Santa Fe-Caja Social de Ahorros

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Santa Fe 1981. Arriba: José James Mina Camacho, Fernando Herrera, Radamel García, Aldo Rodríguez, Miguel Escobar y Oswaldo Marcial Palavecino. Abajo: Eladio Vásquez, Víctor Palacios, Alfonso Cañón, Rolando Tovar y Miguel Ángel Converti.

Pese a que Santa Fe ha estado históricamente más cerca de la pobreza franciscana que del emprendimiento jesuíta, para 1981 se tomó una licencia aceptando el patrocinio de la Caja Social de Ahorros por ese entonces propiedad de la Compañía de Jesús (suponemos, sociedad en comandita). El resultado fue esta camiseta que en la foto luce un equipo al que tal vez la agencia encargada de la publicidad de la entidad financiera no le supo aprovechar todo el potencial que ofrecía para promover sus servicios.

Por ejemplo: tremendo afro de Rolando Tovar pudo haber sido también una invitación a dejar crecer sus ahorros o, caso contrario, una excusa para sugerir que en otras entidades su platica se perdería como billete metido en la manigua de esta cabellera. También podrían haberle sugerido a los futuros clientes que otras entidades bancarias daban incluso menos seguridad que la que alcanzaba a aportar en el arco el gran Mina Camacho en un partido nocturno. Por último, podrían haber dicho en una cuña  que el dolor de perder de un sopetón los ahorros de toda una vida por confiar en cooperativas de barrio era incluso superior al de un patadón de los que muy bien sabía propinar Radamel García.

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José Pablo Burtovoy

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Se bajó rozagante del avión, casi como si se hubiera bañado en una tina con tres pastillas de vigorizante jabón Juno. La prensa aplaudió el «buen lomo» del arquero argentino que llegaba a Independiente Santa Fe como su gran refuerzo en 2006. Más allá de algunas quejas de los pasajeros del vuelo con el gaucho -dijeron que no paró de roncar desde Lima hasta la capital-, algunos hinchas lo vieron como el hombre que se iba a adueñar de la portería roja por largo tiempo: pinta de portero seguro tenía, había estado en una selección juvenil argentina y le había tapado un penal a Chilavert. Con eso ya era suficiente como para apostarle a Burtovoy.

Su figura se empezó a hacer popular en los entrenamientos, donde las hinchas y las periodistas deportivas corrían tras del recio caballero de pocas palabras y rendimiento desconocido. Perfumado con Jean Marie Farina, engominado gardeliano con fijador “Lechuga” y guayos negros, parecía darle ese tipo clásico necesario para un puesto que había perdido su look con guayos blancos, iluminaciones capilares y pantalón de arquero descaderado –estereotipo promulgado por otro compatriota suyo, el recordado Juan Francisco Hirigoyen-.

También su apodo era un clásico: “Astroboy”. Como el dibujo animado que volaba por los aires, así se esperaba que atajara en Santa Fe, pero ah lejos de aquella ilusión. Los santafereños lo recuerdan porque en un clásico que ganaron los rojos 3-2, se excusó con la altura bogotana cuando un inocente pelotazo de Ciciliano le picó sobre su cabeza de extraña forma. Burtovoy se quedó estático viendo cómo la pelota picaba sobre él y tampoco se inmutó en el momento en el que Orlando Ballesteros, sin obstáculo en la portería hizo el gol que desató la furia cardenal y la dicha embajadora.

Así fueron varios los goles recibidos por José Pablo: dejóde ser Astroboy y, víctima del ingenio de oriental general- fue rebautizado con los motes de “Estorvoy” , “Bultovoy” y “Brutovoy”.

Pronto se supo la verdad: había estado en una sub 17 de Argentina… pero de suplente y le tapó un penal a Chilavert… pero le dejó el rebote para que el paraguayo esa tarde hiciera uno de los seis goles con los que Vélez venció a Colón de Santa Fe, el equipo que lo lanzó a la fama.

Ante tantas equivocaciones, pagó una tarjeta de Trasmilenio que lo dejó en el portal de la 170 y abandonó el país con una bolsa de quesillos en hoja y montado en una Van con letrero desconocido, perteneciente a la línea de buses Autoboy.

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