Por fin Envigado encuentra su nicho

No nos metamos mentiras: Envigado siempre ha ejercido una poderosa fascinación sobre el gringo. Si lo quieren comprobar, bien puedan constatar las cifras de turistas monos y foráneos que anualmente visitan el municipio en plan de desandar los pasos de uno de sus más famosos y polémicos hijos, el mismo que fuera amo y señor de La Catedral.

No nos metamos mentiras: más de veinte años han transcurrido ya desde que el equipo Naranja llegó a primera división -sí, con una breve interrupción promediando la década pasada- sin que haya logrado formar una copiosa hinchada. Estudios recientes aseguran que bastaría un camión Wuling con platón para movilizar a la totalidad de la parcial envigadeña, es tan escasa su población que la alcaldía ha llegado a considerar la posibilidad de reservar al varón y a la dama más caracterizados y con mejor genética de la misma para garantizar así su preservación hacia el futuro.

Pero tal vez lo anterior no sea necesario pues, para dicha de los dueños del equipo, los dos fenómenos mencionados colisionaron gracias a una inesperada e irrepetible alineación astral. Un grupo de gringos que a buena hora descubrió el noticiero de Teleantioquia notó que Envigado además de locaciones para turismo hipster-undergound contaba también con un equipo de talante alternativo. Fue, como tenía que ser, amor a primera vista.

Ahora viene echar raíces, alimentar este amor objeto de plegarias tipo «no matter you win or you loose that matters me a shit, we are the band of the endurance and we will not abandon». Sería inconcebible que los gringos no se dieran cuenta del potosí que tienen en sus manos.

Y es que tienen numerosos incentivos para sacarle jugo a su nueva pasión: solo es que corra la bola en las redes de la hipsteridad mundial para que una camiseta de Envigado se convierta en un bien incluso más preciado que un saquito de lana adquirido en las rebajas del Tía de 1943 o un monociclo que fuera propiedad de Wes Anderson. Incluso, bien podrían vender en Brooklyn jugo de naranja orgánica edición Envigado FC junto a un librito con diez consejos prácticos para vivir reciclando y en armonía con el planeta escrito por Néider Morantes, el Messi alternativo. Sea lo que sea,  tienen que apurarle, porque corren el riesgo de que pronto ser fanático del equipo del Parque Estadio se  vuelva demasiado mainstream.

Millos de negro mientras nadie miraba

Por andar pendientes de la Copa América y del Mundial descuidamos el frente interno. Conscientes de que la gran prensa tenía sus ojos en otra parte, los equipos entonces se prestaron para todo tipo de desafueros. Así, la Copa Postobón tuvo partidos en lugares inhóspitos y en horarios tipo lunes por la mañana.

Y si los directivos andaban desbocados, los utileros también. Como sabían que nadie los iba a ver, que nada de lo que hicieran iba a llegar a los medios, dieron rienda suelta a su niño interior y comenzaron a experimentar con el color. Al menos eso hizo el de Millonarios, que para el partido contra Centauros en Popayán decidió hacer saltar a la cancha del Ciro López a los jugadores con camiseta negra, pantaloneta del mismo color y medias azules oscuras, marcando así un nuevo hito en la historia de una institución que las veces que ha decidido innovar -con gris en 2001 y amarillo en 2010- ha hecho que los más puristas pongan el grito en el cielo. Pero esta vez no. En pleno fervor premundialista a nadie le iba a importar si Millonarios saltaba a una cancha del piedemonte de negro, amarillo o fucsia.

Foto tomada de www.copapostobon.com.co

Colombia disfraz Chile, Mundial juvenil 1987

Colombia llegó a Chile con el título suramericano en sus maletas pero sin los uniformes oficiales. La idea era que, al llegar, Adidas se encargaría del tema. Pero no.  Se vino el primer partido contra Bahrein y nada que aparecía la indumentaria. Suponemos que hubo desespero ante la perspectiva de tener que recurrir al traje de Adán, hasta que a alguien se le ocurrió poner a prueba el nivel de hospitalidad del equipo local y pedirle prestados sus uniformes.  Para la época, recordemos, la segunda camiseta de Colombia era roja, muy similar a la chilena.

No sabemos sí a las buenas o a las malas, el caso es que los chilenos aceptaron despojarse de su ropa de trabajo y prestársela a los colombianos. El utilero, de afán, le cosió unos escudos que tuvo que dibujar en técnica flumaster y listo, a cantar los himnos.

Pero el lío siguió. Llegó el siguiente partido contra Alemania Oriental y los de Adidas nada que aparecían. Esta vez los chilenos, aún bajo el efecto de los olores corpóreos criollos (salpimentados con el de los bareiníes), se negaron terminantemente a repetir el acto de desprendimiento. Quedaba la alternativa de usar un viejo juego de uniformes que el utilero había traído, suponemos, para proveer de piyamas a quien se lo solicitara. Pero estaba el lío de que los uniformes eran marca Comba o Torino o Wala, pero no Adidas y ya había un acuerdo que obligaba al equipo de Finot Castaño y Hugo Gallego a lucir la marca alemana.  Recursivo, el utilero, que dominaba ya la técnica flumaster, propuso calcar el logo de cualquier revista y hacer él unas falsas marquillas. Sin alternativa mejor, se le dio vía libre. El resultado sirvió para salir de apuros, pero no para evitar la multa que luego haría llegar la FIFA por lucir publicidad en la camiseta. Era fácil esquivar la sanción: el utilero bien podría haber argumentado que se trataba de arte puro, técnica flumaster.

Colombia con logo Adidas artesanal. Detalle: Eduardo Niño luce uniforme gentil obsequio "Mono" Navarro Montoya.

Imágenes tomadas de «Fotos Fútbol Colombiano«.