La información la venía manejando nuestra Unidad Investigativa desde hace varias semanas, pero dada su trascendencia quisimos ser muy cautos. No obstante, ante el aluvión de indicios que han llegado a esta redacción consideramos que ya tenemos elementos suficientes para sostener que, así en su momento se haya querido hacer creer lo contrario, en 1986 sí tuvo lugar un Mundial, o una especie de Mundial, de fútbol en suelo patrio.
En efecto, imágenes como la que encabeza este artículo, producciones musicales, elementos de papelería y un último hallazgo que consideramos es la prueba reina, además de testimonios de fuentes que se han negado sistemáticamente a revelar sus nombres apuntan a que el evento, o, por lo menos, algo parecido a él sí alcanzó a desarrollarse y que por oscuros motivos no tuvo el despliegue de la cita paralela desarrollada en México.
Esta es la prueba reina en cuestión, la ficha que faltaba en el rompecabezas:
Se trata de una carta de un sabelotodo de la época –descubierta por Maria Esther y Miguel Ángel en plena celebración del día de la secretaria mientras disputaban una ardua partida de la modalidad «prendas» de este popular juego de mesa– en la que se da como un hecho no solo que la cita orbital tuvo lugar sino que a ella asistió Bolivia.
El caso es que una vez Maria Esther nos la hizo llegar desde el coconitofax del amor hubo gran alborozo en la redacción. Y es que hasta ahora solo teníamos pruebas cuyo origen bien podría ser cuestionado,pues podrían corresponder a montajes posteriores. Pero que un juego de la credibilidad, bagaje y rigor del Sabelotodo dé como un hecho la realización del certamen orbital es razón más que suficiente para asumir que este sí se celebró.
Hasta ese momento el indicio más sólido en nuestras manos y que ya nos había dado la convicción que estábamos tras algo grande era una fotografía que un anónimo nos hizo llegar y, que todo apunta, correspondería al IBC (Centro de Prensa Internacional) .
Sin duda, se trató de un evento no precisamente marcado por el glamour. Y no podía, pues, según coinciden varios testimonios en nuestro poder, toda la plata dispuesta para infraestructura se evaporó segundos después de disponerse las partidas a punta de otrosís, adiciones, contabilidades paralelas y decenas de artimañas y expresiones de la más tradicional y milenaria corruptela, las mismas que enriquecen y a diario revitalizan ese patrimonio intangible que debemos cuidar y promover.
De tal tamaño fue el tumbe que rápidamente el gobierno de turno se dio cuenta de que el país se vería abocado a un ridículo, ahora sí, de talla Mundial. Al haberse esfumado los recursos, había que hacer el torneo «con lo que se tenía».
La alternativa, según se rumora, fue aprovechar el ánimo de reconciliación que invadía por ese entonces al país bajo la batuta de Belisario y su paloma que acababa de patentar. Entonces la opción –dicen que fue sugerencia de Claudia de Colombia y Maria Emma Mejía– fue hacer un Mundial «a la colombiana», con todo lo que eso implica comenzando porque sería, como cualquier corrida de catre que se hace en estos lares, el «Mundial de la paz».
Cuentan, por ejemplo, que se estableció que a los equipos se les pagaría el dinero que les corresponde por participar a 2.300 días y solamente los viernes de 4:23 a 4:24, luego de que estos radicaran la cuenta de cobro según formato y una larga lista de papeles que incluían, entre otros, certificado de buena conducta en los jardines infantiles de cada uno de sus integrantes; a los buses de las delegaciones se les otorgaría inmunidad especial en materia de revisión tecnomecánica lo que garantizaría por lo menos dos recalentadas por trayecto y tres demostraciones de pericia del conductor frenando su vehículo a punta de caja ante el recalentamiento de los frenos; por último, en los camerinos no habría agua y sería preciso promover la tradición local del baño de gato, ojalá en dinámicas grupales para favorecer la unidad de los planteles y, de paso, la libre circulación del amor universal. Recordemos que sería el Mundial de la paz.
Semejante panorama no le gustó ni cinco a la FIFA. Pero ellos podrán ser lo que sea: calvos, bandis, barrigones, fanáticos de Arjona, pero su palabra se respeta. El compromiso, adquirido en 1974 era que Colombia haría un Mundial y lo iban a mantener costara lo que costara. Un solo lío: nadie estaba dispuesto a venir.
Entonces sugirió un nuevo camino intermedio: nuestro Mundial de la paz se haría, sí, pero tendría «vocación local, con espíritu cósmico-universal» y paralelo a este se celebraría uno en México, este sí bajo la batuta de Adidas, Coca Cola, ISL y demás piezas del siempre perverso engranaje capitalista. Desde el comienzo estuvo claro que los equipos clasificados serían autónomos en su decisión de a cuál asistir. No hubo pues sorpresa cuando se reveló que 24 de los 24 preferían la tierra de Cantinflas. Ante este panorama, el máximo ente rector del balompié mundial dio libertad total, carta blanca absoluta, a nuestros directivos para que hicieran lo que quisieran con su torneo, eso sí, «en la más absoluta discreción» para no perjudicar la marca.
Y así fue. Ya metidos en el cuento, sin un peso, pero sí con el orgullo patrio intacto y, además, herido y en plena ebullición, cuentan que lo que tuvo lugar fue un torneo invitacional alterno -en todo el sentido de la palabra- bolivariano y ecológico de banquitas -expresión lúdica de arraigo mucho más local que el perverso invento del imperio británico compañero-, con mayor énfasis en el tercer tiempo y en las demostraciones de danzas folclóricas, habilidades artesanales y cuenteros de los intermedios.
Como suele ocurrir, si bien los invitados hasta última hora anunciaron sus titulares, al final la mayoría de ellos sospechosamente se lesionaron y terminaron viniendo nóminas mixtas (en el sentido pleno de la palabra). Un testigo nos aseguró que minutos antes de darse el chiflido inicial canceló Ecuador y fue necesario recurrir a Honduras, sempiterno aliado de la improvisación patria. Al parecer, el único periodista extranjero acreditado fue, precisamente, el de Sabelotodo Inc.
Hasta aquí todo cuadraba. Pero quedaba una rueda suelta. ¿Por qué diablos sí ese fue el Mundial que finalmente se hizo el tema oficial seguía siendo tan crítico del mismo?
La misma fuente que nos filtró la foto del IBC nos confió la respuesta: el telegrama en el que se le informaba a Gloria Eliana del cambio de orientación, hasta hoy permanece, sin reclamar y dirigido a su niño interior, como lo pudimos constatar, en el Telecom de la quebrada La Miel, en inmediaciones de La Dorada, para ese entonces capital alucinógena de Colombia.