El inesperado triángulo Delfina-Chiva-Monaguillo

DelfinaMonaguillo

Ocurrió a mediados de los setenta que la junta directiva de Santa Fe decidió abrir una convocatoria para el cargo de mascota del equipo. Luego de desechar hojas de vida de especímenes locales y desempleados como faras, capitanes, copetones y uno que otro lagarto, escogieron a un joven león quien frustrado ante las tristes perspectivas que para su vida le ofrecía el Zoológico Matecaña de Pereira se presentó al cargo con la buena suerte de quedar elegido. Daniel Samper fue el encargado de ir a recogerlo una vez culminado el proceso de selección.

Eran, una vez más, otros tiempos. Época en la que parecía cosa fácil y libre de misterios o complicaciones legales meter un cachorro de león en una vieja casa de Teusaquillo que era donde funcionaban las oficinas cardenales. Allí aterrizó el prospecto de fiera y allí permaneció por un buen tiempo, lapso en el que los empleados tuvieron que  proveerse de inciensos, ambientadores de canela, fósforos, galones de creso pinol y cuanta sustancia o artefacto ayudara en la causa de mitigar los olores de las excretas de Monaguillo que fueron aumentando en densidad y poder conforme las gónadas del infante felino despertaron para el universo.

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Monaguillo, en plena jornada laboral.

Hasta aquí nada nuevo. De hecho, la historia se ha contado más de una de vez, una de ellas en el prólogo del libro surgido de estas páginas virtuales. Lo que hasta ahora no se sabía es que en este lapso sí hubo una voz valiente que reivindicó los derechos del animal, a quien, además, no le pagaban ni pensión ni salud, a duras penas caja de compensación que, por obvias razones, tenía problemas para usufructuar.

Fue Delfina Guido, para entonces Dorisita en Don Chinche, quien,según se extrae de este testimonio que ha rescatado la Unidad Investigativa, en algún momento le dijo al entonces presidente rojo Guillermo «la Chiva» Cortés, palabras más, palabras menos, «Ole chivin, no sea guache y deje de tener en esa casa al pobre animalito. Mire que ellos sienten, mire que ellos son de campo, no de ciudad, usted que es chiva tenga compasión del animalito, pobrecito».

Al parecer la popular y recordada «Chiva» hizo caso omiso a la petición de la carismática actriz, sin importar que esta postura le significara a la institución perder a una seguidora. Cuentan que algún amigo psicoanalista le dijo que no le hiciera caso, pues lo que en realidad ocurría era que a través de ese reclamo la inesperada activista ambiental estaba tramitando un deseo reprimido que lo tenía nada menos que  a él como objeto. De ahí se podía concluir que el que el bienestar del animal era solo una excusa. Caminando por el delgado filo que separa la realidad de la ficción se podría decir que poco después se comprobó que cachacazos como Cortés eran el target perfecto para la artista argentina si nos guiamos por el irredento amor que siempre profesó por el doctor Pardito, un tipo decente como lo era, según ella, la hinchada de River, su equipo del alma en tierras gauchas.

Y tenía razón el especialista. ¿O es que alguna vez se vio a esta matrona rola-porteña marchando o en huelga de hambre por la libertad de Pastora?

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Adivine el personaje (dificultad media)

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Aparece sonriente, como si no fuera con él, en un mini auto Tym que era un Dodge Dart con techo, réplica de la camioneta que llevaba a varios turistas a vivir las mejores aventuras al lado de Ricardo Montalbán y Tatú en La Isla de la Fantasía. Pero el corito de «El avión, el avión» le caía perfecto a este jugador porque hacía goles en los aires y era avioncísimo en la cancha provocando adversarios rompiéndoles los dientes, gracias a sus puntiagudos codos.

Si usted adivina el personaje en cuestión, recibirá a vuelta de correo un video con los goles que marcó Álvaro Anzola durante toda su carrera.

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Andrés Cepeda

Colaboración fotográfica de @josegacel

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El rock es una eterna fuente de historias. Lo puede afirmar sin temor Jimi Hendrix, que recaló en Cúcuta silenciosamente engañando a todos sus fans. Pues Andrés Cepeda decidió seguir el ejemplo, cansado ya seguramente de tomar chocolisto y de escuchar que Lucho Herrera se coronaba campeón. Los tiempos cambiaron. De vivir las hazañas del jardinerito de Fusa, tuvo que ver cómo Nairo Quintana le quitaba la camiseta de montaña a sus propios recuerdos.

Por eso, en complicidad con su amigo César López, Cepeda decidió escapar de la realidad de fans enloquecidas lanzando su brassier hacia la tarima y de sacudir sus labios como trompetista para calentar la voz. López le prestó una escopetarra para camuflarse -estaba muy delgado Andrés por ese entonces- y se fue metido dentro de una caja con el arma de impacto letal -no hay nada más ofensivo que una escopetarra- hacia la ciudad de Pasto, donde por esos días arribaba el arquero rockero David González, de pelo largo y balaca, con el fin de afincarse al lado del Galeras después de hacer una larga pasantía por Inglaterra.

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Arriba, Andrés Cepeda ordena la barrera; abajo, sonríe al saber que en el hotel de la concentración lo iban a contratar para tocar en el bar

Cepeda tuvo suerte: mientras esperaba escondido en un rincón del santuario de Las Lajas le llegaron noticias: un arquero que sabía tocar guitarra y que tapaba para el Pasto sufría una grave lesión y tendría que ausentarse por largo tiempo de las canchas. Cepeda entonces apareció en las prácticas un día después de la lesión de González y le dijo a su DT, Flavio Torres:

“No hay dolor que sea eterno,
no es eterno un hasta luego,
hasta luego es un regreso,
no hay regreso sin encuentro
y un encuentro es lo mas bello,
cuando estamos cuerpo a cuerpo”.

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Esta fue la cara que hizo Cepeda en la charla técnica cuando Flavio Torres confirmó su titularidad

Y se metió bajo los tres palos, donde no lo hacía muy bien. Jamás había ensayado ocupar esa posición. Pero en las concentraciones era un hit: su guitarra y su voz hicieron que sus compañeros cambiaran los torneos de Playstation por largas veladas acompañadas de vino caliente, canelazo, chimenea y malvaviscos asados -él le aconsejó a sus coequiperos que llamaran así a los masmelos-.

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David González tuvo que refugiarse en el rock pesado para no perder la cordura por la suplantación de Cepeda

Por fin Cepeda se alejaba de sus fans. Y hasta le daban la palomita de dar un concierto de atajadas en Tunja. Quiere adueñarse del puesto que le dejó vacante “Pescador Lucero y Río” Álvarez. De David González se sabe que al verse desplazado y triste porque nadie notaba su ausencia, hizo un grupo de trash metal llamado “Odio a Cepeda”.

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Radiobestiario y el perritu

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En el podcast que solo retaca sonrisas un repaso, a vuelo de pájaro Juárez, por la actualidad el mágico universo del FPC.

Espere en esta edición:

-Que la revelación que se avecina nos coja clasificados.

-Debate sobre episodio de cleptomanía. Desde todos los ángulos, todas las opiniones para que usted forme su propio criterio.

-Perritu irrumpe en la torre de cristal y nos sumergimos en su mundo.

-Editorial: Miguel Ángel y su dictamen del doloroso pero patriótico «affaire» Ibarbo. Imperdible.

-Toda mina algún día se agota: se va Krul del Boyacá Chicó.

-Fuente nos revela detalles inéditos del encuentro Cadavid-Tancredi en oficinas de Millonarios.

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Radiobestiario poético

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Cobijados por el aura de la rubicunda, lúbrica y propoleística prosa de Poldsk de Cardona, un Radiobestiario emitido desde la ventanita de los poetas.

Espere además:

-Nuevos y desopilantes  hallazgos de la fascinante vida de Krul en Tunja.

-Seguimiento a la noticia: el embajador de la India reloaded.

-Boxer se fija en los perritus para salvar el año. Detalles.

-Drama de la vida real: «mi amor, te juro que el técnico me mandó a la tribuna. De verdad no es lo que te estás imaginando».

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El Embajador de la India reloaded

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Así jugaba Perrault: no le pegaba a la pelota. Solo al agua

Aporte de @guilloarango

La historia data de 50 años atrás. Jaime Flores apareció un día en Neiva y a las dos horas ya era ensalzado con homenajes y premiaciones. Las atenciones sobre su figura no eran menores. Gobernación y alcaldía estaban convencidas de que en su tierra, en la siempre querida Neiva, estaba de visita el Embajador de la India.

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Ambos, tanto Flores como Perrault, eran hombres místicos

Con mochila en la espalda, medias usadas guardadas en bolsas del Ley para hacerle una encerrona a la pecueca, sudor axilar profuso y pinta ganadora apareció Charles Philippe Perrault, galán con ínfulas de jugador de fútbol que llegó a las bellas tierras huilenses con un solo objetivo: triunfar en el disparejo césped del Guillermo Plazas Alcid.

Ningún empresario lo trajo -o al menos no se tiene información sobre ello-. ¿Cuáles eran sus credenciales para ganarse un lugar en la titular? Canadiense de nacimiento, había hecho sus estudios en la Universidad de Montreal y cuando las fiestas de la fraternidad Lambda Lambda Lambda le dejaban un tiempito libre, defendía la camiseta del EDO Griffons AA. Sus números eran flacos como su bolsillo: marcó dos goles en once juegos en una categoría más amateur que la selección de Tahití.

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No hay inmunidad diplomática que valga a la hora del festejo

No era todo: varios estudios fotográficos lo acompañaban, como si se tratara de un modelo famoso, y él los exhibía entre quesillos y achiras comprados en el terminal. Dice la leyenda que no acumuló muchas horas de vuelo en los entrenamientos del Huila, pero que sí granjeó experiencia sin igual en la noche discotequera, donde bailaba como Fred Astaire.

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Otra similitud entre ambos: les gustaba ver sus pies arrugados por el agua de las piscinas

Un día su rastro desapareció. Se fue de nuevo con su mochila, su pecueca y sus quesillos a otro lugar del mundo. Eso sí: en el recuerdo quedó su imagen con la camiseta número 16 del Huila que, por decisión de la directiva, fue retirada en homenaje a este forastero que de nuevo comprobó que un rayo puede caer dos veces en el mismo sitio.

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Vivalda-Selección Italia 1985

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Arriba, de izq. a der.: Marcelo Trobiani, Miguel Augusto Prince, Eduardo Pimentel, Alberto Pedro Vivalda, Germán Gutiérrez de PIñeres y Germán Morales. Abajo: Juan Carlos «Nene» Díaz, Norberto Peluffo, Jimmy Hendrix, Hernando «Mico» García y Juan Gilberto Funes.

Los 80 y los 90 fueron décadas felices para los arqueros. Antes de que los minuciosos contratos entre clubes y marcas de ropa deportiva impusieran severas restricciones a su libre albedrío, estos podían darse todo tipo de licencias, muchas de ellas ya documentadas en este espacio, como la de Eddy Villarraga  emulando a Tony Meola o la de Óscar Córdoba disfrazado de arquero del Bayern Münich.

Alberto Pedro Vivalda, argentino que militara en Millonarios entre 1982 y 1985,  fue uno de tantos cuidapalos anarcos que no tuvieron  temor a decirle «NO» al utilero llegado el momento de recibir su indumentaria de dotación. Y «el Loco»  dijo no porque había logrado hacerse a un buzo azul claro metalizado de entonces selección campeona del mundo: Italia.

No lo lució por muchos partidos. Quizás delanteros rivales se quejaron del reflejo que molestaba sus ojos o también pudo haber ocurrido que Dino Zoff lo alertara de una posible demanda por suplantación. O quizás simplemente lo guardó para no gastarlo. Eran otros tiempos, no había apertura, no existían  almacenes en Unicentro con estantes llenos de indumentaria de equipos y selecciones europeas. Era, sin dudas, una «monita difícil», que bien podría ser víctima del decol en la lavada y, por lo tanto, había que cuidarla.

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El de "La selección" no es el primer Higuita de la TV

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Juan Pablo Franco encarnando al golero paisa. Nótese el buzo de Millonarios, donde Higuita hizo la práctica profesional.

Más que un Grammy o un premio Nobel, para muchas figuras públicas no hay mejor reconocimiento a su trayectoria que recibir la llamada de algún productor de Hollywood comunicándole que ha decido hacer una película sobre su vida y milagros.

Seguramente René Higuita alguna vez soñó con contestar el teléfono y que al otro lado estuviera Martin Scorsese, con una propuesta en este sentido. Digamos que, guardadas las proporciones, algo parecido le sucedió en 1997, sólo que el que lo llamó fue el director local Darío Vargas. El proyecto se llamaba “Sangre, sudor y lágrimas” y en el reparto no estaban Jack Nicholson o Catherine Zeta Jones, sino Juan Pablo Franco, como René, Patricia Ércole, como Magnolia, su compañera, Catherine Siachoque, como su primera novia y Andrea Guzmán como otro de los amores furtivos del golero paisa.

La idea, como en el 99% de estos casos, era mostrar “el lado humano” del ídolo, pero como también tocaba mostrar su faceta de futbolista fue necesario, ante la escasa habilidad de Franco bajo los tres palos, procurarse un extra capacitado para protagonizar escenas de alto riesgo como el famoso escorpión.

A la larga, la serie no fue el éxito que se esperaba y pronto desapareció del aire. Quedó, eso sí, una anécdota que vale la pena rescatar: la primera peluca que le dieron a Franco no le quedó bien. Como ya estaba todo dispuesto y no se podía esperar fue necesario recurrir a un extra que terminó siendo, adivinen, el mismo René Higuita que terminó de extra de sí mismo. Una historia que pocos pueden contar.

Adelanto del libro «Bestiario de la TV» próximo a publicarse. 

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