El del arbitraje en Colombia es un género flexible. Esto lo saben sus protagonistas y también la atleta surafricana Caster Semeneya quien en los últimos años ha dado rienda suelta a su pasión por el pito en las canchas colombianas bajo la masculina identidad de Ímer Machado.
Movidos por las energías sinérgicas que emana el Vágner del amor –de vacaciones en un corralito de nuestra redacción- los integrantes de nuestra unidad investigativa han dado con una pieza clave que terminará de esclarecer el polémico caso de la atleta muchos creen que en realidad es atlet@.
Y tienen razón los que han dudado. Este hallazgo lo confirma. Estamos en condiciones de asegurar que desde hace ya varios años, Semeneya ha aprovechado su condición limítrofe para venir constantemente a Colombia a dirigir partidos de primera división, pues lo de ella, está claro, siempre ha sido el no tomar equipo, con irregulares resultados.
Pero más allá de las críticas a Caster por sus errores de apreciación,su porte y por su evidente muestra de no conocer la idiosincrasia local al aceptar presentes incómodos, como aquella camiseta que un intuitivo y coqueto Carmelo Valencia le ofrendara, nadie puede poner manto de duda sobre su condición atlética y despliegue físico en el terreno. Es tal su velocidad, que son frecuentes los pedidos por parte de los futbolistas, beodos la mayoría, del tipo “profe, bájele un poquito, tómela suave, mire que creímos que el nectar azul no daba guayabo”.
Aun así, no le ha tocado fácil a Caster en lo que tiene que ver con su socialización gremial. Bien conocidas, y no vamos a profundizar en esto, son las activides recreo-culturales de los réferis colombianos que incluyen incursiones fugaces al otro género con desfile incluido. Pues bien, al parecer son frecuentes las quejas de sus colegas por falta de juego limpio, pues para este tipo de eventos, en los que hay premio para el ganador, Semeneya, ahí sí, recurre a su faceta más femenina, con wonderbra, mascarilla de tomate chonto y exfoliación a base de fragmentos de roca volcánica. “Declárenla fuera de concurso, no es justo. Nos da sopa y seco en el manejo de pasarela”, aseguró un colegiado que prefirió mantener en reserva su nombre.
En medio de todo, el hallazgo más sorprendente de nuestra unidad tiene que ver con una presunta red de tráfico de orines. Cuenta la fuente que Semeneya, aprovechando que tiene acceso a los controles antidoping que tienen lugar en los estadios del país, suele llevar a los controles su propio frasquito y que, desprovist@ de pudor o vergüenza, suele pedirle a los jugadores sujetos al control “un chisguetico aquí también para un compa que es científico”. Las muestras, pensó bien, las utiliza luego en los controles a la que el/ella es sometid@ en las pistas del mundo. Precavid@, evita pedirle muestras-souvenir a jugadores desbordantes de testosterona como, póngale, Eyner Viveros. Su estrategia pasa más por recolectar orines de, diga usted, un Giovanni Hernández, para producir aún más incertidumbre entre los científicos que están en la tarea de decidir el asunto de su sexo convencid@ de que la duda en este caso es su aliada.
No sabemos en qué parará esto. Nuestro llamado es a la tolerancia y al respeto por la diferencia. Queremos, de corazón, y en esto son vitales las enseñanzas que, con inmenso afecto, nos ha impartido el Vágner del amor, lo mejor para Caster. Que se aclare de una buena vez su caso ante las autoridades del atletismo y que pese a que ya se conoce la verdad no se le impida seguir desarrollando esta otra faceta de su personalidad como lgbt de negro en los estadios del país.
Hallazgo parecido: John Jairo Capella