«Libertadores no se ganan todos los días, pa-pá». Ese debió haber sido el grito de batalla de Gildardo Biderman Gómez la noche del 31 de mayo de 1989. Y es que después de ganar el campeonato de clubes, más de un jugador verdolaga se inscribió inmediatamente en otro de carácter etílico. Así, esa noche muchos dieron lo mejor de sí para hilvanar una rasca de campeonato que al día siguiente amaneció convertida en un auténtico guayabo trifásico y pomarroso, de esos que se llevarían todos los aplausos en una bienal de resacas. Como lo muestran estas imágenes, Gómez seguramente alcanzó por lo menos la semifinal, sino el título, de este torneo post-libertadores. Para librarse del guayabo, dicen, la única alternativa era el mundialmente famoso caldo de culebra. Por supuesto, todas las miradas recayeron sobre Leonela, único reptil del plantel.