La redacción del Bestiario del balón se sale de la piscina en la que departía alegremente con el «Piojo» Acuña para llamar a sus lectores capitalinos a impedir la que sin duda será la estocada final al fútbol de Bogotá: la presencia -con saque de honor incluido- de Pelé en el clásico amistoso del próximo 17 de enero.
Por lo reciente de la noticia, que además nos sorprendió en pleno descanso, no sabemos muy bien qué acciones sugerir. Puede ser una marcha, una recolecta de firmas, una huelga de hambre o incluso una investigación exhaustiva para averiguar si es cierto, como ya se rumorea, que todo esto es fruto de una oscura conspiración orquestada por sus rivales de otras plazas.
Por lo pronto se nos ocurre que alguna digna exponente de la belleza del altiplano, ojalá con aire fannylorenesco, haga contacto con O Rey en el bar Chispas del Tequendama la noche antes y lo convenza, caricias y cosquillas de por medio, de cambiar la ida al Campín por un recorrido turístico-cultural por un lugar en el que se sienta aun más a gusto que en un estadio de fútbol. Podría ser, diga usted, la catedral de sal de Zipaquirá.