Amado “Gandhi” Rodríguez

El parecido físico con el líder intelectual de la India no tenía nada que ver con la ideología del buen Amado, que más de una vez estuvo metido en problemas policiales. Incluso se dice que cometió un crimen que precisamente lo hizo escapar del mundo del fútbol.

Ese asesinato no opaca, sin embargo, su presencia, una de las más curiosas en nuestro variopinto abanico de integrantes absurdos del rentado nacional. Nacido en Andagoya, Chocó, gran tierra productora de futbolistas generosos como Cerveleón Cuesta, Amado “Gandhi” Rodríguez fue un delantero emparentado con el infortunio, dada su eximia condición para errar los goles más imposibles.

La suerte lo condujo al Deportivo Pereira que dirigía Roberto Vasco y en el que atajaba Hernando “La Pinta” García y, más allá de haber calentado banca como loco por culpa de sus compañeros, eso sí efectivos, Víctor Hugo del Río y Abel Lobatón, se fue al Atlético Nacional en 1988, donde fue subcampeón del torneo.

Su última gran aparición (y seguramente la única) fue en 1990 cuando, defendiendo los colores del Sporting de Barranquilla y con unos rimbombantes guantes de lana blancos, le marcó un gol de 50 metos a Omar Franco. Justamente en ese juego otro atacante famoso por malo, fue el autor del empate embajador: Daniel Héctor Ahmed.

Alguna vez, una transmisión de radio en A.M. informó que “Gandhi” Había huido hacia Venezuela después de asesinar a un extraño. Nunca más se vieron los guantes blancos del Gandhi. Otra transmisión radial, también habló de su muerte, que todavía no se ha confirmado por este medio..

Jorge Taverna

Delantero nacido en Los Surgentes, Argentina, Taverna tiene una historia de esas que podrían ser usadas en documentales judiciales de A&E Mundo sobre “Crímenes sin resolver”.

Taverna llegó a Colombia en tiempos donde los argentinos encontraban nuestro país como un oasis económico, más allá de sus cualidades técnicas. Y Jorge llegó en 1985 al Deportes Quindío, donde hizo varios goles que lo volvieron conocido. Por eso Independiente Santa Fe lo capturó en 1987 para reforzar el conjunto rojo que por esos tiempos peleaba palmo a palmo los títulos el Colombia.

En un partido definitivo contra Millonarios, válido por el octogonal final, Santa Fe tuvo la oportunidad de ponerse en ventaja en el clásico capitalino, que iba 0-0, con un claro penal que pitaron a su favor. El encargado de patear fue Taverna, que hasta ese entonces no había fallado desde el punto blanco. Sin embargo y sorpresivamente el argentino cobró como si fuera un niño de 5 años (en cuanto a ubicación y fuerza del disparo) que fue fácilmente retenido por Rubén Cousillas, que por lo general era un desastre en el arco.

Millonarios ganó 1-0 y por ese penal, Santa Fe resignó sus chances de quedar campeón. Después se supo extraoficialmente que Taverna había sido sobornado para errar ese cobro y que varios de sus compañeros de equipo, cuando se enteraron de la supuesta conjura, le dieron una paliza dentro del camerino por haber jugado con su plata y su futuro.

Después de eso Taverna se “pisó” y apareció en 1990 con Talleres de Córdoba al lado de otros dos conocidos, no tan troncos por supuesto: Darío Campagna y Carlos Prono. Se desconoce su paradero hoy por hoy.
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Mario Jiménez

El tipo era todo un innovador en un fútbol colombiano que en los ochenta, apenas tenía escasísimas gotas de diferencia entre camionados de jugadores que parecían sacados del mismo molde. Este no. Siguiendo el ejemplo de argentinos como Raúl Navarro, Héctor Roganti y Alberto Pedro Vivalda, empezó a dejarse el pelo largo, pero bien cuidado. También comenzó a utilizar las medias escurridas, con la desfachatez del mejor número 10, pero era arquero.

En fin, lo que le importaba a Mario Jiménez era vestirse bien en el campo. Invertía dinero en su facha y eso que salvo Millonarios, estuvo en conjuntos más bien chicos: Santa Fe, Caldas, Quindío y Envigado.

A pesar de tanto aspecto, de tanta figura, por dentro parece que había algo más que sombras. Jorge Luis Pinto, cuando lo dirigió en Santa Fe, dijo que él se había vendido en varios clásicos contra Millonarios y que había recibido sobornos para perder. Incluso Santiago Santos, preparador físico de Pinto, puso una declaración juramentada en Cali donde afirmaba que Jiménez había sido “comprado” por los azules en esos clásicos.
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Una vez, en Barranquilla y atajando para el Caldas, tapó un penal pateado por Edison Domínguez y cayó desmayado, sin aire, producto del taponazo. Pocas horas después la radio informó que Jiménez había muerto reventado por el balonazo de Domínguez. Pero era apenas una invención macondiana de algún cronista desocupado.

En su retiro fue detenido en los Estados Unidos y permaneció algunos meses en una cárcel de Florida. Luego se acogió a la justicia de ese país y empezó a delatar a sus antiguos “jefes” como consta en el informe de El Espectador, el que citamos a continuación.

“Así consta en el proceso Nº 22.851 de la Corte Suprema de Justicia, mediante el cual aprobó la solicitud de extradición hacia Estados Unidos de José Alirio Zipaquirá Triana, alias Palmero. En uno de sus apartes, la providencia dice: “Durante el concierto (para delinquir), Zipaquirá Triana y Torres Ochoa le enviaron a Mario Alfredo Jiménez, quien se encontraba en los Estados Unidos, cantidades de heroína en gramos y kilogramos desde Colombia. La heroína era distribuida en varios lugares en los Estados Unidos. Uno de tales despachos se realizó en abril de 2003”.
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