
Como bien lo dice nuestra misión-visión, el Bestiario del balón también es hogar de aquellos que tuvieron sus «cinco minutos de fama para nunca más volver». De aquellos que por capricho del destino no pudieron consolidar una carrera que se anunciaba llena de sucesos.
Este es el caso de José Luis Murillo, espigado defensa central que alcanzara a disputar algunos pocos partidos con Millonarios en el 2000. Rápido, eficaz en el juego aéreo e impecable en la marca, Murillo fue rápidamente referenciado como grata revelación en el Millonarios del «Flaco» Rodríguez. Todo iba viento en popa para la nueva figura hasta el triste día -16 de abril, para más señas- en el que, enfrentando al Quindío en Bogotá, en una confusa jugada en el área José Luis chocó contra Eduardo Niño, por ese entonces suplente-titular del arco embajador. El diagnóstico confirmó lo que todos temieron al ver los gestos de dolor del siniestrado: rotura del ligamento cruzado anterior, la misma lesión de Oscar Cortés, la misma de Osman López; dos de los más recordados zagueros azules de la última década y la misma que también sufrieron Eddy Villarraga y Juan Carlos Jaramillo cuando vivían sus días más felices como futbolistas. Muchos creyeron entonces que una (¿otra?) maldición se había instalado en el camerino azul.
El tiempo le dio la razón a quienes así explicaron este y los demás insucesos pues José Luis nunca volvió a asomarse por el once titular azul. Cosas del ingrato fútbol. .






