Por su garganta pasaron un título de Libertadores de su entrañable Nacional, tres clasificaciones a Mundiales, una Copa América y miles de goles de los equipos antioqueños. Pero se contuvo. Muchas veces quiso, en la cumbre de la euforia, soltar un madrazo cuando la alegría o, también, la tristeza lo hacían imprescendible. Aun así, tuvo autocontrol, prefirió no tener que lidiar los embates de las ligas de la decencia. Pero los años no llegan solos y muchas veces traen el ímpetu rebelde traspapelado a la adolescencia. Y en él, y en el debilitamiento de los valores, se apoyó el martes pasado para soltar al aire, sin agüero, sin temor a la falsa moral de esta hipócrita sociedad un madrazo con todas las letras, el que tenía reprimido en la garganta desde el gol de Freddy Rincón.Pero esos eran otros tiempos.