Al primer Radiobestiario mundialista le quedaron faltando cinco minutos para la hora y no pudo ser Colombia en el Mundial. Aún así, los invita a escuchar:
-Los vínculos de sangre (y viento) entre la vuvuzela y el claxon de la barra 25.
-¿Qué pasa en Colombia mientras los ojos se dirigen a Suráfrica? Miss DIM y Chemitas no me cuelgue.
-Campaña: que el balón del Mundial sea el Adidas Bonner.
-La tragedia del portero: Córdoba no se quita los guantes. Impresionante crónica.
-Escándalo: descubrimos al falso Pelé. Se esconde en las ondas hertzianas.
-Maradona se viste en Luber y Dunga no sale de Galería café libro.
Dicen que el árbitro soviético Miroslav Stupar encargado de dirigir el partido Francia Vs. Kuwait por la primera ronda de España 1982 pasó unos días en Colombia como fruto de un canje de talento arbitral por bultos de café. Dicen que pocos días después de haber llegado, mientras transitaba por una calle de Palmira el carro en el que iba -un Fiat 147-, sin querer, le torció un espejo retrovisor al Mercedes 450 SLC-P (P de polarizado) de un emprendedor de la época con nexos en el alto gobierno. Como es natural en esos casos, la primera reacción del potentado ante la solicitud del chofer del 147 de llamar a la Polivial para que viniera a hacer el croquis fue preguntarle-afirmarle: «¿Y es que usted no sabe quién soy yo?». Acto seguido, según cuentan, descargó el proveedor de su pistola al aire para largarse tras un sonoro chirrido de llantas.
Años después, mientras pitaba en el que era su primer Mundial, el buen Stupar revivió el trauma colombiano cuando, después del cuarto gol francés vio descender de la tribuna a un colérico jeque Kuwaití y detrás a un escolta con un maletín idéntico al que portaba el emprendedor colombiano aquella tarde. El emir -no en vano los colombianos, gracias a siglos de invasión árabe a España tenemos con ellos mucho en común- le salió con la misma: que si acaso no sabía quién era él y que lo podía hacer joder y que él era parcerísimo de Havelange y que pilas pues. Aterrado, al referí no le quedó sino ceder y anular el gol de Alain Giresse. El jeque, satisfecho, se retiró apurado pues tenía que viajar a Colombia a un casting que tenía al día siguiente para un comercial de Arroz Roa.
Coaching se le llamaa aese nuevo oficio derivado del recreacionismo clásico línea Bosquechispazos que ha hecho las delicias de las cajas menores de departamentos de recursos humanos a lo largo y ancho del planeta en la última década. Sin duda la selección de Zaire, debutante en el Mundial de Alemania 1974, acudió a algún pionero germano en estas técnicas de las que también se ha dicho no son sino una inteligente estrategia de mercadeo de la multinacional Kleenex.
El experto, ante el temor natural de los africanos por su primera vez mundialista, después de obligarlos a quitarse los zapatos, abrazarse y jugar tres veces el juego de la confianza los reunió en torno a un reverbero sobre el cual una cacerola con sal de nitro y azúcar emitía una mística humareda para decirles: «Si ven que la energía deja de fluir, que no hay espacio para una sinergia liberadora, entonces, pues: «¡saca tu niño interior!». Y eso hizo su defensa central.
Un verdadero clásico de la historia no oficial de los Mundiales. Ocurrió en Mar del Plata, en 1978, cuando la FIFA le pidió a la selección húngara utilizar su uniforme alterno -blanco- para que los televidentes, muchos de ellos con aparatos blanco y negro, no se confundieran con el tradicional azul francés. No contaba la FIFA con que Francia, nación previsiva, había ya decidido llevar su uniforme alterno blanco también.
Al no tener a la mano su primer uniforme, a Francia no le quedó más que mandar a un utilero de oficio -de esos que la FIFA saca de su stock en Zürich y pone a disposición de las delegaciones- a conseguir cómo fuera un uniforme de otro tono que les permitiera disputar el partido por la primera ronda. En carrera contra el tiempo, el recursivo utilero galo logró hacerse a los uniformes del club local Kimberley. De verde, blanco y azul (propuesta cromática sin precedentes y todavía hoy sin un valiente que se atreva a emularla) los franceses derrotaron a los magyares 3-1.
Como lo informó en primicia nuestro sitio mentor enunabaldosa, años después la historia se repitió en el Mundial juvenil de 2001. De nuevo a Francia le tocó jugar en Mar del Plata y, de nuevo, hubo problemas con los uniformes: esta vez ocurrió que les llegaron las camisetas sin estampar. Entonces apareció la providencial figura del hijo del utilero ad hoc del 78 para ofrecerle a los jóvenes galo el servicio de estampado express y algo artesanal. Hagan de cuenta este.
Más historias como esta en el especial bestiarista del lado B de los Mundiales que circula a partir de hoy con la revista Shock.