital. Claro estuvo a cargo de la tecnología, como se puede ver en la imagen.
Sin duda, se trató de un evento no precisamente marcado por el glamour. Y no podía, pues, según coinciden varios testimonios en nuestro poder, toda la plata dispuesta para infraestructura se evaporó segundos después de disponerse las partidas a punta de otrosís, adiciones, contabilidades paralelas y decenas de artimañas y expresiones de la más tradicional y milenaria corruptela, las mismas que enriquecen y a diario revitalizan ese patrimonio intangible que debemos cuidar y promover.
De tal tamaño fue el tumbe que rápidamente el gobierno de turno se dio cuenta de que el país se vería abocado a un ridículo, ahora sí, de talla Mundial. Al haberse esfumado los recursos, había que hacer el torneo «con lo que se tenía».
La alternativa, según se rumora, fue aprovechar el ánimo de reconciliación que invadía por ese entonces al país bajo la batuta de Belisario y su paloma que acababa de patentar. Entonces la opción –dicen que fue sugerencia de Claudia de Colombia y Maria Emma Mejía– fue hacer un Mundial «a la colombiana», con todo lo que eso implica comenzando porque sería, como cualquier corrida de catre que se hace en estos lares, el «Mundial de la paz».
Cuentan, por ejemplo, que se estableció que a los equipos se les pagaría el dinero que les corresponde por participar a 2.300 días y solamente los viernes de 4:23 a 4:24, luego de que estos radicaran la cuenta de cobro según formato y una larga lista de papeles que incluían, entre otros, certificado de buena conducta en los jardines infantiles de cada uno de sus integrantes; a los buses de las delegaciones se les otorgaría inmunidad especial en materia de revisión tecnomecánica lo que garantizaría por lo menos dos recalentadas por trayecto y tres demostraciones de pericia del conductor frenando su vehículo a punta de caja ante el recalentamiento de los frenos; por último, en los camerinos no habría agua y sería preciso promover la tradición local del baño de gato, ojalá en dinámicas grupales para favorecer la unidad de los planteles y, de paso, la libre circulación del amor universal. Recordemos que sería el Mundial de la paz.
Semejante panorama no le gustó ni cinco a la FIFA. Pero ellos podrán ser lo que sea: calvos, bandis, barrigones, fanáticos de Arjona, pero su palabra se respeta. El compromiso, adquirido en 1974 era que Colombia haría un Mundial y lo iban a mantener costara lo que costara. Un solo lío: nadie estaba dispuesto a venir.
Este pudo haber sido el logo de la papelería que circuló en el IBC.
Entonces sugirió un nuevo camino intermedio: nuestro Mundial de la paz se haría, sí, pero tendría «vocación local, con espíritu cósmico-universal» y paralelo a este se celebraría uno en México, este sí bajo la batuta de Adidas, Coca Cola, ISL y demás piezas del siempre perverso engranaje capitalista. Desde el comienzo estuvo claro que los equipos clasificados serían autónomos en su decisión de a cuál asistir. No hubo pues sorpresa cuando se reveló que 24 de los 24 preferían la tierra de Cantinflas. Ante este panorama, el máximo ente rector del balompié mundial dio libertad total, carta blanca absoluta, a nuestros directivos para que hicieran lo que quisieran con su torneo, eso sí, «en la más absoluta discreción» para no perjudicar la marca.
Y así fue. Ya metidos en el cuento, sin un peso, pero sí con el orgullo patrio intacto y, además, herido y en plena ebullición, cuentan que lo que tuvo lugar fue un torneo invitacional alterno -en todo el sentido de la palabra- bolivariano y ecológico de banquitas -expresión lúdica de arraigo mucho más local que el perverso invento del imperio británico compañero-, con mayor énfasis en el tercer tiempo y en las demostraciones de danzas folclóricas, habilidades artesanales y cuenteros de los intermedios.
Al final, hubo un intento de Coca-Cola por subirse a la buseta de la victoria del Mundial alterno. Nadie les paró bolas.
Como suele ocurrir, si bien los invitados hasta última hora anunciaron sus titulares, al final la mayoría de ellos sospechosamente se lesionaron y terminaron viniendo nóminas mixtas (en el sentido pleno de la palabra). Un testigo nos aseguró que minutos antes de darse el chiflido inicial canceló Ecuador y fue necesario recurrir a Honduras, sempiterno aliado de la improvisación patria. Al parecer, el único periodista extranjero acreditado fue, precisamente, el de Sabelotodo Inc.
Hasta aquí todo cuadraba. Pero quedaba una rueda suelta. ¿Por qué diablos sí ese fue el Mundial que finalmente se hizo el tema oficial seguía siendo tan crítico del mismo?
La misma fuente que nos filtró la foto del IBC nos confió la respuesta: el telegrama en el que se le informaba a Gloria Eliana del cambio de orientación, hasta hoy permanece, sin reclamar y dirigido a su niño interior, como lo pudimos constatar, en el Telecom de la quebrada La Miel, en inmediaciones de La Dorada, para ese entonces capital alucinógena de Colombia.
Fue en una fría tarde de Helsinki. Las bufandas detectan los helajes de los que fueron víctimas los colombianos en aquella gira en 1988 donde se le ganó 1-3 al equipo local. Si bien el arquero de Finlandia era apellido Patelainen, es bueno recordar esta selección de lujo que fue a cubrir un juego que, en tiempos en los que no existía internet, no era anodino.
Complete los nombres de la formación de la foto (incluido el mono de atrás que tiene el teléfono móvil) recibirá vía Adpostal la canción original de «La barra de las 13».
Edición popocha del podcast que le pone el sabor a su almuerzo:
Esta semana:
-Antología de grandes calvos del FPC: dignos y vergonzantes.
-Especial: los 101 perros de Freddy Montero. Todo lo que siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar. Aullidos para pasar la pena, gran danés colgando cuadros y transmilenito canino en su ciudadela perruna. Imperdible.
-La Madre Laura inminente patrona de la selección y la colisión del ámbito sagrado con el perritu. Predicciones aterradoras. Niños abstenerse. Incluye «hija laura no existís».
-George Saunders entre chocorramos y botellas de Napoleón añejado en cisterna caleña.
-Investigación: la cámara de criollización del Parque Jaime Duque. Criollizaciones análogas y digitales, extremas y mediocres.
Hubo un momento en el que César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo fueron en la vida argentina dos figuras antagónicas del nivel de Churchill y Stalin, Ernesto Samper y Andrés Pastrana, Pelé y Maradona, Silvestre Dangond y Peter Manjarrés.
La sociedad gaucha se dividió entre Menottistas y Bilardistas, cada uno encarnaba una forma de ver el fútbol y, de paso, la vida; no había punto medio posible. De haber vivido en esa época en ese país, incluso María Emma Mejía se habría visto obligada a tomar partido.
Entre ambos DT campeones del mundo creció, como era de esperarse, un hondo abismo y una constante rivalidad por ser el más respetado de los hombres de fútbol su nación. Pero tanto tire y afloje, dimes diretes, dardos que vienen y van terminan por desgastar y obliga a replantear la estrategia.
Y así fue como a Menotti, no sabemos en qué circunstancias, se le ocurrió una fórmula que le permitiría, al mismo tiempo, descansar un poco de tanto ajetreo, explorar nuevas dimensiones de su ser liberándose de esa camisa de fuerza que es el género entendido como algo fijo, estático, monolítico y, de paso, borrar la huella que su rival había dejado en su paso por Colombia.
El caso es que, valiéndose de su síndrome de Pertegaz, aquel que desarrolla rasgos faciales de mujer adulta mayor en el rostro de hombres mayores de 40 años,aterrizó aquí con la falsa identidad de doña Libia González. Y lo hizo tres décadas después de que el «Narigón» nos visitara, primero para dirigir al Deportivo Cali y luego a la Selección Colombia que trató, sin éxito, de sacar visa para el Mundial de España'82.
Días antes de su tránsito.
No fue difícil el tránsito, dadas las características preexistentes. Solo fue cuestión de unos minutos más de secador en las mañanas y un sobrecito de tinte ref. «negro ceniza» de L'Oreal, dos o tres nociones elementales de manejo de tacón plano y averiguar cuál era la dosis mínima de base para la cara, además de trazos básicos de pestañina solo por si alguna ocasión especial se presentara. La voz, espesa y aguardientosa, permaneció intacta, solo fue cuestión de encontrar el acento.
De esta forma, Menotti pudo relajarse, incursionar en esa aventura maravillosa que es recorrer los límites y pliegues de la sexualidad, no abandonar lo que siempre supo hacer (su programa, Kanitas al aire incluía una sección de gimnasia y pilates para los abuelitos) y, lo más importante, hacer algo de trabajo sucio para minar lo construido por Bilardo. ¿Cómo lo hizo? Fácil. Escudándose en su condición de matrona del prime time de la TV comunitaria.
Doña Ligia ya registraba experiencia previa con las cámaras.
Cada que podía se ubicaba estratégicamente corredores y cafeterías de estudios de grabación así como en salones de té, peluquerías, y salas de espera de consultorios, terminales y aeropuertos a echar rulo y de esa forma despotricar sin miramiento alguno de su rival. A punta de maledicencias supo hacer trizas lo poco que dejó su eterno némesis en su paso por este país, dándole vuelo a anécdotas que ya circulaban sobre mañas de sus dirigidos como salir con alfileres para fastidiar al rival que les correspondía marcar, o con Vick Vaporub para frotarle en los ojos a los centrales contrarios justo antes de un tiro de esquina todo esto por no mencionar los laxantes en el agua que gentilmente se le obsequiaba a los contrincantes.
La nueva vida de César Luis iba, pues, viento en popa. Sus metas trazadas se cumplían una tras otra. Encontró sosiego, nuevos horizontes sin dejar de destruir lo construido por Bilardo. Tan embelesado estaba con su nuevo proyecto de vida que descuidó lo elemental.
Pasaje de Kanitas al aire en el que Menotti adopta posición fetal al sentir evidente nostalgia por su antigua vida.
Cuentan por ahí que un día, en una pausa de una grabación, se vio en la necesidad de evacuar la vejiga y sin más ni más entró al baño de varones, donde, por pura costumbre de tantos años, se dirigió al orinal. No contaba con que una cámara de seguridad, lo registró. Aterrados, los encargados del área emitieron alaridos que convocaron a unos cuantos funcionarios más. Nadie en el centro de control daba crédito a la grabación que repitieron una y otra vez y que mostraba a doña Ligia orinando de pie. La confusión fue total. Nadie esperaba verse cara a cara con tamaña revelación. ¿Qué más podía estar ocultándoles, la hasta ese momento, entrañable y carismática señora?
Doña Ligia quedó igualmente estupefact@ al caer en cuenta de su error y de que había quedado en evidencia. Cualquier explicación no haría sino incriminarl@ más. Con dignidad, salió, recogió sus corotos y partió en un marco de total silencio. Meses después alguien en el Kanal vio una entrevista a Menotti y pensó para sus adentros «yo a este tipo yo lo he visto antes», pero no iba a hilar tan delgadito.
Con aportes de: Daniel Ramírez, Edwin Martínez, Laureano Leal, Leandro Melo y Federico Perry. Maria Esther les enviará en Kokorikóptero la libretica de Osorio en braile. Muchas gracias.