Papi: ¿Los futbolistas también se disfrazan?

La vida del hincha está llena de grandes preguntas: ¿qué pasaría si mi equipo desciende? ¿Qué se sentirá ser hincha de X equipo? ¿Por qué si vamos perdiendo y falta un puto minuto les dio por cobrar ese malparido tiro de esquina en corto? Y entre todas estas, ¿qué harán los futbolistas en Halloween?

Sobre esta última no hay, seamos francos mayor información. Uno creería que así como un oficinista aprovecha la fecha para disfrazarse de futbolista, estos a su vez dan rienda suelta a oscuras represiones y salen a la calle ataviados con pantalones de pana, mochilas arhuacas, gafas de marco grueso, sacos con parches en los codos y cualquier otra suerte de prendas y accesorios en las antípodas de su profesión.

Pero no. No parece ser así por lo menos si nos atenemos a este hallazgo que prueba como los  jugadores de la selección que disputó las eliminatorias a Francia 1998 decidieron que, como ya tenían el uniforme y además les salía gratis, lo más práctico era conseguirse una de millones de pelucas del Pibe que permanecían en el sótano de la Federación y de todos y cada uno de los estadios del país, ponérsela y salir a pedir dulces con sus amiguitos en las inmediaciones de la concentración aprovechando, por cierto, que ya no estaba Valenciano que al primer descuido se los empacaba todos.

Identifícalos y gánate una copia del libro -inédito- «Mis primeros 80 años» de Víctor Danilo Pacheco.

Peluca sobre cabellera

La temprana eliminación del Mundial de Estados Unidos 1994 dejó al país plagado de pelucas del «Pibe»  y a más de un emprendedor («empresario», para la época)  en la ruina. Tras la clasificación a Francia 1998 muchos de estos comerciantes creyeron que un relanzamiento del producto los podría sacar de Datacrédito y en una audaz jugada de «product placement» que contó con el debido vistobueno de McDonald’s, convencieron a Deporte Gráfico y al mismo Valderrama de salir en una carátula con la versión 2.0 de las peluca sobre la celebérrima cabellera que la inspiró. Pero de nada sirvió. El trauma estaba fresco, la herida seguía abierta y las pelucas 2.0 «colombofrancesas» no calaron. Esto hizo, de paso, que se descartara la fugaz idea de sacar los miles de Max Caimanes de la bodega -en la que todavía hoy reposan- con una nueva identidad: Monsieur Max l’alligator.

Pablo «Sansón» Abdala

Ricardo Lunari no solo le dejó gratos recuerdos y un subtítulo a Millonarios. También a Pablo Abdala, amigo personal del rosarino. La historia es bien singular. En su mejor momento, cuando el talento que desplegaba cada domingo lo elevó a la feliz categoría de Dios (e) azul, Lunari, seguramente consciente de que nada de lo que pidiera le sería negado, decidió recomendar traer de refuerzo a su compadre. Dicho y hecho, al mono había que complacerlo, días después del vistobueno de Ricardo, Pablo desembarcaba en Bogotá con una frondosa melena que denotaba una intensa -y seguramente secreta- admiración por Carlos Valderrama.

Tuvo suerte Abdala -que había militado antes en Rosario Central y en San Marcos de Arica-, pues llegó en tiempos de vacas gordas, fueron unos meses -de esos que poco se han visto en las últimas décadas por las toldas azules- en que todo salía, todo era armonía, tanto que hasta él encajó, rindió y celebró con su carnal el subtítulo de 1996. A esa altura, ya había decidido  reinventarse y rebosante de amor propio se despojó de la melena (fuentes poco confiables aseguran que se trataba más bien de una peluca del Pibe  y que fue sólo cuestión de quitársela y botarla a la caneca).

Como es bien sabido, Lunari fue pronto requerido de nuevo por la Católica de Chile y no pudo permanecer con el equipo de Prince. De nada sirvió la colecta que de muy buena fe hicieron los hinchas (confiamos en que pronto, vía wikileaks, se conozca el destino que tomó ese dinero). Pese a la partida de su mentor en canchas colombianas, Abdala -insignia de la selección palestina junto a José Simhon– decidió permanecer.

Abdala, despojado de la peluca.

Pero por desgracia, en lugar de forjar con buen rendimiento un nombre y lograr así un lugar en el corazón de los hinchas, Abdala fue víctima del efecto Sansón y pronto entró en declive. Su logro más destacado en el semestre siguiente fue haber hecho parte del paquete de cuatro díscolos que Rafael Sanabria expulsó en un clásico capitalino en que Millonarios, con siete, perdió 0-1 frente a un Santa Fe con nueve (gol de Cristopher Moreno en el minuto 8 del segundo tiempo).

Fue licenciado días después en una de tantas podas que suele haber en Millonarios y abandonó el país. Regresó a Chile donde fue una especie de Ricardo Lunari -no tan fugaz, eso sí- de Cobreloa. Y con melena, cómo no.

Abdala, en sus días de mechas y gloria en Cobreloa.