El abrazo del oso refisal

Sin hacer méritos para, diga usted, un apartaestudio en el parnaso de los más grandes del fútbol colombiano de todos los tiempos, el buen Alonso «Pocillo» López alcanzó a ganarse una pieza en el corazón de los hinchas azules, por cuenta de sus catorce años de servicio ininterrumpido  en la banda izquierda de Millonarios, aportes que le permitieron tenerla escriturada durante todo este tiempo.  Tan instalado estaba  que el día de diciembre de 1985 cuando se consumó su salida este, dicen, clavó una bandera de Colombia y puso a sonar el himno en una grabadora Hitachi de doble casetera para impedir ser desalojado de un predio que había ocupado quieta y pacíficamente en término incluso superior al fijado por la ley.

Muchas veces jugador de selección, para 1984 ya tenía el sol a sus espaldas. No obstante, todavía le quedaba algo de gasolina, combustible que se consumió en los segundos que duró este abrazo en plena Caminata de la Solidaridad de ese año con quien por no sabemos qué razón en algún momento decidió ensañarse con la divisa embajadora.

¿Qué vino tras el malevo gesto de O Rei? Un título perdido en la última fecha, un licenciamiento, un fracaso en una eliminatoria y, por último, el fin de su carrera con más pena que gloria dos años después. Una lástima que no quiso hacerle caso al niño que  tuvo un instante de clarividencia segundos previos a la foto como bien lo demuestra su rostro, convulsionado al saber ya lo que vendría para su ídolo local.

3 Replies to “El abrazo del oso refisal”

  1. A lo mejor el efecto salino recayó sobre el niño y tal vez nos privamos de tener uno de los mas grandes cracks del futbol mundial  en los años que vinieron. 

  2. Alonso «Pocillo» López, después de su paso por el fútbol, tenía o tiene en su ciudad natal Manizales un almacén de ropa deportiva como es muy usual en futbolistas retirados; curiosamente queda en la margen izquierda de su predilección, de la calle céntrica de ésta ciudad. En ese entonces vivía yo en una pieza en la margen derecha de la misma calle, encima de una galería de tiendas de ropa que le hacían competencia a la del «Pocillo»; al fondo de las tiendas, había un pequeño bar con piezas (más y más piezas de mi corazón azul),que se alquilaban como nichos, o mejor, nidos de amor casual y raudo como un despeje a la bartola de un marcapunta izquierdo. «Pocillo», en las raras veces que cambiaba de margen (andén) izquierdo a derecho, echaba miradas furtivas, no se sabe si a la ropa en venta o al pomposo predio llamado Coquibacoa(nombre antiguo en épocas coloniales de predios colonizados y escriturados por Alonso de Ojeda, y que llegaron a la «Oreja» del «Pocillo» López en tiempos no muy distintos).
    jotagé gomezó

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