A la hora de la euforia la vergüenza, pero también la ética suelen salir sacrificadas. Mientras el periodista japonés no tiene problema en poner a recitar a la fuente lo que quiere que le diga, el «Palomo» tampoco ve lío en entrar en el juego y sacar a relucir, por unos segundos, lo mejor de su español para extranjeros. Un clásico.