José Luis Murillo

Como bien lo dice nuestra misión-visión, el Bestiario del balón también es hogar de aquellos que tuvieron sus «cinco minutos de fama para nunca más volver». De aquellos que por capricho del destino no pudieron consolidar una carrera que se anunciaba llena de sucesos.

Este es el caso de José Luis Murillo, espigado defensa central que alcanzara a disputar algunos pocos partidos con Millonarios en el 2000. Rápido, eficaz en el juego aéreo e impecable en la marca, Murillo fue rápidamente referenciado como grata revelación en el Millonarios del «Flaco» Rodríguez. Todo iba viento en popa para la nueva figura hasta el triste día -16 de abril, para más señas- en el que, enfrentando al Quindío en Bogotá, en una confusa jugada en el área José Luis chocó contra Eduardo Niño, por ese entonces suplente-titular del arco embajador. El diagnóstico confirmó lo que todos temieron al ver los gestos de dolor del siniestrado: rotura del ligamento cruzado anterior, la misma lesión de Oscar Cortés, la misma de Osman López; dos de los más recordados zagueros azules de la última década y la misma que también sufrieron Eddy Villarraga y Juan Carlos Jaramillo cuando vivían sus días más felices como futbolistas. Muchos creyeron entonces que una (¿otra?) maldición se había instalado en el camerino azul.

El tiempo le dio la razón a quienes así explicaron este y los demás insucesos pues José Luis nunca volvió a asomarse por el once titular azul. Cosas del ingrato fútbol. .

Te acordás hermano qué tiempos aquellos…

Nada mejor que esta postal para escenificar lo contrario de aquel adagio que dice: “Dime con quien andas y te diré quien eres”.

Partido clásico en el Atanasio, jugado cualquier día de 1997, la fecha exacta no importa ni tampoco el marcador, lo rescatable es la camaradería de la parcial verde para con el arriesgado hincha rojo que se atrevió a meterse en la jaula del león.

Esto tal vez no lo podamos volver a ver nunca jamás….

Contribución: Abra
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Regresa Radiobestiario

Desde la sala de la casa vuelve el podcast del Bestiario. Hoy con:

-Maria Ester y la hora exacta.

-Invitado especial internacional, «barrabrava» de Gimnasia y Esgrima de Jujuy.

-Informe especial de «Chemaría» Yepes de la Torre desde Neiva.

-Reminiscencias de 610 AM, fútbol visitante.

-Medalla «Alirio Blanquiceth» al árbitro más obtuso de la fecha.

-Nueva y estelar sección: «Qué pasó con…» Hoy: Jesús Di Filippe.

-Sonido «Mono» digital de última generación.

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Julito de Montevideo

«Bueno señores, no más fotos cliché», advirtió el director. «Quiero audacia, originalidad, nada del técnico sentado en el banco o del goleador detrás de la red. Como esas ya hay mil fotos, recuerden que somos un medio audaz, innovador, moderno, diferente». Algo confundidos, los miembros del equipo de redacción de la revista acataron la orden y se pusieron manos a la obra. Para la siguiente edición el técnico planillado para ser entrevistado era el del Junior, adivinen, Julio Avelino Comesaña. «¿Qué hacemos, hermano?» ,»ayudáme a pensar en algo para las fotos de la entrevista y que le guste al jefe». «Ya sé, yo tengo un sobrino novillero, él nos consigue la entrada a la Santamaría». «¿Pero qué, qué decimos, cómo justificamos esa producción?» «Fácil, digamos en el pie de foto que el Junior es un toro duro de lidiar». «¿Y Julio si se le medirá?» «Hombre, claro, si ya una vez lo pusieron a comer lasaña, imposible que no se le mida a esta». «De una entonces, cuádrame eso y lo sacamos». .

Hamil-son y The Lion’s Agony

Después de un relativo éxito inicial, The Lion’s Agony entró en una etapa de estancamiento. Los frecuentes viajes de sus integrantes, obligados a atender compromisos deportivos, le impedían a la banda ensayar y montar nuevos temas que sorprendieran a sus seguidores -que, a decir verdad, nunca superaron la centena. Eran sin duda una banda de culto-. Fue entonces cuando un visionario empresario le sugirió a Leonel, líder natural de la agrupación, que era hora de un nuevo aire, que por qué no se le median a eso que ahora pegaba tanto y ya algunos comenzaban a llamar fusión. A Leonel no sólo le sonó la idea sino que recordó las veladas que en la selección Colombia eran amenizadas por el ritmo que sólo Hamilton Ricard le sabía sacar a unas congas que llevaba a cuanta concentración era convocado. Le propuso, negociaron y así fue como en las concentraciones de la selección que se preparaba para el Mundial USA’94 se instaló el trop-trash-metal..

Ruben Darío Hernández, especial interactivo

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Previendo la confusión y las críticas que generará la presencia en este espacio de tan recordado goleador, aclaramos que una de nuestras secciones está dedicada a aquellos futbolistas que además de talento también demostraron una gran afición por los trasteos. Con once equipos en más de quince años de trayectoria como profesional, al «muchacho de la carrera alegre», como alguna vez lo bautizó el comentarista de los ojos verdes, le sobran méritos para ser el decano de nuestra remozada sección «Capos de las mudanzas». .

La Katana y el león

Cuando al Matsuri se le venza el certificado de gases, siempre quedará la opción de sacar a pasear a la Katana. .

¡Metal Rules!

Una vez develado el pasado metalero de Leonel Álvarez con su banda The Lion’s Agony, nuestra unidad investigativa se puso en la tarea de averiguar hasta el más mínimo detalle de la historia de esta agrupación. Grande fue la sorpresa cuando un bestiarista vendedor de discos en Vía libre nos contactó asegurando que había encontrado una fotografía que podía ser de nuestro interés. En efecto, impresa en páginas interiores de una revista contracultural de efímera existencia y mínima circulación en Medellín, el corresponsal había encontrado esta foto del bajista de la banda de Álvarez. Se trata, como lo pueden constatar, de John Jairo Tréllez quien, según nos informaron otras fuentes, tuvo un paso por la banda tan breve y, dicen los entendidos, tan intrascedente como lo fue su estadía en el club de la ribera. .

El malogrado estadio azul (I)

Cuando apenas despuntaba el milenio dos de los equipos más tradicionales del país, Millonarios y Cali, sorprendieron con el anuncio de la construcción de sus propios estadios. La forma de hacer realidad esta utopía sería a través de la venta de palcos -a perpetuidad- a empresas y particulares. La venta de estos apartamentos con vista al campo de juego, además de utilidades para los encargados del proyecto, permitiría también la construcción de graderías para los mortales, parqueaderos, centros comerciales y hasta museos. «´Por fin vamos a tener estadios a la altura de los más modernos del mundo», se le escuchó decir a los más optimistas. «Le creo más al del monorriel de Springfield», ripostaron los más escépticos en alusión al hábil comerciante que embaucó a la ciudad de Los Simpsons.

Pasó el tiempo y mientras el estadio del Cali crecía entre cañaduzales, el de Millonarios era intensamente promocionado entre hinchas y empresas de la capital. Sin embargo, la habilidad con la que se exponian las bondades del proyecto era inversamente proporcional a la mostrada por jugadores en la cancha y por los directivos en los escritorios. A mediados de 2004 la crisis azul tocó uno de tantos fondos y a los azules no les quedó más tabla de salvación que la ley 550 o ley de quiebras. Con un equipo en esta difícil situación el estadio dejó de ser viable y quienes ya habían invertido en el proyecto debieron hacer fila para recuperar sus pesitos en la fiduciaria encargada de preservar el dinero mientras comenzaba la construcción.

Ocho años después y a punto de cerrarse la primera década del milenio, el estadio del Cali está más cerca de ser un museo arqueológico (por aquello del cementerio indígena encontrado bajo su gramado) que un escenario deportivo. Del de Millonarios quedan también ruinas, pero de una agresiva estrategia de marketing que hoy parece más la del monorriel. .