El rumor corrió en mayo: se preparaba una nueva versión de Rambo, la quinta. El revuelo duró hasta que el mismo Stallone salió a desmentirlo. «Que cómo se les ocurre, que olvídenlo, que jamás ha estado ni en proyecto y que yo ya estoy muy viejo, no sigan insistiendo comenzando porque la ARP ya no me cubre escenas de riesgo o que involucren elementos pirotécnicos». Eso fue lo que se supo.
Lo que no se reveló fue la verdadera historia detrás del fallido Rambo V. La verdad, según lo pudo establecer nuestra renovada unidad investigativa, es que la historia estuvo de un cacho. Su trama iba a estar inspirada en esta foto de 1992 a la que un día, por accidente, tuvieron acceso los productores de los largometrajes anteriores. Tras constatar que el señor de amarillo y cabellera «a lo Rambo» no era Stallone en alguna escapada al caribe colombiano sino el goleador argentino Héctor Ramón Sosa, decidieron aprovechar el good will que el gaucho ya tenía en nuestro medio para proponer una historia en la que Rambo, Stallone, no Sosa, vendría al fútbol colombiano a luchar con y sin balón para lograr la permanencia en la primera división del modesto Royal Cartagening. En la película, por ejemplo, se vería al actor parapetándose detrás de los famosos morritos que abundan en nuestros campos. Su aliado en la lucha sería Mondáface, un simpático niño que, con un traje de super héroe y una guitarra se encargaría de incitar a la pernicie a los arqueros y defensas rivales.
Cuando ya estaba todo listo, con Salvo Basile, faltaba más, a la cabeza de la producción en Colombia, surgió un obstáculo insalvable: nadie estaba dispuesto a pagarle ARP a Stallone. El argumento era contundente: ¿acaso alguna vez se la pagaron a Sosa?
Derechos Mondáface: @daniloguio.