Mochileros II: por la senda de Ce Clei

Helinho, llamando la atención del camarógrafo en la tribuna.

Promediando 1995 dos jóvenes aventureros decidieron en algún lugar de Brasil hacer maletas y emprender un viaje por el continente americano con Alaska como destino final.

Más de diez años después, la hinchada de Millonarios tuvo noticia de la llegada repentina al plantel profesional de dos brasileños sin mayor trayectoria en el fútbol profesional del continente. Respondían a los nombres de Helinho y Denilson. Una vez desempacaron y le contaron a los periodistas los pormenores de su llegada, muchos vieron en ellos a los herederos de sus compatriotas que hace diez años supieron hacer historia, a su manera, pero historia al fin y al cabo en Millonarios.

Contaron que después de una larga travesía con escala en  equipos de fútbol ecuatorianos (no se sabe si profesionales, aficionados o de rodillones) habían logrado llegar hasta el Canadá (a diferencia de sus antecesores, ya sin cinco en Bogotá, estos seguramente sí incluyeron en su equipaje una calculadora Sankey para llevar bien las cuentas y optimizar recursos pudiendo llegar hasta mucho más arriba). Estando en Toronto, y aquí es donde hay un bache en la historia, fueron a dar al equipo de fútbol amateur «Portugal F.C.» conformado, suponemos, por los hijos de los empleados del consulado portugués en esta ciudad canadiense.

En esas estaban cuando Millonarios fue invitado a esta ciudad a disputar un partido amistoso contra el Barcelona, pero no el Henry, Pujol y Messi, sino el de Guayaquil.

No sé sabe muy bien cómo ni en qué escenario -algunas versiones sugieren que coincidieron con el plantel azul en el bus que los llevó a las cataratas del Niágara, mientras que otras, más perspicaces, hablan de mesas compartidas en la velada postpartido en algún rincón de la noche torontoriana- los dos jóvenes supieron hacer buenas migas con Luis Zapata, Óscar Córdoba y el resto de muchachos. Tan bien calaron en el grupo, que una vez llegada la hora de regresar a Bogotá y con la actitud del niño que se encariña con un cachorro en un paraje campestre, las cabezas visibles del equipo le imploraron a los directivos incluir entre los viajeros a los dos simpáticos cariocas ansiosos de, por un lado, probarse como profesionales y por el otro, de acelerar su regreso a casa. Generosos como siempre, los directivos azules accedieron a la petición del plantel, y tanto Helinho como Edilson aterrizaron en Bogotá con el resto del equipo.

Después de varias semanas en las que no se sabía muy bien qué hacer con estos exóticos souvenires, la Dimayor, algo confundida pues se tratataba de jugadores amateur a prueba foráneos, estatus no muy común el medio, autorizó su inscripción. El primero en debutar fue Denilson. Y vaya debut. Le correspondió hacerlo contra Nacional, en un estadio El Campín lleno a reventar. Presa del nerviosismo, el carioca no supo desenvolverse con la misma soltura que se le vio en el partido de banquitas que disputara en la recepción del hotel en Toronto como requisito final para confirmar su inclusión entre los viajeros.

Varias semanas después el turno le correspondió a Helinho. El marco era diferente, en el estadio no había más de 10.000 personas y el rival era el Deportivo Pasto, equipo sin los mismos pergaminos de los verdolagas. Comenzó el partido e inmediatamente se le vieron al debutante ganas de tragarse entera la cancha. No había balón que no corriera, rival que no presionara. Su entrega era total, era tal su compromiso con el equipo que hasta se las arregló para ganarle la espalda a un recogebolas.

Tanta enjundia se vería pronto recompensada: promediando el primer tiempo supo estar bien parado en el área chica y un rebote concedido por el arquero llegó a sus pies. Sólo tuvo que empujarla y después dar rienda suelta a una celebración que inmediatamente evocó aquella de Jesús Difilipe contra el Tolima en 2005.  Minutos después y poseído todavía por la euforia del joven que en cuestión de semanas pasa de turista a futbolista profesional, logró interceptar con la cabeza un centro en el área chica encontrándose el arco vacío del Pasto. Segundo gol para Helinho y euforia total entre la parcial. Ya acostumbrado a la gloria, esta celebración fue un poco más sobria.

El partido finalmente terminaría con un lapidario 4-0 a favor de los azules y al lunes siguiente Helinho ocupó los primeros planos de la prensa que saludaban su ingreso al hall –este sí Mentholyptus- de los ídolos azules recientes en el que ya tienen su lugar Gabriel Fernández, Juan Francisco Hirigoyen y el mismo Difilipe. En las agencias de viajes, por su parte, se celebró el que hubiera superado la hazaña de José Clei Santos de marcar un gol con Millonarios en condición de turista a mediados de 1995.

A las dos celebraciones contra el Pasto se sumaron una contra el Huila, otra contra el Envigado y una frustrada en un clásico después de una bien lograda tijera en supuesto y nunca comprobado fuera de lugar. Mientras Helinho cumplía, seamos francos, con creces el sueño del garoto siendo titular y goleador de un equipo profesional, Denilson -que no pudo demostrar su nivel-  se dedicaba a recorrer los museos y cuando estos se acabaron, los centros comerciales de Bogotá. Dicen nuestras fuentes que no le faltó ninguno: Paseo Real, Starco, Aquarium; cómo sería su desparche que hasta se le vio por el centro 93.

A falta de un partido para terminar el semestre y con la clasificación a los cuadrangulares embolatada, Denilson cayó en cuenta de que tanta emoción en el debut contra Nacional hizo que olvidara recomendarle a los fotógrafos la instantánea para llevarle a los papás. Desesperado, le imploró a Quintabani –técnico azul por ese entonces- que lo dejara volver a jugar. De todas las formas le rogó: que un ratico, que mire que había tomado clases en la escuela de Alejandro Brand, que se había visto toda la Champions, que le creyera que era otro, que lo hiciera por la solidaridad del MERCOSUR, etc. Pero ninguna de estas súplicas le funcionó. Lo que en últimas hizo que Quintabani lo incluyera en el banco de suplentes para el último partido del torneo contra Envigado en Bogotá, fue su desesperación ante el acoso al que fue sometido vía telefónica por los propietarios de locales de Paseo Real (entre quienes el carioca ya era uno más) que querían ayudarlo en retribución por el aumento del 58% en las ventas que registraron gracias a él y a los dólares canadienses que dejó en sus arcas.

El caso es que el colomboargentino accedió y lo convocó. Faltando tres minutos un empate dejaba a Millonarios por fuera de los cuadrangulares. Cuando vio que ya nada se podía hacer y temiendo una arremetida nocturna de los copropietarios de Starco que también se mostraron dispuestos a colaborarle, Quintabani le dijo al brasileño que se alistara. Segundos antes de pararse en la raya, Denilson, que ya había aprendido la lección, le entregó su cámara digital Coby al DT para que “por favor apenas tocara el balón le tomara una foto”. Como era de esperarse, no hubo ni balón, ni foto, ni nada. Viejo zorro, Quintabani tampoco se iba a arriesgara a que la postal de la eliminación azul fuera la del técnico inexplicablemente retratando a uno de sus jugadores en el momento más crucial del partido. De ahí su rostro indiferente ante el reclamo que con la mirada le hizo el veraneante al terminar el partido tal y como lo muestra la imagen.

Denilson, molesto con Quintabani por haber olvidado fotografiarlo.

Dicen que el regreso de vacaciones fue tenso. Helinho estaba molesto porque no le querían cambiar sus goles por pesos colombianos mientras que Denilson no paraba de reclamarle a Quintabani el “affaire Coby”. Peleando por la foto y por la plata andaban cuando les informaron que la institución no se podía dar más el lujo de hospedar a dos foráneos y que debían recoger sus pertenencias y continuar su viaje.

Como consuelo les aseguraron que habían hablado con el Ormeño y que todo estaba arreglado. Tranquilos, empacaron, se despidieron y se fueron. Tarde se dieron cuenta de que el Ormeño no era el bus internacional que recorre el continente, sino el eterno suplente de Zape en la selección.

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