A la creatividad periodística le deberían poner pico y placa. O por lo menos instalarle filtros. Todo para evitar que ideas como la de poner a un futbolista a posar disfrazado de algo entre monje benedictino, gurú oscurantista y papa negro de Pereira prosperen. Y es que en su momento puede que haya tenido alguna gracia, pero la vejez de estos brotes de ingenio es fatal. Para el medio, pero también para el protagonista quien hoy, por culpa de esta foto, tiene que gastar largas horas explicándole a los padres de familia de la escuela de fútbol que hoy regenta que sus hijos no tendrán contacto con silicios y similares.
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