Equipo complicado para el tema de la indumentaria y Equidad. Cuando llegó a la primera división en 2007 invocaron no sabemos qué parágrafo de quién sabe qué artículo de vaya uno a tener idea de qué libro sagrado del cooperativismo para no recurrir a marcas reconocidas y quedarse con una de corte cooperativo y, en todo caso, ‘in-house’.
Con el tiempo dicha barrera fue cediendo y los aseguradores recurrieron a la muy bogotana Saeta y después a la también capitalina Kimo.
Pero el salto del cooperativismo a las grandes corporaciones solo tuvo lugar en junio de 2016, con el anuncio de la llegada de Puma en calidad de ‘sponsor’ oficial del equipo oficinista de Colombia. Toda una novedad que sacudió a sus miles de empleados hinchas. Con un bombo inusual en una institución tradicionalmente apegada al recato y al bajo perfil se anunció su llegada.
Hasta ahí nada raro. Lo anómalo comienza a darse cuando observadores agudos advierten que el tercer equipo de Bogotá está saliendo a las canchas del país con un atuendo con diseño de Puma, colores de Puma, números de Puma, cuello de Puma, mangas de Puma, tela de Puma pero sin logo de Puma. Es decir: un uniforme Puma no Puma. El mismo que se le vio contra Millonarios en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Liga Águila II.
Fuentes consultadas afirman que la relación comercial entre aseguradores y alemanes ha sido tortuosa, con incumplimientos de los segundos. Algo similar ha vivido el Medellìn, el otro equipo con el felino en su camiseta. La solución de los bogotanos, al parecer, fue cooperar, no enredar y mandar a hacer un uniforme igual pero sin el logo. Libre de las ataduras de las cláusulas que rigen el vestir de competencia en el fútbol moderno, Cristian Bonilla dio rienda suelta a su niño interior que es fanático de Adidas y en el partido de ida en Techo saltó a la cancha con un buzo de esa marca, en un acto de rebeldía de esos que hacen único e irrepetible a nuestro querido y nunca bien ponderado rentado.