Mucho más que el título de la Copa del Rey, la noticia que ha ocupado las primeras planas ha sido la de la destrucción del trofeo, cortesía de las mantequillosas manos de Sergio Ramos. Hasta ahora se ha dicho que al defensa se le cayó de las manos y que el bus la arrolló. Y esto es en parte cierto. Pero todas las versiones omiten lo más importante: Jeffrey Díaz, quien alcanzó la fama en 2004 al desintegrar el trofeo que se le entregó a su equipo, el Once Caldas, luego de ganar la Copa Libertadores, estaba de incógnito entre el plantel madridista y que el daño de la copa fue obra suya.
Las razones por las que el crédito de Maicao hizo parte del plantel campeón son confusas. Unos hablan de la exigencia -consignada en una cláusula del contrato- por parte del siempre voluntarioso y excéntrico Mourinho de contar con un «amuleto guajiro» en partidos decisivos. La otra versión apunta a que se trató de una suplantación. Que Díaz, fiel a la estirpe de los comerciantes de su pueblo y además seguidor incondicional del Madrid, no se aguantó más y, a lo «hombre del papamóvil» y luego de un curso por correspondencia extrarápido a cargo de Karl Power, logró vivir el partido y luego la celebración junto a sus ídolos sin que nadie lo notara. Quienes sostienen esto añaden que sí, que a más de un jugador le pareció ver una cara nueva en el plantel, pero que es de tal nivel el régimen del terror de «Mou» que nadie se iba a arriesgar a preguntarle «profe, ¿y ese man de dónde salió?».
Suplantación o amuleto el caso es que todo iba bien para el buen Jeffrey hasta que la copa llegó a sus manos y entonces revivió el trauma de aquella noche en Palogrande. Entonces por primera vez en todo el día, dice la fuente, abrió la boca. Y lo hizo para pedir que por favor no le pasaran «esa mondá». Dice la fuente que era tal el ruido que nadie lo oyó. El caso es que el trofeo llegó a unas manos temblorosas pero sobre todo sudorosas que pronto buscaron las de Ramos. Este recibió un trofeo resbaloso que, no podía ser de otra forma, al primer frenazo del bus se le resbaló de las manos. La copa cayó y en medio del desorden Jeffrey timbró y se bajó con la confusión del que hace realidad un sueño y al tiempo revive una pesadilla.